La vía del progreso

Las playas del surf en Santa Marta

Las facilidades de acceso, grandes olas y la Sierra Nevada como telón de fondo están impulsando el boom de este tipo de turismo.

27 de junio de 2017
El ‘boom’ del turismo de surf en el Magdalena se debe a la facilidad para acceder a las playas. | Foto: César David Martínez

El surf es toda una filosofía de vida y su principio fundamental radica en la búsqueda de la ola perfecta. Quien lo practica lo intenta una y otra vez hasta lograrlo, alcanzando lo que llaman “la verdadera felicidad”.

Hay registros de la existencia del surf desde hace más de 500 años en las islas de Polinesia. Sin embargo, fue en la década de 1960 cuando cobró protagonismo y comenzó a practicarse en muchos países.

Los amantes de este deporte se caracterizan por su espíritu viajero. Anualmente surfistas nacionales y extranjeros, principalmente de Bogotá, Medellín, Estados Unidos, Europa y Australia inundan las playas del Magdalena por su fácil acceso y el poder de sus olas que se encuentran todo el año.

Para pasar unas vacaciones al mejor estilo de los surfistas, lo primero que hay que tener en cuenta es que esta zona ofrece campamentos o puntos de reunión para practicar esta actividad: las playas de Barlovento, Los Naranjos, Los Ángeles, Casa Grande y Costeño Beach. Esta última es muy apetecida debido a que, además de tener escuela de surf y alquiler de tablas, ofrece hospedaje, restaurante, bar y programas al aire libre como clases de baile y yoga.

Costeño Beach está a 50 kilómetros del centro histórico de Santa Marta. Desde el mercado de la ciudad salen constantemente buses hacia Palomino, que hacen paradas cerca de estos campamentos. El pasaje cuesta 7.000 pesos y la tarifa de taxi es de 80.000 pesos, aproximadamente.

Durante el trayecto se disfruta de un paisaje natural, lleno de árboles, rodeado de montañas, con un clima muy fresco y agradable. La carretera se encuentra en buen estado, así que el viaje transcurre con tranquilidad y seguridad.

El ambiente de la comunidad surfista se siente enseguida. Lo primero que se observa son las distintas variedades de tablas, un tablero con los horarios de las clases y sus tarifas, que están entre 60.000 y 80.000 pesos para una sesión de dos horas.

Sus dueños son los hermanos canadienses Colm y Brian Rea, amantes del surf. Ellos han cuidado cada detalle de este lugar, que abrieron hace seis años luego de vivir diferentes experiencias en el país alrededor de este deporte.

Colm Rea afirma que la comunidad de surfistas “es muy amable y Costeño Beach es un negocio construido con mucho cariño. Comenzamos dictando clases, comprando y alquilando tablas de surf y vimos el potencial de la zona para su práctica. Un día conseguimos un buen terreno e iniciamos poco a poco la construcción del campamento. La gente de la zona nos colaboró mucho”.

Para Colm, surfear es desconectarse del mundo: cero celulares, nada de internet, un tiempo para él y para compartir con los amigos. Generalmente, los surfistas que se hospedan en Costeño, como comúnmente lo llaman, visitan las playas aledañas: Casa Grande y Los Naranjos, donde también disfrutan de buenas olas.

Según el entrenador de surf Felipe Muñoz, para ser un buen surfista se necesita mucha práctica y entrenar por lo menos dos veces al día, mañana y tarde, si es posible. “Hay que cuidar muy bien la alimentación, tener buen estado físico, saber nadar y, sobre todo, ser constante. Cada quién tiene una curva de aprendizaje, es cuestión de técnica y, en realidad, de llevar el proceso de manera muy personal”, explica.

Muñoz, profesional en Administración de Turismo Sostenible, le dedica su vida a este deporte: “El surf en el Magdalena está en etapa de crecimiento. El apoyo entre la comunidad surfista es notorio. Muchos generan proyectos para enseñarles a niños y adolescentes en etapa escolar”.

Y enfatiza en que el boom del turismo de surf en el departamento se debe a la facilidad para acceder a las playas. “Muchos emprendedores han aprovechado este momento para abrir hostales y ofrecerles a los viajeros todas las comodidades mientras se divierten con las olas. Cuando tienes la posibilidad de dormir frente al mar, estar tranquilo, seguro y tener lo básico para vivir, es más fácil dedicarle todo el tiempo a surfear”.