COPA AMÉRICA
La Copa América que le ganó Colombia a la violencia
Entre el 11 y el 29 de julio de 2001 se llevó a cabo en nuestro país el máximo torneo de fútbol suramericano. Con un gol de Iván Ramiro Córdoba la selección nacional logró su primer campeonato continental.
Los carteles pegados en los postes de las calles bogotanas anunciaban la gira de Los Fabulosos Cadillacs. Su tour Hola y Chau, que marcaba la despedida del grupo ante el público en Suramérica, estaba vendiendo las boletas necesarias. La cita era en el Parque Simón Bolívar, el 27 de mayo de 2001. No era sencillo que una banda internacional pisara Colombia teniendo en cuenta la ola de violencia desatada en el país al inicio de siglo. En realidad, no era sencillo que ningún extranjero pisara Colombia por esos días.
El concierto del grupo argentino fue cancelado. Veinticuatro horas antes un automóvil azul que se dirigía hacia el occidente de Bogotá, por la calle 53, se detuvo para dejar un costal dentro de una caneca de basura en el puente peatonal de la carrera 37, muy cerca del Estadio El Campín.
A las 8:13 de la manaña, se supone que 20 minutos después del arribo del automóvil azul, el paquete explotó y dejó tres víctimas que estaban pasando por el lugar. Una persona más falleció minutos después, cuando otra carga explosiva, ubicada en el mismo sector, también detonó y generó aún más daño en contra de las autoridades que atendían a los heridos del primer incidente.
No era el único suceso que enrarecía el ambiente. Hubo tomas guerrilleras durante ese año, se preveía un recrudecimiento de las acciones de las Farc y el ELN contra el Estado, y el diálogo entre las partes, para encontrar esa paz que había prometido durante su campaña el presidente Andrés Pastrana, era una opción lejana. Había demasiada tensión en un país que en pocas semanas debía ser la sede de la Copa América.
Aquel atentado tuvo repercusión mundial. La Conmebol empezó a dudar sobre la viabilidad del torneo continental en tierras patrias. Y varios países participantes aumentaban la incertidumbre. Argentina, que era el mejor equipo de la región en ese momento, decidió no participar, aduciendo motivos de seguridad. Otra de las naciones invitadas, Canadá, declinó la invitación argumentando que debía preparar a su equipo para la Copa de Oro. Pero, entrelíneas, se intuía que sentía el mismo miedo de los gauchos. La posibilidad de realizar el campeonato se desvanecía.
Brasil, de hecho, decidió postularse como sede de urgencia para organizarlo.
Algunos futbolistas como Mauro Silva, volante brasileño y figura en el Mundial 94, y Claudio Pizarro, atacante peruano que se destacaba en el fútbol alemán, también prefirieron autoexcluirse de esta cita.
Para completar el panorama, el dirigente de la Fedefútbol y parte activa del Comité Organizador del torneo, Hernán Mejía Campuzano, fue secuestrado en un retén de la guerrilla semanas antes del inicio del campeonato y liberado 72 horas después. El hecho justificaba el éxodo de aquellos que habían decidido renunciar y desembocó en el anuncio de suspensión de la copa, con la posibilidad de llevarla a cabo en 2002 en la misma sede, es decir, nuestro país.
Todo empeoraba cuando se revisaba el momento futbolístico de la selección colombiana. Luis Augusto García, quien comenzó como entrenador en las eliminatorias para el Mundial, fue despedido de su cargo después de que Colombia cediera un empate 2-2 ante Venezuela y quedara ubicado en el puesto de repechaje en la clasificación. Francisco Maturana, un clásico del banquillo nacional, lo reemplazó en medio de la incertidumbre.
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En el momento más negro y a pesar de que Pastrana protestó en una alocución presidencial la decisión parecía tomada: no habría copa. Sin embargo, a partir de las labores diplomáticas encabezadas por el mandatario y Hernán Mejía Campuzano, se habló con el presidente de la Conmebol, Nicolás Leoz, y hubo una tregua. Colombia le dio todas las garantías y el funcionario paraguayo ablandó el corazón.
Sin Argentina y Canadá, Honduras y Costa Rica ocuparon sus lugares casi antes de que los árbitros salieran a la cancha y se completó el ‘picado’, aunque Brasil decepcionó porque trajo una nómina de tercera categoría. Colombia, que en los partidos previos había mostrado poco fútbol, jugó una copa magnífica en el campo y demostró su calidad para organizar eventos de esta magnitud.
El torneo, que parecía lejano debido a los actos violentos que lo precedieron, se realizó de manera exitosa entre el 11 y el 29 de julio de 2001. Por primera vez en su historia Colombia se llevó el título después de vencer a Venezuela, Ecuador, Chile, Perú, Honduras y, en la final, a México; partido que resultó inolvidable por el gol de Iván Ramiro Córdoba y porque dos paracaidistas que debían ser parte de la ceremonia de clausura cayeron al césped del estadio El Campín cuando se jugaban cinco minutos de ese encuentro crucial. Aquel episodio, simpático y circense –como el país en aquella época, como el país ahora– fue quizá la única tacha de aquella copa que parecía imposible de realizarse un mes antes.
*Periodista.