Agro
Comercio electrónico, ¿el futuro del agro en Colombia?
La pandemia aceleró el uso de canales digitales para comercializar los productos del campo, sin intermediarios. Garantizar la conectividad en las zonas rurales, el desafío para que el sector le saque provecho a la tecnología.
Fredy Cruz llegó a la central de abastos de Bogotá una madrugada de 2012. Había recorrido 36 kilómetros desde su finca en el municipio de Chipaque, Cundinamarca, para vender su cosecha de 150 kilos de papa. Según sus cuentas, necesitaba recibir al menos 50.000 pesos por carga para que la producción fuera rentable. Sin embargo, solo le ofrecieron 27.000. Ese día, la indignación le hizo prometer no volver a la central de abastos y encontrar alguna alternativa para vender sus productos. La solución llegaría muchos años después, con la llegada del comercio electrónico al sector agropecuario.
En Colombia la cadena de comercialización de productos agropecuarios puede incluir hasta seis intermediarios antes de llegar al consumidor final. Esta dinámica supone un incremento de los precios, pero no se traduce en mayores beneficios para los campesinos. De hecho, un estudio de la FAO realizado en Antioquia en 2016 evidenció que el productor solo recibe un 7 por ciento del total de la utilidad generada, mientras que el consumidor paga hasta un 550 por ciento más sobre el costo de producción. Esto se debe a que “son los intermediarios quienes tienen las relaciones comerciales para vender los productos y por lo tanto pueden establecer los precios”, explica Yubisa Arredondo, coordinadora de enlaces de economías propias de la Red Nacional de Agricultura Familiar (Renaf).
Con la irrupción de las nuevas tecnologías al sector agropecuario, especialmente para impulsar el comercio electrónico, se están generando nuevas alternativas para campesinos como Fredy Cruz, con menos intermediarios y un mayor control sobre los precios. Un ejemplo de ello es el caso de Huertos de la Sabana. Este emprendimiento, conformado por 30 pequeños productores de Chipaque, se apoyó en las redes sociales para sumarse a la ola de comercio digital a principios de la pandemia. Lo impulsó la iniciativa de la familia de Nubia Gaona, una de las integrantes de Huertos de la Sabana, quien en abril decidió crear su propio canal de YouTube para enseñarles a cultivar a las personas en sus apartamentos. En solo cuatro meses ‘Nubia e hijos’ consiguieron más de 600.000 suscriptores, los cuales le brindaron a la empresa un terreno firme para lanzar su primera plataforma de e-commerce.
“Gracias a ella, hoy en día podemos vender directamente a las familias, sin los abusos de los intermediarios y fijando nuestros propios precios. Ha sido un impulso tan grande que estamos recibiendo unos 1.000 pedidos semanales”, explica Sigifredo Moreno, fundador de Huertos de la Sabana y vecino de la familia Gaona. La tienda virtual, a través de la cual se comercializan productos como papas, arándanos, lechonas y postres, cuenta con su propia plataforma de pago en línea y permite gestionar envíos a nivel nacional.
Tendencias
En mayo, Fredy Cruz decidió sumarse a esta iniciativa digital impulsada por sus vecinos, con buenos resultados para su estabilidad financiera. Si antes la incertidumbre no le dejaba dormir en las noches previas a la cosecha, ahora por fin gana lo suficiente como para ahorrar.
El campo a un clic
El uso de plataformas de comercio electrónico entre los pequeños productores no es nuevo. Emprendimientos como Comproagro en Boyacá y SiembraViva en Antioquia llevan años haciendo uso de esta tecnología para brindar alternativas a los campesinos. En Bogotá, una de las iniciativas pioneras es La Canasta, que desde 2012 vende productos agroecológicos a través de su plataforma de e-commerce. Las 50 familias asociadas a la empresa se reúnen dos veces al año para planear la siembra y fijar los precios de los productos que posteriormente se anunciarán en la web.
“Nosotros empezamos con el comercio en línea en un momento en que era una tecnología muy incipiente en Colombia. Eso nos permitió estar ya preparados para las necesidades que trajo el covid-19, porque nadie quería tocar efectivo ni podía salir de su casa”, cuenta Marianne Torres, una de las socias de la empresa. De hecho, el gran aumento de pedidos durante las primeras semanas de la emergencia provocó el colapso de la plataforma.
Una experiencia similar vivió la empresa antioqueña Agrobad, que en pocas semanas pasó a recibir entre 500 y 600 pedidos semanales en su página web y redes sociales. “Definitivamente el futuro del agro está en el comercio electrónico. Tenemos que sacarle la mayor cantidad de provecho a las nuevas transformaciones digitales -redes sociales y e-commerce-, sobre todo ahora que la gente está más interesada en comer más sano y en pagar un precio justo para los campesinos”, afirma Yuliana Díaz, cofundadora de la compañía.
La pandemia también ha acelerado el uso de otras herramientas tecnológicas para la comercialización de productos del sector agropecuario. De la mano de la Renaf, han surgido iniciativas como mercados campesinos por Whatsapp en Mocoa y Villavicencio y por Google Drive en el Quindío.
Adicionalmente, el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural lanzó el programa ‘El campo a un clic’, que busca conectar estos emprendimientos innovadores con campesinos de todo el país para impulsar el modelo de agricultura por contrato. “Para principios de agosto, ya teníamos 29 plataformas funcionando dentro del programa, 3.439 organizaciones de productores y más de 40.000 usuarios registrados que se inscriben y pueden, dependiendo del tipo de plataforma a la que se asocien, presentar sus productos e incluso realizar sus propias transacciones”, explica el ministro, Rodolfo Zea Navarro.
Consumidores más conscientes
Para potenciar el comercio electrónico entre los productores campesinos es indispensable cerrar las brechas de conectividad en las zonas rurales. En 2018, el Dane calculó que sólo el 16,2 por ciento de los hogares en centros poblados y rurales dispersos tenían conexión a internet. “La meta del Gobierno es llegar al 70 por ciento de cobertura rural. Mientras tanto, estamos proponiéndole al Sena y a las alcaldías implementar la conectividad en espacios de la institución o en las escuelas del municipio en donde los productores puedan ir a hacer la venta de sus productos”, aclara Zea.
Arredondo considera que también es necesario consolidar el cambio cultural que produjo la emergencia sanitaria. “Si como consumidores empezamos a tener conciencia de lo que compramos, hay posibilidad de poder mantener estos espacios. Tenemos que valorar el trabajo de los productores todo el tiempo y no sólo llamarlos héroes durante la pandemia”, advierte. Por su parte, Fredy Cruz apunta que este cambio de mentalidad también debe acompañarse de una apropiación de la tecnología de parte de los agricultores. “Sería muy bueno unirnos con otros campesinos, porque la unión hace la fuerza”, concluye.