‘La novia enamorada del cielo’ se llama el libro de poemas que Burgos Cantor nunca incluyó en su obra. | Foto: Pedro Miguel Baute.

LITERATURA

Roberto Burgos Cantor: una memoria que cuenta y canta

La narrativa del emblemático escritor cartagenero es analizada, relatada y homenajeada en estas líneas por uno de sus grandes amigos, el periodista Gustavo Tatis.

Gustavo Tatis Guerra*
12 de agosto de 2019

Roberto Burgos Cantor (1948-2018) era como un caracol: llevaba la memoria de Cartagena sobre sus hombros. No solo la memoria popular de sus barriadas, sino la de más de cuatro siglos de historia. Y seguía viendo la antigua aldea de los Mocanáes, como la vieron sus primeros habitantes al pie del agua: como un enorme cangrejo en la inmensidad del mar.

De los 15 libros que publicó –seis novelas, siete libros de cuentos, un libro de memorias, un libro de literatura para niños, y tres novelas, que aportaron a lo mejor de la narrativa colombiana e hispanoamericana, después del fenómeno de Cien años de soledad, de García Márquez: El patio de los vientos perdidos (1984), La ceiba de la memoria (2007) y Ver lo que veo (2017)–.

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Desde la aparición de su primer libro de cuentos Lo Amador y otros cuentos, publicado en 1981, Burgos convirtió a la Cartagena de las barriadas, de los seres anónimos y de las memorias populares en el centro de su creación estética. Un tren de recuerdos que despierta vidas secretas de músicos, cantantes, boxeadores, reinas populares, mecánicos y personajes de Cartagena. Su lenguaje, el de las esquinas y colas del patio, es una talla en madera que transforma los murmullos y las plegarias de los suyos en cadencia artística.

Burgos nace cuando García Márquez inicia su camino. Tenía solo 17 días de nacido cuando el joven García Márquez escribió su primera nota periodística en El Universal, en 1948. Mientras el niño da sus primeros pasos el genio de García Márquez está diseñando en Cartagena el universo de Macondo, árbol descubierto por Humboldt en Turbaco, en abril de 1801, en cuyas raíces y ramas, el narrador creará un pueblo mítico, con la resonancia de sus ancestros guajiros y sucreños.

Años después, sin dejarse paralizar por la grandeza monstruosa del nobel, Burgos Cantor inició en 1965 el sendero incesante de su propio universo. Su mundo ya no es el macondo de García Márquez, sino la ceiba que lo lleva a descifrar los orígenes culturales de una aldea ante la llegada de los conquistadores europeos. La ceiba de la memoria es su libro emblemático, ganador del Premio Casa de las América y finalista en el Premio Rómulo Gallegos, la mejor novela sobre la esclavitud en Cartagena, publicada en 2007, 40 años después de Cien años de soledad.

Entre macondos y ceibas se ha escrito lo mejor de nuestra narrativa para descifrarnos como cultura. García Márquez abrió y cerró un ciclo de más de 100 años iniciado con Jorge Isaacs en 1867, y lo continuó Burgos Cantor más allá de 1967. No fue casual que la primera novela de Burgos, El patio de los vientos perdidos, haya seducido a García Márquez en 1984 y haya expresado que a él le hubiera gustado escribirla.

Burgos Cantor no se distrajo en la perfección de su lenguaje desde que publicó Lo Amador, en 1981, relatos que abrieron el camino para encontrar un lenguaje personal con las voces colectivas de la barriada cartagenera. Ese camino de identidad lo labró día a día, con una pasión de medio siglo. El resultado más allá de la muerte es una obra que vence a la muerte y vive como un patrimonio de Cartagena para el país y el mundo. Su nombre se inscribe en el panteón literario junto a García Márquez, Germán Espinosa, Luis Carlos López, Héctor Rojas Herazo, Manuel Zapata Olivella, Gustavo Ibarra Merlano, para citar algunos de ellos.

Su última novela Ver lo que veo (2017), ganadora del Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura, es una música salvada debajo de las piedras de las murallas, agua despierta de la ciénaga y el alma de sus habitantes; historia de una Cartagena, de seres frustrados pero amorosos, tiernos y marginados, monólogo de una mujer que de tanto ver el horizonte, pierde la luz de sus ojos. Su viaje al África dejó una resonancia en sus últimos cuentos. Y fue una de sus últimas obsesiones como narrador y cazador de milagros.

Al leer su libro póstumo de cuentos: Orillas (2019), publicado por Seix Barral, veo entre sus 13 narraciones, El castillo, que recrea la noche previa del zarpe de los barcos con africanos esclavizados a América, y el sueño perturbado del capitán y la relación inesperada y embrujadora que surge entre la africana Kode Ardo con el capitán, y los conflictos emocionales del capitán al seducir con sugestivos silencios y miradas a la africana, hasta el abrazo amoroso. El cuento pendula entre dos orillas, el zarpe, la llegada a América y el retorno a África del escritor que narra en primera persona.

Ese es Roberto: una memoria que cuenta y canta.

*Cronista del diario ‘El Universal’, autor de los libros ‘La flor amarilla del prestidigitador’ y ‘El soñador de tesoros’.