VIDA MODERNA
Dos caras de una misma China
Ángela Bernal, magíster en antropología de la Central South University en Changshá, comparte con nosotros estas imágenes que retratan las vidas opuestas del país rural y de sus zonas urbanas.
Ángela Bernal se levantó en una ciudad abandonada. Días antes, el lugar donde residía, Changsha, era igual a cualquier otro, con trancones y afanes, hasta que llegó el año nuevo chino.
Fue en 2012 cuando vivió por primera vez la fiesta en la ciudad, mientras hacía una maestría en antropología. “Se veían filas y filas de gente tratando de comprar un tiquete para regresar a su pueblo”, afirma. El asunto es tan radical que “los pocos que se quedan en las ciudades deben aprovisionarse de alimentos”, cuenta. Bernal también recuerda algo que la sorprendió de los paisajes urbanos. En Beijing, Shanghái o Changsha, las huertas personales adornan los rincones de estas megaurbes. “En cualquier esquina con un pedazo de tierra cultivan”, sostiene.
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El río Li baña 473 kilómetros de la región de Guangxi. Foto: iStock
Dos años después, en 2014, la dueña de un restaurante que Bernal frecuentaba la invitó a pasar el año nuevo en casa de sus padres en el pueblo de Loudi. Allí conoció el campo chino. “Las casas son muy parecidas”, asegura. Después de pasar un portón, se ve un cuarto con un altar donde, usualmente, se les rinde homenaje a los difuntos, especialmente a los abuelos. Luego hay una sala, y contigua a esta, se encuentra la cocina, su espacio social.
Para la cena de año nuevo mataron seis gallinas y derramaron su sangre sobre papeles que simulaban dinero como una ofrenda para sus difuntos. Después frieron el cuero de las aves y le agregaron cerdo, una carne que acostumbran comer y que Bernal todavía recuerda muy bien.