El programa Oro Legal para el 2020 debe dejar 11.500 hectáreas rehabilitadas. | Foto: Oro Legal USAID

OPORTUNIDADES

Así se están reforestando las tierras afectadas por la minería ilegal

Los territorios afectados por el uso del mercurio en la minería se pueden recuperar y volver a florecer. Estos casos muestran cómo es posible pasar de una minería ilegal a los proyectos productivos.

25 de julio de 2018

Chocó tiene 36.000 hectáreas degradadas por la minería ilegal. Antioquia, 26.000. Sus comunidades se ven afectadas no solo por el uso del mercurio, sino por la inequidad. “A veces barequeaba de cuatro de la mañana a seis de la tarde y llegaba como me fui, sin nada, y los hijos llorando por comida. Mejor sembrar que barequear”, dice Yeliza Ortiz, del consejo comunitario Afroclaver, de El Bagre, Antioquia.

El corregimiento de Puerto Claver es una de las comunidades apoyadas por el programa Oro legal, de Usaid, con dos fines: reforestar la tierra degradada y formalizar la economía de familias que subsisten de la minería ilegal en Chocó y el Bajo Cauca antioqueño. Arrancó en 2015 y va hasta 2020 con una inversión de 20 millones de dólares que debe dejar como saldo el paso de 165 minas a la formalidad, 11.500 hectáreas rehabilitadas, ocho toneladas de oro producidas dentro de la legalidad y 55 toneladas menos de mercurio.

La rehabilitación de la tierra se hace mediante plantaciones en Antioquia, como la acacia que prefiere sembrar Yeliza en lugar de barequear, o la regeneración natural inducida en Chocó que, en palabras de Bismark Palomeke, del consejo comunitario Cocomopoca, se trata de recolectar semillas de los árboles en cosecha y llevarlas al vivero para introducirlas después en las áreas degradadas.

“La tierra naranja no solo debe volver a ser verde, también debe generar empleo”, explica Miguel Ángel Molano, subdirector de Oro legal. “Y la forma de hacerlo es valorizarla”. Cita como ejemplo las zonas de Bajo Cauca donde se han puesto plantaciones para luego practicar la apicultura, además allí mismo se han sembrado especies maderables que podrán ser taladas en 20 años y ser fuente de ingresos para unas 300 familias. “Se trata de formalizar toda la economía, no solo la minería, para un verdadero cambio a largo plazo”.

Miel para mejorar

En las áreas rehabilitadas del Bajo Cauca se están instalando cerca de 12.000 colmenas para unas 500 familias. Cada una recibe mínimo 45 colmenas dotadas y asistencia técnica por dos años. Se calcula un ingreso de entre 1,5 y dos salarios mínimos mensuales. “Así los antiguos barequeros tienen un ingreso de largo plazo con reforestación y uno de corto plazo en apicultura”, explica Molano.

Con estas 12.000 nuevas colmenas y la rehabilitación de 7.000 más, Oro legal estaría instalando el 40 por ciento de toda la capacidad apícola del país. “Se harán alianzas con empresas privadas que son capaces de generar valor agregado a esa miel incluso vinculando a las comunidades y llevándose todo el producto”.

Foto: Oro Legal USAID

Marién Lozano, de Santo Domingo Boca de Tanando, dice que la mina solo le dejaba enfermedad y que por eso es mejor la bija (achiote). Oro legal dejará establecidas 1.200 hectáreas de este cultivo para más de 500 familias y desarrollará con la comunidad toda la cadena productiva. Este mes, la comunidad decidirá cuál es el producto final transformado que podrán ofrecer a la industria nacional de los colorantes.

“La minería ilegal nos ha dejado un pasivo ambiental y laboral grandísimo”, dice Óscar Pinzón, técnico del programa, recordando que hace años en esas tierras sembraban el pancoger. “Ahora queremos movilizar la economía regional desde el achiote, que no es un cultivo extraño para la comunidad”.

Los consejos comunitarios compran la cosecha a los productores y la sacan al mercado. Para 2020 esperan ofertar 1.300 toneladas de cápsula de achiote que representan 450 toneladas de semilla. Algunas familias ya están cosechando y pueden recibir hasta dos salarios mínimos mensuales con este cultivo.  

José Ceberiano Palacios, representante legal de la organización de base Corpocantón, tendrá su primera cosecha a principios de julio. Él dice que fue un descubrimiento saber que el achiote podría reemplazar la tartracina. “Fue entender que esto que nosotros tenemos aquí es el color que necesita el mundo”. José cree que la agricultura es una forma de conectarse con sus raíces. “No solo la tierra dañada necesita nuevas raíces que la nutran y la reverdezcan. Nosotros también necesitamos conectarnos con nuestras raíces, nuestros ancestros, y esto nos da un arraigo, un trabajo y un sustento. Un cultivo de achiote puede durar 40 años, la minería es efímera”.