Para Orlando Plata, su colección de camisetas es un tesoro. | Foto: Mauricio Florez

HINCHAS

Orlando Plata, el hincha de las 800 camisetas de fútbol

Este periodista y profesor comenzó su colección en 1966. Entre las 800 camisetas, tiene todas las que ha vestido la Selección Colombia en los mundiales. En este especial relata la historia de su colección y de su vida alrededor del fútbol.

6 de junio de 2019

"No hay lugar en el mundo donde un hombre pueda sentirse más contento que en un estadio de fútbol”, dijo el escritor y filósofo francés Albert Camus, y yo no podría estar más de acuerdo. La primera vez que fui al Nemesio Camacho El Campín, de Bogotá, con 9 años, vi cómo Colombia le ganaba a Perú y clasificaba por primera vez a un Mundial, el de Chile de 1962. Desde entonces fui a la cancha, jugara el que jugara, así fuera Millonarios.

Con el tiempo he perdido esa costumbre y he cambiado otras. Por ejemplo, dejé de ir al estadio cuando Barranquilla se convirtió en la sede de la selección. Y ahora rara vez veo partidos acompañado, prefiero la soledad. Para mí ver fútbol es un ritual y no quiero que nadie ni nada lo interrumpa. La que no he cambiado es mi costumbre de buscar y coleccionar camisetas de equipos. Actualmente tengo unas 800, incluyendo todas las que Colombia ha usado en los mundiales, o la del Botafogo, equipo de Brasil, que me regaló el expresidente Belisario Betancur cuando trabajé en su equipo de comunicaciones.

En la década del sesenta Colombia jugaba con una camiseta azul que pasó a ser naranja, luego roja y después amarilla. Antes, al principio, fue azul celeste y también blanca, pero siempre fue la misma, la única, la camiseta de la selección. Un emblema del país en el exterior y, muchas veces, el único símbolo que nos ha unido como un solo territorio, con un mismo destino. Poder usarlas, verlas y tenerlas me recuerda episodios hermosos como el empate con Alemania en 1990, en el Giuseppe Meazza de Milán; o el mentado 5 a 0 contra Argentina, en 1993, en Bueno Aires. Por eso amo la camiseta. No suelo decirlo en voz alta, pero aquí lo confieso: el día más emocionante de mi vida no fue cuando nacieron mis hijos, sino el día en que Colombia le empató en el último minuto a la que fuera, días después, la campeona del Mundial de Italia, la selección alemana.

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Antes de que me casara mi esposa sabía que mi vida era un telón de fondo para pensar, jugar y escribir sobre fútbol. “Yo te amo mucho, pero debes saber que eres mi segundo amor”, le advertí. Y así me ha querido desde entonces y así la he amado desde aquel día. Cuando nos conocimos tenía una colección modesta de camisetas. La primera que conseguí fue la de las inferiores de Santa Fe. En esa época también guardaba fotos, recortes y cualquier tipo de imágenes que encontrara de la selección. Y como las fotos eran en blanco y negro mi hermano y yo “analizábamos” los grises de cada retrato para adivinar de qué color eran los uniformes. Nunca dejamos de atinarle ni a una media.

Pasaron los años y abandoné la idea de jugar fútbol, pero continué con mi colección fotográfica y empecé la de camisetas de la mano del periodismo, que me permitió viajar lo suficiente para encontrar varias en cada lugar. De una u otra manera el fútbol y sus uniformes me han permitido sentirme en casa. Por ejemplo, cuando estudié en la capital francesa iba a todos los partidos del Paris Football Club. ¿Por qué? Porque su camiseta era naranja con una franja terciada azul, roja y amarilla en los bordes. ¡Igualita a la de la Selección Colombia en los años setenta!

Con tanta variedad, usted pensará que me costará elegir cuál camiseta ponerme, pero no, he descubierto que si me pongo alguna en un partido de la selección, pues perdemos. Trae la mala suerte; una “mufa”, dicen los argentinos. Y yo nunca quiero que pierda Colombia. Bueno, una vez no me importó, fue cuando Brasil nos ganó 2-0 en 1969, porque tuve la dicha de ver jugar a Pelé desde la tribuna. Pero, en general, dejo las camisetas colgadas cuando juega el equipo patrio.

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Sí, sufrí y me sentí muy mal cuando la extinta Yugoslavia le metió cinco goles a Colombia en el 62, justo el día de mi cumpleaños. También me entristeció la derrota contra Camerún en el noventa, cuando Colombia usó la camiseta suplente, que era amarilla. Ese día el equipo olvidó que para Camus, también, “la bandera de la patria es la camiseta de la selección nacional de fútbol” y este país es solo rojo pasión.