INDUSTRIA DE VALOR
Un futuro que no depende de las minas
Eso es lo que buscan los programas de capacitación en estética y belleza, talleres de danza, formación deportiva y becas en educación superior que se implementaron en el municipio de Muzo.
Al menos una vez a la semana, una volqueta o ‘voladora’, como se les llama en Boyacá, sale cargada de tierra desde los socavones de las minas artesanales de esmeralda hasta una explanada o la ribera de alguna quebrada, donde tira la carga. Decenas de campesinos la esperan para escarbar entre los desperdicios con la esperanza de encontrar una gema. Con suerte, un guaquero o paleador halla una piedra que vende por máximo 50 dólares, pero por lo general, el botín diario no supera los 10 dólares (30.000 pesos colombianos).
Yadir Alexa Rodríguez dedicó al menos diez de sus 29 años a esa forma de minería, hasta que tuvo a su hija y buscó un trabajo estable. Con el apoyo de Minería Texas Colombia (MTC), hace tres años llegaron a Muzo varios docentes de la caja de compensación Comfaboy para capacitar a mujeres como ella en estética y cosmetología: color, maquillaje, corte, manicura, masajes, tratamientos faciales. Los cursos gratuitos suman 100 horas y exigen cinco meses de dedicación. “Nunca había tenido la oportunidad de estudiar”, confiesa Clara Lucila Bohórquez, la socia de Yadir en el salón de belleza que abrieron a una cuadra de la plaza principal del pueblo.
Viviana Guasca, con apenas 19 años, la más joven del salón, dice que vino a Boyacá detrás de la guaquería pero encontró un verdadero futuro al descubrir que ganaba más con las tijeras que las picas y las palas. “Podemos crecer y convertir esto en un ‘spa”, asegura, entusiasmada. Junto con Clara, Viviana y Yadir más de 200 mujeres de la región se han beneficiado con este programa, y mientras ellas estudian, sus hijos se divierten en la piscina del centro de capacitación, hacen sus tareas escolares y juegan.
Jorge Simbaqueba, uno de los instructores, trabaja con estas mujeres de Muzo en belleza integral básica y avanzada; dos veces por semana emprende una travesía de tres horas para llegar al pueblo, pero se convence de que ese esfuerzo vale la pena cuando termina cada clase. “Lo mejor para un docente es ver que la gente quiere aprender”, afirma. El proceso no termina cuando se va: quienes tienen más experiencia capacitan a las nuevas aprendices y todas practican haciendo cortes gratis y aplicando algunos tratamientos a personas de la tercera edad que habitan la zona.
Por una nueva generación
Luz Aurora Ruiz, una pastelera de Muzo, tiene una hija que hace dos años soñaba con estudiar negocios internacionales, pero parecía imposible costearlo. Gracias a su rendimiento académico, la joven recibió una beca de MTC para habitantes de la región, no trabajadores de la empresa, que le permitió entrar a la Universidad ECCI, en Bogotá. “Con lo que gano, apenas alcanzaría a cubrir los gastos de manutención. No tengo palabras para agradecer porque hoy mi niña está terminando el primer año y sabemos que puede seguir adelante con sus estudios”, cuenta Luz Aurora con una amplia sonrisa.
Así como la hija de Luz Aurora al menos 150 jóvenes de la región han podido dar el salto a la educación superior en más de diez universidades de distintos lugares de Colombia y en programas técnicos y profesionales como derecho, psicología, ingenierías, gastronomía y enfermería, entre otros.
80 personas de los municipios de Muzo y Quípama invierten su tiempo libre en la danza.
Otra beneficiaria es Juliana Castillo: “Mi papá trabaja en MTC y ya llevo dos años estudiando ingeniería de sistemas. La empresa no solo nos ayuda con la matrícula, sino que tengo mucho apoyo para trámites administrativos. No me quiero quedar con un diploma sino estudiar más y ayudarles a mi familia y a mi pueblo”. Su amiga Angie Cadena, que estudia administración de empresas, complementa: “También me gustaría especializarme en ingeniería ambiental para retribuirle a MTC lo que ha hecho por nosotros”.
Maria Luisa Durrane, gerente social de MTC, advierte que “por el individualismo no hay liderazgo en la región. Vamos a estar 20 años aquí, por eso queremos capacitar a la gente para que mejore sus condiciones y se formen líderes. A los becarios les exigimos un promedio, así siguen mejorando. Todo lo hacemos apuntando al desarrollo sostenible de Muzo y Quípama. Hemos visto que los chicos son muy constantes”.
Omar Gómez, empleado de la empresa, confiesa que “sin esa ayuda mi hija no podría estudiar. Esto es un cambio muy grande porque muchos de mi generación no pudimos ni terminar la primaria”. Luz Aurora añade: “Los anteriores dueños de las minas nunca hicieron eso. Hoy se ve que hay gente de la región capacitada y mucha estudiando… y eso ni se imaginaba hace unos años”. Omar concluye que “el estudio es lo más importante, más que cualquier esmeralda”.
Cultura… ¡por supuesto!
Fuera de la mina de MTC también se forjan proyectos artísticos como el grupo Emeraldance, que reúne a nueve parejas de niños y niñas de las escuelas de Muzo y Quípama alrededor de bailes tradicionales de la música andina colombiana. Hoy, además, 80 jóvenes de secundaria demuestran su talento en la danza; junto a ellos, más de 200 estudiantes de diferentes grados han recibido formación deportiva, 20 integran una banda musical y 180 han realizado talleres de manualidades entre sus actividades extracurriculares.
Pero no solo los pequeños aprenden. Cerca de 300 adultos mayores que trabajaron como guaqueros también toman cursos en los que explotan su espíritu artístico. “Queremos mostrar el lado cultural del sector. Por ejemplo, Renacer Minero es un grupo de baile integrado por mayores de 70 años, este año ganó el primer puesto en Romería Folclórica, en el Festival de la Guabina y el Tiple, en Santander”, dice con orgullo Luisa Durrance. “La gente sabe que fueron mineros y se sorprende del talento que tienen”, concluye.
El objetivo de la empresa es realizar actividades para que la comunidad (no solo la que tiene relación con MTC) invierta mejor su tiempo libre y genere un verdadero arraigo por la tierra. En el futuro, espera construir un centro cultural que ofrezca una biblioteca, proyecciones de cine, presentaciones musicales e incluso formación en temas agrícolas en un lugar que se olvidó de su riqueza cultural por centrarse en la minería. Las puestas en escena de Emeraldance y Renacer Minero son un primer paso que les ha permitido a los habitantes de la región evidenciar que en el occidente de Boyacá no solo hay esmeraldas.