PERSONAJE

Jairo Ruiz, metódico y soñador

El seleccionador de gimnasia forja campeones con temperamento ‘nortesantandereano’. Aunque no fue un gimnasta sobresaliente, su disciplina lo llevó a ser un gran entrenador. Conozca su historia.

Fabián M. Rozo C.*
1 de diciembre de 2019
Jairo Ruiz está en permanente formación. Acaba de graduarse de magíster en Fisiología en Ejercicio, en una universidad de Barcelona. | Foto: Yeison Picón

Diciembre de 2012. Al coliseo Eustorgio Colmenares Baptista, de Cúcuta, no le cabía un alma más, pero, como siempre, sobraba entusiasmo desde sus gradas. Se celebraban los terceros Juegos Deportivos Paranacionales, y uno de los aspirantes al podio era hijo de la casa: Jesús Augusto Romero.

Sentado en su silla de ruedas, recibía una ovación mayor a las de años atrás, cuando era amo y señor de la gimnasia en Colombia. Suficiente impulso para que el oro volviera a brillar en su pecho.

El accidente en 2002, durante un entrenamiento en el Centro de Alto Rendimiento de Bogotá, que lo dejó con movilidad reducida, suponía el fin de una brillante carrera. Pero encontró en Jairo Ruiz el consuelo incondicional y las palabras de aliento para insistir, persistir y jamás desistir.

Aquel título marcó un antes y un después en la vida de ambos. Jesús volvía a vivir gracias al deporte, y al lado suyo estaba la misma persona que se lo inculcó tres décadas atrás en el colegio María Reina: Jairo Ruiz. “Su papá, también licenciado en Educación Física de la Universidad de Pamplona, lo llevó a una exhibición. Le hicimos pruebas de flexibilidad y fuerza y mostró potencial. Así empezó la historia de un campeón en todo el sentido de la palabra”, dice Ruiz.

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La disciplina identifica a este entrenador. “Gimnasta sobresaliente no fue, pero sí consagrado –recuerda Carlos Ramiro Tarazona, pionero de la gimnasia artística en Norte de Santander–. Le gustaba dirigir, empaparse del detalle, leer, estudiar, capacitarse. Por eso, su vocación era la docencia”.

Lo define como “un tipo con temperamento, pero no amargado como creen algunos. Es muy estricto y de carácter. Al comienzo se le llamaba la atención porque actuaba muy duro con los niños: los paraba sobre las manos para exigirles, porque siempre ha buscado la perfección”.

“Soy amigo de los gimnastas cuando termina el entrenamiento o en espacios que no incluyan preparación o competencia”, afirma, sin titubear, ese hombre que, de sus 63 años, 57 los ha pasado entre arzones y barras fijas. “La gimnasia es el amor de mi vida”, cuenta, desde un lugar soñado: el Fisiogym Mentality, un centro de alto rendimiento en Cúcuta que ha ampliado en la última década con equipos modernos y profesionales calificados en fisiología, fisioterapia y psicología.

Metódico hasta más no poder, asegura haber arrancado en un cuchitril, como llama con cariño al reducido rincón en el Inem, donde desempolvó e instaló unos aparatos alemanes. Desde la incomodidad, ayudó a crear la Liga Norte de Santander de Gimnasia, para luego ganarse un espacio en el coliseo menor y ahora contar con aquel lugar referente en Colombia y varios países del área.

Más allá de la inversión, el centro goza de un valor agregado incalculable: “Ayudar a muchas familias a salir adelante. Los gimnastas, en un alto porcentaje, son de clase humilde y ver a muchos ahora bien ubicados, reconforta. ¿Y sabe cómo me agradecen ellos? Con material pedagógico para asesorarme en la compra de equipos para el Fisiogym e impulsar a más jóvenes a salir adelante”, dice.

Nadie le ha regalado nada: todo se lo ha ganado a pulso, con esfuerzo y mucha entrega. Puede despertarse a las tres de la mañana y a esa hora empezar a trabajar las sesiones del día. Nunca termina antes de las once de la noche su jornada y ese ejemplo que nos transmite es fundamental para soñar siempre en grande”, afirma Jossimar Calvo, otro de sus alumnos aventajados, al que moldeó entre oro.

El múltiple campeón nacional, bolivariano, suramericano, centroamericano y panamericano, asegura aprenderle algo nuevo cada día. “Es un libro abierto. Me formó, desde la disciplina, la responsabilidad y el compañerismo a trabajar duro para lograr lo que uno quiere y, sobre todo, en siempre trazarse nuevas metas, no conformarse e ir por más”, dice.

Entregado a sus ilusiones, Ruiz tiene en mente “garantizar la alimentación de los muchachos en su preparación diaria y el sueño del podio mundial. Hemos sido quintos, sextos y octavos en esas justas, pero quiero una medalla y, si no la gano con Jossimar, la logro con Ángel Barajas, un joven prodigio que a sus 13 años ya es campeón nacional infantil y juvenil. Lo veo triunfando en los próximos Juegos Olímpicos de la Juventud”, advierte.

Metas nunca faltan. Han sido el motor de su vida. Incluso las personales, que terminan siendo profesionales. Y si no bastase con tantos ejemplos, este es diciente: el 30 de noviembre se casa con Michelle María, pero no habrá espacio para la luna de miel. Al otro día inicia la concentración de dos meses con el presente y futuro de la gimnasia nortesantandereana. Ella lo ha entendido. Y es que, para conocer y aceptar a Jairo Ruiz, siempre se debe tener en cuenta algo: de nada sirven el carácter o la disciplina, si no se tiene corazón.

*Periodista deportivo.