EDUCACIÓN

La aventura de estudiar en China

Esta es la nación asiática que recibe más estudiantes extranjeros de posgrado. Una mexicana y un colombiano cuentan qué aprendieron durante sus años de academia y aprendizaje en el Oriente.

23 de octubre de 2018
China el tercer país del mundo que más acoge estudiantes extranjeros, como demuestran los más de 440.000 que estudiaron allí en 2016. | Foto: iStock

Marisol Villela descubrió pronto que no podría pasar inadvertida en China. A pesar de ser el país más poblado del mundo, cuando Villela caminaba por sus calles todos sabían que no era local, le era imposible camuflarse. Allí llegó proveniente de México, en 2013, para estudiar una maestría en Teoría del Arte en la Academia de Arte de China, en Hangzhou, cerca de Shanghái.

Como ella, cada vez son más las personas que fijan sus ojos en el país asiático para complementar sus estudios. De acuerdo con el Ministerio de Educación chino, 489.200 estudiantes internacionales se formaron en sus universidades en 2017, lo que representa un incremento del 10 por ciento con respecto al año anterior y del 299 por cierto desde 2004.

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El colombiano Julián Infante también se marchó a China para estudiar, motivado por un viaje que realizó con sus padres en 2006. En su caso, cursó mandarín y Relaciones Internacionales en la Universidad de Donghua. Fue una nueva experiencia. “Nunca imaginé estar con personas de tantas nacionalidades diferentes. Éramos un crisol de culturas”, afirma.

Más allá del aumento en cifras y en la cantidad de estudiantes, la mexicana Villela se sorprendió con el sentido de responsabilidad y compromiso con las clases de todos sus compañeros. Contrario a lo que sucede en Occidente, en China los profesores no hacen mayores esfuerzos para que sus alumnos cumplan con los trabajos. “Quizá ellos saben que para progresar en el mundo académico y profesional tienen que trabajar muy duro y por eso no necesitan esta presión”, sugiere.

A pesar de esa exigencia autoimpuesta, Villela reconoce que, una vez al otro lado del mundo, debió bajar la velocidad y el ritmo de trabajar. “Adaptarse a una nueva cultura y aprender un nuevo idioma toman tiempo”, explica, y este proceso la hizo entender que en el país siempre había algo nuevo por descubrir, bien fuera en los libros, en la calle o con sus compañeros. “Mientras estuve estudiando, todo el tiempo estaba aprendiendo”.

Tal vez por esto, tanto Villela como Infante coinciden en que acoplarse a otra cultura es una fuente inagotable de enseñanzas. “La clave es conocer no solamente las necesidades teóricas de los chinos sino sus gustos y preferencias. Para ello, la mejor experiencia la da precisamente la convivencia con ellos, el roce social cotidiano con las nuevas generaciones”, afirma Infante.

A este internacionalista su experiencia en China le enseñó que se trata de “un pueblo curtido por su milenaria historia, por su ancestral y escasamente contaminada tradición cultural y la más exuberante modernidad. En Shanghái, la ciudad más cosmopolita, descubrí el verdadero significado de ‘ciudadano global”’.

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Por su parte, Villela fue testigo durante cuatro años de cómo los chinos respetan a todos aquellos que, como ella, quieren aprender su lengua y acercarse a su cultura. Esa convivencia permitió que entendiera “el grado de independencia que tienen los estudiantes” y esto la ayudó a ser más ordenada y trabajar por su cuenta. Esta notoria independencia de los chinos puede deberse a la formación básica que reciben sus niños.

Johana Chen, profesora del Centro de Idiomas Asiáticos, advierte que la educación en su país es gratuita desde transición hasta noveno, años en los que cursan un componente básico de mandarín, matemáticas e inglés. En los niveles de básica y media, los más de 200 millones de estudiantes chinos tienen las mejores competencias en pensamiento crítico, según una investigación de la Universidad de Standford de 2016.

La calidad de su educación superior también sobresale, 62 de sus universidades ocupan los primeros puestos del continente asiático en el top 500 del Academic Ranking of World Universities. Esta apuesta por sobresalir en la educación contrasta con arraigadas y milenarias tradiciones como las que rodean el consumo de té. “Es una manera muy interactiva de conversar y recibir a los visitantes. Hay muchos instrumentos delicados para filtrar el té, servirlo…”, y es una manera que tienen para “hacer una pausa y disfrutar sin prisas”, sostiene Villela.