Opinión

El inesperado rol de la promoción 2020

Además de cerrar un ciclo escolar disruptivo y desafiante, estos jóvenes serán los conejillos de indias del modelo de alternancia, un experimento pedagógico y sociológico de fuerza mayor.

Margarita Rojas S.*
21 de junio de 2020
El pasado 11 de junio se celebraron los grados en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Huazhong, provincia de Hubei, China. | Foto: AFP

Llegó el curso que esperaron con ilusión durante toda la secundaria. Llegó el año de ser los grandes, de ser los líderes y dejar huella en el colegio, de estudiar duro y medirse en las pruebas Saber, de presentarse a la universidad y definir los sueños. También el año de la excursión, de la ceremonia con toga y birrete y de la ansiada fiesta de grado. Pero no podrán ni darse un abrazo. O en el mejor de los casos, sólo eso. Que ya es bastante.

A la promoción 2020 le tocó un rol inesperado. Ese grupo de rostros tersos, miradas vivaces, facciones en definición y vellos en desorden, marcará en los anuarios un antes y un después para los colegios. No sólo cierran un ciclo escolar disruptivo y desafiante, con todas sus pérdidas e inesperados potenciales. Los graduados del 2020 serán, además, los conejillos de indias de un experimento pedagógico y sociológico de fuerza  mayor. Conocerán una universidad distinta, con buena parte del encanto eclipsado. No tendrán, al menos en el mediano plazo, ese entorno de libertad e independencia que deslumbra y reta al mismo tiempo.

Más de 1.500 millones de jóvenes de 195 países dejaron de ir a clases presenciales, una interrupción sin precedentes en la historia de la escolaridad. Algunos ya retornaron y muchos siguen esperando luz verde. Cada país crea su propio modelo, sopesando sus recursos y sus miedos.

La Universidad de Cambridge, en Inglaterra, ya optó por la virtualidad durante al menos un año. Cinco de las escuelas profesionales de Harvard harán lo mismo para el próximo semestre. Las universidades colombianas, que podrían enfrentar una deserción sin precedentes, debaten cómo hacerlo. Parece claro que, pese a las restricciones, no podrán apostar por la virtualidad total. Todo indica que habrá una fórmula de alternancia, que no prive a los alumnos de la experiencia presencial.

Sabemos que será obligatorio usar tapabocas, tomarse la temperatura y pasar por cabinas de desinfección al ingreso. También usar rutas de circulación en un solo sentido para recorrer los campus. Sabemos que se evitarán los saludos efusivos, que habrá grupos reducidos deestudiantes ubicados en pupitres distanciados, que no se podrá compartir materiales, que se exigirá lavado de manos recurrente y el menor intercambio personal posible.

En la práctica, es pedir a esos espíritus vitales y traviesos que sacrifiquen los amigos y el encanto. Les pedirán hablar menos, compartir menos, ser menos efusivos. ¿Terminarán por perder la espontaneidad y la alegría? Tal vez estos tiempos de aislamiento los vuelvan más silenciosos, más distantes. Pero, pase lo que pase, no dejemos que nuestros jóvenes se vuelvan menos humanos.

*Directora de información internacional de Caracol Televisión.

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