Más allá de los sueños
Fútbol por la paz
Todos los lunes y viernes, un grupo de niños juega en el estadio de la Universidad del Magdalena, mientras se apropia de valores como el respeto y el compañerismo.
En 1996, después de la muerte del futbolista Andrés Escobar, nació en Medellín el programa Fútbol por la Paz. Sus gestores, un profesor de educación física y un estudiante de la Universidad de Antioquia, organizaron un partido entre dos de las pandillas más peligrosas de la ciudad para lograr un acuerdo de convivencia.
El fútbol se convirtió en un arma de juego para la negociación de sus diferencias y problemas. Desde entonces, varias organizaciones y fundaciones adoptaron esta metodología para implementarla en su contexto social. En 2012 el turno le correspondió a la Universidad del Magdalena, que firmó un convenio con la Fundación Casa en el Árbol, para implementar el programa de Fútbol por la Paz en el barrio Los Milagros de Santa Marta.
Un año después, la institución decidió organizar un evento deportivo, al que invitó a todos los menores de edad que viven en la periferia del campus, para que compartieran una tarde de fútbol con los niños de la fundación. Pablo Vera Salazar, en ese entonces vicerrector de Extensión y Proyección Social y hoy rector de la institución, quiso utilizar este proyecto para atender la problemática social de los barrios que se encuentran en las inmediaciones de la universidad.
Fútbol por la Paz busca incentivar la adopción de valores, la convivencia pacífica, construir tejido social, promover la inclusión de género, la equidad y la resolución de conflictos en las comunidades de Santa Ana, Las Malvinas, 8 de Febrero, Cerro de las Tres Cruces, Boulevard de Las Rosas y Villa U.
Juan Carlos de la Rosa Serrano, vicerrector de Extensión y Proyección Social de Unimagdalena, confirma que ya son 150 niños, entre los 5 y 17 años, los beneficiarios del programa. “Con Fútbol por la Paz buscamos que los niños estén concentrados en sus estudios y en esta actividad. No existe momento para la violencia, para el consumo de drogas, ni para la delincuencia. Como universidad tenemos la responsabilidad de que nuestro entorno tenga también las posibilidades de crecer y surgir”.
Harold Llanes, coordinador del programa y egresado de la Licenciatura en Educación Física, Recreación y Deportes de la Universidad, advierte que en los partidos se crean pactos de convivencia. “El primer gol tiene que hacerlo una niña, así todos en el equipo deben trabajar para ellas y se genera compañerismo, lazos de amistad”.
También cuenta que cuando los invitan a torneos, siempre son el equipo revelación por su actitud al momento de finalizar el partido. “A pesar de que les hagan diez goles, los niños salen felices, van donde el equipo rival, le dan la mano y las gracias por haber participado. Estas son las acciones que los hacen mejores personas. De nada sirve ganar si hacemos trampa o jugamos sucio”.