OPINIÓN

¿Qué hacer con el norte de Bogota?

El exgobernador de Santander y Premio Nacional en la lucha contra la pobreza busca dar respuesta a esa pregunta mientras atraviesa, de punta a punta, esa región de nuestra ciudad.

Richard Aguilar Villa*
17 de noviembre de 2017
Para Aguilar "Es necesario mantener la seguridad en Chapinero para seguir disfrutando de sus atractivos y fortalecer el uso de la bicicleta". | Foto: Julián Galán

Hace poco supe que en la parte alta de la localidad de Usaquén existía un antiguo castillo, con su torre de piedra y su aire medieval. Una mañana, la curiosidad me llevó hasta ese lugar del barrio Buena Vista, arriba de la carrera Séptima. Ahí pude verlo, a la orilla de la vía. Es más pequeño y menos imponente que el famoso castillo Marroquín, ubicado en las afueras de Bogotá. Tiene las paredes revestidas con esa piedra de color amarillento que los habitantes de la capital podemos ver en varias edificaciones públicas del centro.

Además del castillo me sorprendió comprobar que a medida que avanzaba hacia el norte, por la carrera Séptima, los trancones se hacían más dramáticos. Sectores como Lijacá, San Cristóbal y El Codito (que ya tiene 17 barrios) crecen todos los días; en cambio, la construcción de nuevas vías es demasiado lenta y dispendiosa.

También pude constatar cuál es la realidad de estos barrios. Muchos de ellos han sido construidos a pulso por sus habitantes que son, en su mayoría, de origen campesino y suelen tardar más de una hora en bus y en TransMilenio para llegar a sus lugares de trabajo.

Regresé a Chapinero un poco exhausto por los trancones. Antes de volver al apartamento quería visitar el templo de Lourdes, caminar por la carrera 13 hasta la calle 53, donde en mi niñez funcionaba el Inurbe; pasar por las librerías de Quinta Camacho y, al final, detenerme en un restaurante de la zona G, a donde voy esporádicamente. La oferta de Chapinero es, quizá, la más diversa de Bogotá: caminatas por los cerros, centros comerciales, universidades, hoteles, anticuarios, panaderías y ‘rumbeaderos’.

El fugaz recorrido por estas localidades me dejó varias inquietudes: es necesario hallar soluciones para el problema de movilidad en el extremo nororiental de Bogotá; mantener la seguridad en Chapinero para seguir disfrutando de sus atractivos y fortalecer el uso de la bicicleta (la ciudad tiene 476 kilómetros de ciclorrutas y esta administración se comprometió a entregar otros 120 kilómetros para conectar directamente cinco localidades: Los Mártires, Santa Fe, Teusaquillo, Barrios Unidos y Chapinero).

Estas obras habría que complementarlas con programas que involucren a los jóvenes, que son los mayores usuarios de las ciclorrutas, y con acuerdos ciudadanos para evitar que las calles no luzcan tan caóticas como esta tarde, a las tres, en los alrededores de Lourdes.

*Exgobernador de Santander y Premio Nacional en la lucha contra la pobreza.