EDUCACIÓN

Manuel Uribe Ángel, el sabio de las piedras en los bolsillos

La historia de este médico y filósofo envigadeño debería ser más conocida por los colombianos. La autora de estas líneas nos cuenta por qué.

Pilar Lozano*
1 de agosto de 2018
De niño, Uribe Ángel se interesaba por todo. Tanto, que andaba con los bolsillos llenos de cuanta piedra e insecto encontraba. | Foto: Johnny Nuñez

Me enamoré de Manuel Uribe Ángel hace años cuando por invitación de Colciencias varios escritores recreamos (en una colección juvenil) la vida de personajes que ayudaron a construir a Colombia. Empecé con José María Villa, a quien retraté en el libro El violinista de los puentes colgantes. Esculcando en la historia del siglo XIX y en la vida de este ingeniero antioqueño, lo conocí.

Villa, quien construyó el primer puente colgante de América Latina, y Uribe Ángel, sostenían largas tertulias en tiempos agitados por las guerras y por el interés en comunicar un país desmembrado. Era urgente avanzar, con pasos agigantados, en todas las ramas de las ciencias, en educación, en tecnología. Solo así, sabían, crece un país.

Me pregunté muchas veces por qué en el colegio nadie me contó sus historias. Creo que esos dos, al igual que muchos otros colombianos como Camilo Daza, deberían estar en la lista de personajes que, por inspiradores, deberíamos conocer siendo niños. Fueron soñadores, generosos, apasionados, pusieron por delante los intereses del país y a él dedicaron sus vidas.

Uribe Ángel fue un niño curioso: andaba con los bolsillos llenos de cuanta piedra o insecto encontraba en el camino. Todo le interesaba. Vivía en una casona, con sus padres y hermanos, en el camino que entonces unía a Medellín con Envigado. Un día conoció a don Nicolás, un viejo que vestía ropas muy pobres, iba descalzo y no cobraba nada a los campesinos que llegaban en busca de alivio para sus males. Se volvió su amanuense. Escribía, con pluma de ganso, las recetas que formulaba el viejo. Aprendió a distinguir medicinas frescas de calientes, memorizó fórmulas y empezó a soñar con ser doctor.

A los 14 años, cargado de baúles, viajó a Bogotá. Regresó a Medellín convertido en médico y con estudios en filosofía y latín. Ya mayor, sus bolsillos seguían llenos de piedras y papeles: unos servían para escribir las recetas de sus pacientes, otros, para anotar las curiosidades que encontraba en el camino. Tomaba muestras de agua, recogía piedras y hojas. Invitaba a todos a escribir sus impresiones de viajes. “Las ciencias –decía– ganarían inmensamente con ellos”. Él anotó tanto en sus correrías que nació un libro: Geografía general y compendio histórico del Estado de Antioquia en Colombia. Invirtió sus ahorros en publicarlo. ¡Casi se arruina! Lo dedicó a los jóvenes. Educarlos, motivarlos, inyectarles ese espíritu curioso que él alimentó desde niño, fue una de sus obsesiones.

No olvido la emoción que sentí cuando en el Museo de Antioquia conocí su escritorio portátil. Al abrirlo aparecían los cajones para plumas, papeles y tinteros; cerrado era un pequeño baúl que se podía cargar en las mulas, el medio de transporte en esos viejos tiempos. Y conocí sus jeringas, sus libros y apuntes. Y supe que recogió tantos esqueletos de animales, rocas, hojas y piedras que sirvieron para armar un museo; supe también que fue fundador de la Academia de Medicina de Medellín y que invitó a sus colegas a reportar cualquier enfermedad rara que observaran. Solo con el aporte de todos se logra armar un país, pensaba.

El proceso de investigación y escritura de Manuel Uribe Ángel, el médico y geógrafo que amó a su país fue para mí una verdadera aventura. Y así es como desearía que se leyera este libro de aventuras que va dejando en el camino un montón de imágenes de lo que se vivió en el convulsionado siglo XIX, de ideas, de enseñanzas. Educación y progreso iban de la mano para este hombre liberal y sabio.

“El gobierno que no cumple con instruir no tiene derecho a castigar”. “Las ideas, como impalpables que son, no deben ser extirpadas ni con balas, ni con bayonetas ni con espadas. Deben serlo con ideas más sanas”. “Los vencidos tienen derechos y los vencedores obligaciones”. Todas esas son frases de Manuel Uribe Ángel y más de 100 años después de su muerte siguen vigentes: este país no ha superado aún las inquinas ni los odios.

*Escritora de literatura infantil y periodista.