En los municipios de Cundinamarca, la fiesta del gol se celebra con brindis. | Foto: Nathalia Angarita

CRÓNICA

Los goles son solo el inicio de la fiesta

A veces los partidos de fútbol, sin importar qué equipo gane, les sirven de punto de unión a los amigos. Con ellos comienza una larga celebración. En Cundinamarca se brinda con los clásicos de la casa, Nectar y SantaFe.

Daniel Páez*
6 de junio de 2019

Pablo es hincha de Santa Fe. Su afición al fútbol es muy poderosa y casi todos los sábados se reúne con sus amigos en Baco, un pequeño bar del municipio de Mosquera, Cundinamarca, donde celebran su ritual de ver partidos. En realidad no importa quién juegue, incluso si su equipo fue eliminado del torneo, él estará ahí. El protagonista del encuentro de esta tarde es el eterno rival, Millonarios, y, aunque Pablo hace algunos chistes ante los errores del cuadro embajador, también celebra con sus compañeros el único gol del partido, que pone a Millos a la cabeza del torneo. Después del pitazo final y de unos aguardientes, camina pocas cuadras para llegar a su casa y pasar el resto de la noche con su familia. Para él, la fiesta de los sábados termina temprano porque los domingos los dedica al deporte.

Apenas está cayendo la noche en la sabana de Bogotá y, junto con las emociones de la jornada futbolera de ese día, el volumen de las voces y la música va aumentando en los diferentes establecimientos. Solo cuando juega la Selección Colombia las canciones se detienen y se habilita el audio del partido. Pero en una noche habitual la banda sonora no tiene ninguna relación con los partidos que se ven en la pantalla.

A pocos kilómetros de Mosquera, en Funza, en el bar Extravaganza, se puede pasar de la salsa a la bachata sin ninguna advertencia. A la entrada se encuentra Elver, nacido en este municipio de Cundinamarca y aficionado al vallenato. Además de ser muy exigente con la verificación de documentos para entrar al bar, les ayuda a unas amigas a organizar la que será la fiesta de cumpleaños de Ana Cristina. Aunque está trabajando resulta inevitable brindar por la vida de la cumpleañera cuando se junta todo el grupo de amigos. En esta mesa el aguardiente Nectar Verde es el preferido: “el sabor es más suave y así la rumba nos dura más”, dice Ana Cristina.

A una hora de ahí, en Cajicá, las calles son más silenciosas. Más aún cuando los comercios van cerrando y la jornada futbolera termina. Estanquillos y licoreras como El Pare les ceden el paso a unos cuantos bares que mantienen viva la noche en el pueblo. Entre la camaradería, Mariluz viene a tomarse unas copas en Latin Villa con sus siete amigos. Aquí manda la música tropical, pero a seis cuadras también reinan el rock, las hamburguesas y las variedades de aguardiente, incluyendo cocteles hechos con Nectar Premium, porque para todos hay.

La reputación de Chía como epicentro de la rumba sabanera no es gratuita. Además del legendario Andrés Carne de Res hay decenas de opciones para todos los gustos. En el último año han surgido nuevos puntos como The Green Coyote, que le apuestan a la creciente movida techno de la región y a sesiones de improvisación con diferentes músicos. En Distrito Chía, un espacio que tiene una oferta de comida rápida gourmet, se camufla esta terraza discoteca, decorada con coloridos grafitis. Con un público joven, los brindis de los amigos con SantaFe 8 años sirven para contrarrestar el frío.

En el parque principal de Chía hay varios cafés que, para muchos, son el punto inicial de la rumba, pero también sirven de espacio a quienes prefieren una conversación con menos ruido de fondo. En lugares como La Estación son frecuentes los clásicos de bandas como Soda Stereo y las crispetas son el maridaje perfecto para el Nectar Azul que están tomando Camila y sus tres amigos, mientras hacen un juego de adivinanzas que sirve para soltar grandes carcajadas.

Dice la inmortal canción de Los Hermanos Rosario: “En el fin de semana quiero bailar”. Y ese es el objetivo de muchos que salieron de fiesta esta noche. La Variante, como se conoce localmente a la autopista que conecta a Chía con Cota, es el epicentro de discotecas para “azotar baldosa” con propiedad. El reguetón, la salsa y el merengue logran que hasta el más arrítmico intente llevar el compás con sus pies golpeando el piso.

Varios grupos se reúnen en esta zona para celebrar los cumpleaños. Algunos incluso se cuelgan en la cadena una copita de Ron SantaFe, para que no se les pierda su trago. Lugares como The Club y De Shots en Shots convocan a cientos de jóvenes, tal vez atraídos por escenarios como una piscina de pelotas en la que solo es posible ahogarse de la risa, o a invitaciones por parte del DJ para llevarlos “al espacio sideral de la música”. La tradicional botella alargada de Nectar adorna la mayoría de las mesas y los más desprevenidos usan su tapa plástica para beberse un trago como se ha hecho por años en Cundinamarca.

Al ritmo de la música, al calor de un aguardiente, los amigos y los meseros crean una especie de comunión. Afuera de las discotecas se encuentran delicias típicas de la noche, como chorizos con arepa, para poder cantar en serio que “esta fiesta no termina”.

*Periodista.