CULTURA

La casa donde viven las Barbies en Bogotá

Esta es la historia de Érase una vez, hogar de más de 300 barbies clásicas, ubicado en una de las calles más emblemáticas de la ciudad.

29 de diciembre de 2018
Silvia Montañés es coleccionista desde hace más de 60 años. | Foto: Julián Galán

Por: Lina Niebles*

Estoy sentada frente a Javier Londoño, periodista investigativo y estudioso de temas de ciudad, específicamente de Bogotá. Cuando le pregunté por la historia e importancia de la calle de los anticuarios, lo primero que me dijo fue que en realidad se llama calle de Santa María de los Ángeles. Su nombre lo recibe por la iglesia aledaña, ubicada en la calle 79B con Séptima que se denomina igual y que algunos reconocen como parroquia de Santa Mónica, inaugurada en 1920.

La constructora de la capilla fue Margarita Holguín y Caro, una de las principales exponentes del arte impresionista en Colombia. La parroquia estuvo inspirada en una iglesia que Holguín y Caro conoció en un pequeño pueblo de Normandía, Francia. Esta mujer, apasionada por el arte y la espiritualidad, donó la capilla a la comunidad agustina en 1948 y desde esa época la ‘calle de los anticuarios’ está en función de ella.

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En esta calle privada con vía comunal, comenzaron a asentarse hace 30 años los primeros anticuarios, de los que hoy solo quedan cuatro o cinco. En 2013 llegaron nuevas tiendas en las que no se vendían antigüedades –objetos que deben tener mínimo 150 años para considerarse como tal– sino artículos de diseñadores de moda, interiores y los servicios de una wedding planner (planeadora de bodas). Desde este lugar ese año, con muchas de sus casas declaradas patrimonio arquitectónico de la ciudad, se convirtió en un espacio donde predominaban el diseño y la moda.

La transformación ha sido notoria. En una de sus investigaciones sobre Bogotá, Londoño asegura que “lo que era una comunidad rural se convirtió en un pequeño conjunto residencial” y posteriormente, comercial.

Sacado de un cuento

Cerca de esta emblemática calle, en la 82 con carrera novena, se encuentra Érase una vez. Por fuera luce como una simple casa de dos pisos de la localidad de Chapinero, pero por dentro es un anticuario que parece sacado –como su nombre lo indica– de un cuento de hadas. Nació hace 25 años y hace nueve lustros contaba con cerca de 1.000 objetos y con una colección especial compuesta por más de 300 barbies clásicas.

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Pertenece a Silvia Montañés, una coleccionista de más de 60 años que irónicamente se parece a una de estas muñecas por su piel supremamente blanca, pelo rubio –ahora canoso– y ojos azul claro.

Su colección de barbies, una de las más completas del país, llegó hace tan solo siete años al anticuario. La verdadera dueña de las muñecas era Carolina Alzate –mamá de Silvia y quien según ella “era una coleccionista compulsiva, todo se le volvía colección”–. No es seguro el cómo las mantuvo escondidas por más de 50 años, lo que sí se sabe es que “las fue adquiriendo poco a poco en diferentes anticuarios, subastas y almacenes especiales alrededor del mundo. Pero siempre fue un secreto”, asegura Silvia.

Al principio la colección estaba compuesta por 65 barbies, pero durante los últimos años se han sumado nuevas piezas y otras muchas se han vendido (por el local han circulado más de 600 novias de Ken). Cuando las hermanas Montañés las encontraron, las cajas estaban sin abrir, sin estrenar y en perfecto estado. Con el paso del tiempo se dieron cuenta de que podían ser un buen negocio porque gran parte de las muñecas pertenecen a una colección privada y no se consiguen en el mercado local.

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Otras evocan clásicos del cine (como El mago de Oz) o están hechas de porcelana, y aunque en principio no estaban en venta, han interesado mucho a los coleccionistas. “Cuando hay gente que las desea tanto, ya no te da pesar venderlas. Aunque parezca absurdo, no sientes que te las compraron, las estás dando en adopción”, agrega la mujer de los ojos azules.

Las barbies más costosas de Érase una vez hacen parte de la edición ‘Los Bailes’. Se llaman Tango, que con su vestimenta verde, morada y azul simula a un pavo real, y Charleston, que utiliza un vestido de los colores del atardecer y un abrigo de piel. Ambas muñecas son de porcelana, miden aproximadamente 33 centímetros y tienen un valor de 2.500.000 pesos, ya que los vestidos fueron diseñados por el precursor de la imagen exagerada, Bob Mackie, conocido como el ‘Sultán de las lentejuelas’, quien ha creado extravagantes piezas para celebridades como Joan Rivers, Cher y Tina Turner.

La tradición de los anticuarios en la capital se ha ido perdiendo; hace 20 años había más de 100 y hoy no quedan más de 30. Aun así, todavía hay personas dedicadas a mantener estos lugares llenos de historia, de valor sentimental, espacios para recordar.

*Periodista de Especiales Regionales de SEMANA.