HISTORIA
Gloria sobre el horizonte
La aviación militar en Colombia despego´ gracias a la participación de un grupo de soldados del Ejército Nacional. Desde esta institución se proyectaba la idea de tener una fuerza que defendiera al país desde los aires. Sin embargo, a lo largo de la historia –que aquí le contamos en detalle–, muchos obstáculos quisieron que este sueño, que comenzó en 1916, se quedara en tierra.
En las filas del Ejército Nacional nació la aviación militar de Colombia. Así lo reseñan los libros de historia y en ellos se habla del Club Colombiano de Aviación, conformado por un grupo de influyentes ciudadanos que en 1916 le insistieron al presidente José Vicente Concha promover el desarrollo de la aviación nacional. La idea era ampliar los horizontes y superar el rezago frente a otros países. En 1919, bajo el mandato del presidente Marco Fidel Suárez, se establece la aviación como la Quinta Arma del Ejército Nacional, después de la infantería, la caballería, la artillería y los ingenieros. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos y luego de ser inaugurada la Escuela de Aviación Militar en 1921, un año más tarde se ordena su cierre por falta de recursos económicos, pero la historia de esta escuela no termina ahí. Mucho tiempo después, en 1953, se construyó la base de Tolemaida, en Cundinamarca, y todas las operaciones toman vuelo de nuevo en 1995. Era oficial: ¡la capacidad de la Aviación del Ejército reiniciaba su operación! Desde entonces se consolidó como un instrumentos de maniobra clave en el desarrollo y éxito de todas las operaciones militares del país. En las próximas páginas le contamos toda su historia.
Con todas las de la ley
Fue la Ley 15 del 7 de septiembre de 1916, aprobada por el gobierno nacional, bajo la administración del presidente José Vicente Concha, la que impulsó la aviación dentro del Ejército Nacional. Durante esa época en Europa la industria bélica y aérea vivía un gran desarrollo debido a la Primera Guerra Mundial. Por eso Concha, en busca de los mejores instructores para sus hombres, ordena una comisión de notables oficiales, suboficiales y civiles para que conocieran y aprendieran, entre otros, sobre procedimientos de guerra, armamento y aviación militar con el ánimo de que ya siendo expertos, algunos de ellos debían convertirse en los aviadores, directores y profesores de una Escuela Militar de Aviación.
Lamentablemente, las dificultades no dieron espera, la condición de guerra en Europa y la falta de recursos no permitió cumplir con lo dispuesto en esta Ley. Un gran aliciente vendría, el 31 de diciembre de 1919, con la expedición de la Ley 126, por parte del presidente Marco Fidel Suárez se estableció la aviación como quinta arma de nuestro Ejército.
A partir de este momento se le asigna un presupuesto nacional y se aprueban una serie de decretos para potenciar su ascenso; uno de estos organizando la Escuela Militar de Aviación, que sería inaugurada el 15 de febrero de 1921 en Flandes (Tolima), con los servicios de una misión francesa para la instrucción y el mantenimiento de las aeronaves adquiridas.
Nuevamente la falta de presupuesto para sostenimiento conlleva a cerrar esta unidad de formación aeronáutica. Por suerte, varios entusiastas no bajan la guardia y tras dos años de gestiones lograron que el presidente de la República, General Pedro Nel Ospina, decretara la reactivación de la Escuela, esta vez en predios de Madrid (Cundinamarca) y bajo el liderazgo de una Misión Suiza comandada por el mayor Pichilody.
En la década de los treinta el conflicto con Perú obliga al país a fortalecer su aviación militar. Con una importante inyección de capital llegan nuevas aeronaves como el Commodore P2Y1, un hidroavión de origen norteamericano, y el Fairchild 22 modelo C7. Fue tal el avance de la industria militar aérea que en 1942 la aviación civil se separa de ella y, dos años después, el presidente Alfonso López Pumarejo sanciona la Ley 102 de 1944 mediante la cual reorganiza a las Fuerzas Militares como: el Ministerio de Guerra, el Ejército, la Armada, y la aviación, esta última comprendiéndose por la Fuerza Aérea Nacional (FAN) y la Aeronáutica Civil.
Con la mirada al cielo
En 1953 el gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla adquiere los terrenos donde crecería el fuerte militar de Tolemaida, en Cundinamarca. Esta reserva estratégica contaría con una pista de tres kilómetros y toda la infraestructura necesaria –oficinas, hangares y diversos espacios– para fortalecer la proyección de la aviación del Ejército.
