Realismo maravilloso

Magdalena, un destino mundial para el avistamiento de aves

Desde distintos rincones del mundo llegan aficionados para disfrutar de un escenario que alberga el 40% de las especies endémicas del país.

Érika Vanessa Cortés*
27 de junio de 2017
La Santa Marta Parakeet o periquito serrano (pyrrhura viridicata), es el ave emblemática de la Sierra Nevada de Santa Marta y una de las 28 especies endémicas que se pueden contemplar en el Magdalena. | Foto: Ángel Ortiz

El vuelo y el canto de algunas aves han inspirado conocidas canciones, como el joropo Alcaraván compañero o la balada Pobre gorrión. Ahora, los pájaros también descrestan a turistas –procedentes en su mayoría de Estados Unidos y Reino Unido–, que visitan el Magdalena entusiasmados con la posibilidad de apreciarlos, pues en este departamento vuelan más de 40 especies entre endémicas y casi endémicas.

Colombia es un destino obligado para los amantes de las aves y los ornitólogos. Aquí puede apreciarse el mayor número de especies del mundo, cerca de 1.900. Es lo que comenta Jaruen Rodríguez, guía certificado en aviturismo, minutos antes de iniciar un día de pajareo en Minca, un pequeño poblado en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, a 30 minutos de la capital.

Se trata de un lugar especial para el avistamiento de aves, pues al estar en la sierra alberga variedades de especies que habitan entre 0 y 2.500 metros sobre el nivel del mar. “Entre más se ascienda, hay más posibilidades de apreciar especies endémicas”, explica Jaruen, y suelta un dato revelador: el 90 por ciento de quienes practican esta actividad son mayores de 55 años.

El primer ejemplar que se observa durante el recorrido es una ‘reinita’, una especie de ave paseriforme, de las más comunes e inquietantes en el mundo. Para admirar a este pequeño pájaro de alas grises y rabadilla amarilla son indispensables los binoculares y estar atento porque no dura posando en una rama más de cinco segundos.

A este instante se le conoce como ‘lifer’: y es el momento en que se ve por primera vez un ave. Cuenta Jaruen que en una ocasión dos ornitólogos extranjeros saltaron de la emoción, y con los ojos húmedos, se abrazaron después de presenciar una especie que anhelaban observar desde hacía mucho tiempo. “Los avistadores aficionados cargan una lista larguísima de las aves que esperan ver”, comenta el guía.

Los más experimentados van tachando los nombres de las especies que consiguen observar y, en contadas ocasiones, fotografiar. Muchos usan gorjeos grabados para atraer pájaros de especial interés o difíciles de ver. Justamente eso hizo Jaruen para llamar a un cucarachero, un ave que expertos como él reconocen solo con escuchar su trino. De hecho, en su celular este guía tiene una base de datos con más de 5.000 sonidos, entre cantos y reclamos. “Los más largos son los que emiten las aves para cortejar, y los reclamos, muy cortos, para alertar”, cuenta.

Luego encendió un pequeño parlante, que más que amplificar, tiene como propósito emitir los sonidos con la mayor calidad posible para no afectar a las aves, que podrían enfermarse, por ejemplo, con el exceso de reproducciones. Se trata, por tanto, de un recurso no avalado y que solo se les permite a los expertos.

Sin embargo, el cucarachero no se asomó pero sí se dejó escuchar, pues Jaruen empezó a emitir una especie de canto de atracción y el pájaro le respondió desde algún lugar, como si se tratara de un cruce de halagos entre enamorados, lo cual sorprendió a los participantes del recorrido.

Una relación de encanto es la que existe entre el hombre y las aves. Y en este turismo de contemplación, los ‘pajareros’ contagian pasión, aportan literatura especializada y promueven prácticas incluyentes y responsables.

*Periodista de Especiales Regionales de SEMANA.