EMPRESAS
¿Qué aporta Apuestas Cúcuta 75 a la ciudad?
Juegos de azar y servicios para la comunidad y contribución a la salud es la oferta de esta compañía para Cúcuta y la región.
En los 40 municipios de Norte de Santander las personas saben dónde probar suerte. A lo largo de sus más de 30 años de historia, la fachada verde de Apuestas Cúcuta 75 se ha ido expandiendo por la capital, y luego por la región, hasta convertirse en un símbolo del departamento.
Cuesta pensar, entonces, que hasta 1982 el chance seguía siendo ilegal en Colombia. Fue precisamente la empresa cucuteña la que obtuvo la primera licencia legal de juego y que abrió las puertas a una industria nacional que en 2018 facturó –tan solo en apuestas en línea– más de 1,1 billones de pesos, según la Federación Colombiana de Empresarios de Juegos de Suerte y Azar (Fecoljuegos).
De aquella pequeña empresa, fundada por los pioneros cucuteños Juan José Pita y Samuel Sánchez Toro, Apuestas Cúcuta 75 se ha convertido en mucho más que una casa de apuestas. Según Álvaro José Sus, jefe comercial de la empresa, su crecimiento se debe a la expansión de los servicios que ofrece: recaudo de facturas de servicios, envío y pago de giros, venta de seguros, recargas a celular y cableoperadores, llamadas a líneas fijas y móviles, entre otros. El más reciente es BetPlay, la plataforma de apuestas deportivas en línea en la que una vez más la firma ha sido pionera en Colombia.
La apuesta por la ciudad y la comunidad va más allá de los juegos de azar. La responsabilidad social también hace parte de la filosofía de la compañía. Por una parte, entre los 1.550 empleos directos e indirectos que genera, mujeres cabeza de hogar y personas en condición de dispacidad encuentran oportunidades laborales. Y por otra, a través de la Fundación Social JJ PITA, brinda hospedaje a las personas que llegan a Cúcuta para acompañar a sus familiares que requieren algún tratamiento médico. Doris Becerra, es una de las beneficiarias. Cuando su esposo se enfermó gravemente, tuvo que trasladarse desde Ocaña hasta Cúcuta y encontró en el hogar de paso de la fundación un techo para alojarse. “Acá brindan desayuno, comida, hospedaje, lavandería y hasta terapias con un psicólogo. Sienten como si el dolor ajeno fuera propio. Es un gran apoyo a la comunidad”, explica Doris.