HISTORIA

Tocaima: cuna del tejo

Cundinamarca es el departamento con más clubes de tejo (36) y el que más campeonatos ha ganado en el país. Crónica de una tarde de juego.

Paula Camila Osorio*
10 de septiembre de 2017
El tejo fue declarado deporte nacional en el año 2000. | Foto: Andrés Camilo González

En el Coliseo de Tocaima, antiguo matadero municipal, retumban la pólvora y la música popular. Es sábado por la tarde y hace mucho calor en este pueblo de Cundinamarca, el departamento con más clubes de tejo del país –unos 36– y el que más campeonatos ha ganado en las principales categorías. Como en la literatura, los vecinos pasan la tarde bajo los almendros y los chuchos espantan las moscas echados en las aceras.

El evento en el coliseo es el vigésimo Campeonato Sénior Máster (de hombres mayores de 50 años), uno de los ocho torneos que organiza cada año la Liga de Tejo de Cundinamarca, la primera del país y germen de la Federación Nacional. Esta nació en 1954 con el nombre de Asociación Colombiana de Tejo cuando esa práctica popular, de origen indígena y cundiboyacense, quedó incluida en los Juegos Nacionales.

En el coliseo hay siete canchas flanqueadas por gradas, una tarima de concreto donde se lleva el conteo y dos ventas ambulantes: una de cerveza y otra donde ofrecen gallina, sancocho y sopa de arroz; además, una señora vende chicharrón. Dicen, en Boyacá y Cundinamarca, que no hay tejo sin cerveza, bulla y fritanga.

Hoy y mañana compiten 25 clubes, cada uno de cinco jugadores, por un trofeo y “una platica”. Junto a un tablero, un señor alto y de abundante pelo entrecano, número uno de su equipo, se ha puesto lentes, estira con gravedad brazos y muñecas, se agacha para frotar las manos en el polvo del piso antes de lanzar el tejo, que guarda en una cartuchera de cuero labrado.

El señor se llama Justo Usaquén y tiene 69 años. Nació en Soacha y empezó a jugar a los 17 en las canchas de un pariente que tenía una tiendita: “A mí me criaron en el campo y en el campo no había más deporte”. Justo forma parte del Club Ciudad de Zipaquirá desde hace 30 años, cuando se fue a vivir a Nemocón. Me dijo que había ganado dos partidos y perdido uno. Me explicó que por la edad de los participantes juegan a 21 y no a 27 puntos como manda el reglamento: “Aquí venimos los que estamos ya declinando. Pero es muy rico porque uno se encuentra con gente que hace tiempo no veía”.

Mientras el equipo de Justo se enfrenta a un club de Sibaté, en otras tres canchas compiten señores de todos los municipios del departamento. Los tejos van de lado a lado a la orden de los árbitros. Se escucha alguna explosión, el olor a pólvora y sudor delatan motivo y temperatura. Estos señores han jugado por todo Cundinamarca, donde no hay rincón ni vereda sin cancha. Señores como Luis Barajas Mosquera, que fue uno de los primeros campeones nacionales que tuvo el departamento, y lleva más de medio siglo jugando. Señores cuyas edades suman 8.700 años, como le gusta contar a Jairo Guevara, presidente de la liga.

Hay más contendientes que espectadores en las gradas, y estos en su mayoría andan ‘achispados’ por el licor. Lo jugadores, en cambio, tienen prohibido tomar, fumar o faltarle al respeto al rival. Me lo explica Miryam Martínez, quien oficia de árbitro y hace parte de la minoría femenina de este deporte, junto con otros árbitros, algunas que hacen barra, las que atienden los negocios y dos que practican para el próximo torneo femenino. “Para mí es muy gratificante ver la bandera de Cundinamarca y saber que es uno de los mejores departamentos –dice–, porque tiene un excelente nivel y es reconocido por su organización y por su colegio de árbitros”.

En eso coinciden todos: el tejo importa en este departamento gracias a sus dirigentes, a cuya gestión se atribuyen las seis escuelas municipales, la inclusión del tejo en los Supérate Intercolegiados nacionales de este año y la formación de los mejores árbitros. “Por eso Cundinamarca se para en una cancha e infunde respeto”, afirma Jairo Guevara.

El partido está “sufrido”, dice Justo. De mano en mano se alarga hasta los 40 minutos, pero Ciudad de Zipaquirá repunta y gana. Mañana será la final, e incluirá un festejo en el que no importará quién perdió y quién venció. Luego Justo me contará que fue una final reñida con el Club Alcaldía de Tocaima, definida por una embocinada del jugador número 2 (jugada en donde el tejo lanzado cae dentro de bocín, con la base superior hacia el tablero y que otorga seis puntos si es validada). “Ya le habíamos ganado una vez al mismo equipo –dirá–. Pero en los campeonatos lo que uno consigue son amistades; todos somos amigos ahí”.

Aunque se dice que es invento del diablo, el tejo, declarado deporte nacional en el año 2000, también tiene himno y oración. Y lo dicho por Justo recuerda un fragmento: “Señor, haz de mí un deportista humilde, ejemplo para mi familia, mi liga y mi club, sin menospreciar a mis contendores, aunque haya obtenido el más grande de los éxitos deportivos”.

Periodista*.