Ese mismo año el gobierno compra un número considerable de helicópteros que son asignados finalmente a la Fuerza Aérea Colombiana (FAC). Sin embargo, la idea para continuar capacitando personal del Ejército para una futura reactivación de la aviación no se detiene. Es así como en 1981 un grupo de oficiales de esta fuerza es comisionado para integrar el primer curso de pilotos de ala fija en Cali, utilizando los medios aeronáuticos dispuestos por la FAC.
Allí se gradúan 12 de ellos y se convierten en los primeros aviadores de ala fija del Ejército, estos mismos culminaron curso de piloto en ala rotatoria en el Comando Aéreo de Apoyo Táctico No1, también de la FAC. Paralelamente, ese año se inicia el entrenamiento para los suboficiales técnicos en mantenimiento aeronáutico, en las instalaciones del Comando Aéreo de Mantenimiento de la Fuerza Aérea en Madrid, Cundinamarca.
De nuevo la falta de presupuesto genera inconvenientes, los helicópteros adquiridos por el Ejército para el entrenamiento de este grupo de soldados aviadores se ponen a cargo de la Fuerza Aérea y los oficiales y suboficiales se trasladan a las unidades del Ejército. Todos vuelven a asumir sus roles en el batallón, con los pies en la tierra, muy lejos del cielo.
Un regreso esperado
A mediados de 1984 y en los años subsiguientes, el Consejo Nacional de Estupefacientes asigna al Ejército aeronaves tipo Cessana 42 IB, Turbo Comander 695 y Piper Seneca III bimotor, para el apoyo a las operaciones militares desarrolladas y, además, continuar con el entrenamiento de sus tripulaciones.
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Desde entonces los soldados aviadores volvieron para quedarse. Una década más tarde se activó el Destacamento Aéreo del Ejército (DAE), aprobado por el Comando General de la Fuerzas Militares y ratificada por el Ministerio de Defensa Nacional con la resolución I0058/94. No obstante, la mayor victoria llegaría el siguiente año: en 1995 se ordena la reactivación definitiva del arma de aviación del Ejército.
¡Traigan los helicópteros!
El general Harold Bedoya Pizarro llegó al Comando del Ejército Nacional en 1996. Él marcará la historia de la institución. Por su buena gestión el gobierno decide hacer una fuerte apuesta presupuestal y comprar los primeros helicópteros UH-60L y MI-17 IV.
De otro lado, se empieza a construir el Campo Aéreo General Gustavo Rojas Pinilla. En 1997 se crea el Batallón Aerotáctico, con sede en la base militar de Tolemaida –que diez años después se constituye como Batallón de Helicópteros–; su misión es la de ejecutar operaciones de asalto y movimiento aéreo con los helicópteros UH-60 y MI-17.
En octubre de ese año se aprueba la activación del Batallón de Transporte Aéreo. La aviación del Ejército se fortalece con el paso de las décadas. Al inicio del siglo XXI, con el desarrollo del Plan Colombia, esta será vital para apoyar diversas acciones de la Brigada Contra el Narcotráfico, una de ellas será la erradicación de cultivos ilícitos apoyado por helicópteros UH IN, HUEY II y K-MAX.
En 2003, ante el crecimiento de la aviación y la necesidad de continuar el entrenamiento de sus tripulaciones se crea y activa la Escuela de Aviación del Ejército. Comenzará sus labores en Tolemaida, pero un año más tarde se traslada a Bogotá. En 2005 se desactiva el Batallón de Transporte Aéreo pero se activa el Batallón de Aviación No 1, concentrando todos los medios aéreos de ala fija de la Aviación del Ejército.
El arma clave
Antes de terminar la primera década de este siglo, en 2009, se dan todas las condiciones para crear la División de Aviación Asalto Aéreo (DAVAA) del Ejército, bajo el liderazgo del General Javier Enrique Rey Navas. En este punto la aviación de esta fuerza se consolida como el arma de maniobra clave en el desarrollo y el éxito de las operaciones militares.
Actualmente es el Mayor General Juan Vicente Trujillo Muñoz quien comanda esta División, que garantiza la movilidad, la versatilidad y la velocidad de las tropas.
La aviación del Ejército cuenta con una de las flotas de helicópteros de mayor envergadura de la región y es la cuarta operadora de Black Hawk en el mundo, y sus soldados aviadores tienen una gran ventaja gracias a su experiencia operacional en tierra; ellos entienden las necesidades en el campo de combate. Esto ha facilitado la toma de decisiones en medio de las situaciones difíciles y ha garantizado óptimos resultados en las operaciones realizadas. A lo largo del tiempo, en medio de las dudas y las certezas, los aviadores del Ejército hoy pueden vivir la ‘gloria sobre el horizonte’.