Cultura
Miel de maple, tan valiosa como el oro
En medio de los arces rojos que se apoderan del paisaje canadiense se encuentra uno de los productos más emblemáticos del país del norte: el jarabe de arce o miel de maple.
Cada primavera, la naturaleza les da un gran regalo a Canadá y al mundo. Los arces florecen y las hojas, insignia del país, salen a relucir. No es casualidad que el símbolo y el color de bandera vengan de este árbol. Su historia se remonta a 1534 cuando el explorador francés Jacques Cartier llegó a Canadá y vio cómo los pueblos indígenas canadienses clavaban su hacha en los árboles y recolectaban el líquido que se deslizaba por ellos.
La conexión con la naturaleza se observa, sobre todo, en las provincias de Quebec, Ontario, Nuevo Brunswick y Nueva Escocia, cuyos habitantes han formado un tejido cultural alrededor de esta actividad desde que las primeras naciones les enseñaron a los colonos a recolectar la savia y hervirla para obtener la miel dorada.
A medida que los arces crecen, van acumulando almidón que se derrite y se convierte en azúcar cuando el paisaje pasa de ser un tapete blanco de nieve, a un colchón de hojas rojas de arce. Las raíces de los árboles absorben agua haciendo que la savia conserve 97 por ciento de este líquido, además de minerales y ácidos orgánicos que le dan un sabor único a la miel. Para obtener un litro de jarabe se necesitan 40 litros de savia.
Hoy, tan solo Quebec produce 72 por ciento de la miel de arce del mundo; son 13.700 productores organizados en la Federación de Productores de Jarabe de Arce de Quebec (FPAQ, por su sigla en inglés). Esta se encarga, entre otras cosas, de coordinar el control de calidad de los 300.000 barriles de maple producidos anualmente en la provincia francófona.
El desarrollo y aumento de la producción de este jarabe logró que en 2016 se exportara a países como Estados Unidos, Alemania, Japón y Reino Unido, entre otros. Estados Unidos, uno de los mayores importadores, compró más de 200 millones de dólares canadienses en miel de maple. Hoy, más de 45 países alrededor del mundo disfrutan de este producto tradicional canadiense que se vende, también, como azúcar, mantequilla y dulce, entre otros.
El estómago no es el único que se beneficia de este árbol, los pulmones y el ambiente también. Quebec cuenta con 34 millones de árboles sembrados que absorben 962.000 toneladas métricas de dióxido de carbono al año, que se convierten en oxígeno y aire limpio para Canadá y el resto del planeta.