CULTURA

Del cinematógrafo de los Lumière a 'El abrazo de la serpiente'

Desde finales del siglo XIX la cinematografía francesa ha servido de inspiración y apoyo a la filmografía nacional. Nuestras leyes de Cultura y Cine le deben mucho a las normativas de Francia.

Julián David Correa / Escritor, realizador audiovisual y gestor cultural.
27 de julio de 2019
Francia es uno de los principales coproductores extranjeros del cine en Colombia. Una de las películas que han desarrollado ambos países es 'El abrazo de la serpiente'. | Foto: Andrés Cordoba.

Francia y Colombia nunca han estado lejos. En las bibliotecas de nuestro país, y en las salas de cine alternativo y comercial siempre hay puertas que nos comunican con tierras francesas. Tal vez aquella conexión comenzó en nuestra niñez, con las novelas de Julio Verne, creció con las obras de Víctor Hugo, Rimbaud y Baudelaire; y continuaría con las imágenes inolvidables del cineasta George Méliès. En la novela De la tierra a la luna, escrita por Verne en 1865; y en la película Viaje a la luna (1902), del realizador francés, se encuentra la certeza del valor de las artes para una nación que respeta su patrimonio y que a través de ellas mantiene su presencia en el mundo.

Francia siempre ha hecho parte del cine colombiano. En 1895 los hermanos Lumière inventaron el cinematógrafo, un aparato que podía registrar y proyectar las imágenes en movimiento; esta caja atrapaba, liberaba y creaba la liturgia cinematográfica. Y era bien distinta al kinetoscopio creado por el estadounidense Thomas Alva Edison, que se ofrecía como una máquina tragamonedas para consumir, en solitario, unos segundos de movimiento.

A finales del siglo XIX llegaron a nuestro país el cinematógrafo de los franceses y el vitascopio del norteamericano. Así, en ferias, circos y teatros como el Municipal de Bogotá, o el Borrero de Cali, empezamos a descubrir el cine. La empresa de los Lumière les pedía a sus operadores que captaran imágenes de cada nación donde asentaban el trípode, y así lo hicieron en Colombia.

Hasta la Primera Guerra Mundial, que arrasó Europa, los mayores exportadores de cine eran Francia e Italia. De hecho, las compañías cinematográficas más antiguas del mundo siguen siendo dos francesas: Pathé y Gaumont. Los temas, las estéticas y los géneros del cine galo fueron modelos por seguir para nuestros realizadores.

Hasta 1997 el cine colombiano siempre estuvo a punto de nacer, con la pasión de breves periodos y obras aisladas.

En los años sesenta el país y el continente se rebelaron contra ese destino que era común a muchas naciones, y afirmaron que el cine existe con base en escrituras directas, cámaras que salen a la calle y relatos sin pirotecnia.

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El ejemplo de la Nueva Ola Francesa (Nouvelle Vague) fue fundamental para redescubrir la esencia del cine de toda América. En 1971, en Colombia, se creó la Cinemateca de Bogotá, la institución estatal que más apoyo le ha brindado a la cinematografía nacional a través de su historia. Esta se fundó siguiendo el modelo de la Cinemateca Francesa (fundada en 1936). Y fue en París, en las salas de esta institución y bajo el marco reflexivo de la revista Cahiers du Cinéma –que comenzó a publicarse en 1951– donde se incubó esa Nueva Ola que inspiró a los directores de las naciones americanas. Todo gran escritor fue primero un gran lector.

El cine colombiano cambió porque a finales de los noventa el Estado por fin comprendió la importancia de este arte; que también es una industria. La transformación empezó con la creación del Ministerio de Cultura en 1997, con el que llegaron Proimágenes –en 1998– y la Ley de Cine con su Fondo de Desarrollo Cinematográfico –en 2003–. La experiencia y las normas francesas les sirvieron de inspiración y objeto de estudio a nuestras leyes de cultura y de cine. De hecho, el caso del CNC (Centre national du cinéma et de l’image animée) que los franceses crearon en 1946 es emblemático.

Hoy, el cine colombiano continúa unido al francés. Muchos de nuestros cineastas estudiaron en Francia y varios creadores comparten nacionalidad: el brillante montajista Etienne Boussac (El abrazo de la serpiente, El silencio de los fusiles, entre otras) y el guionista y realizador Jacques Toulemonde (coescritor de El abrazo de la serpiente y Pájaros de verano, y director de Anna), son solo dos ejemplos. El Estado francés ha sido socio de nuestro cine, el CNC ha premiado proyectos nacionales y la agregaduría audiovisual de la Embajada de Francia ha sido un constante aliado que impulsa la exhibición de películas francesas, las coproducciones entre los dos países y la formación de nuevos cineastas.

¿Por qué Francia apoya su cinematografía? Porque la escritura con imágenes en movimiento, sin importar la pantalla que habite, es un arte que reflexiona sobre la historia de la especie y sobre lo que podemos ser; porque el cine es un patrimonio capaz de presentar otros patrimonios. El cine es creación y exhibición, pero también es gestión de leyes e instituciones estatales, es apoyo al emprendimiento de los empresarios, es formación del talento humano y preservación de la memoria audiovisual. En todas esas áreas Francia ha sido un ejemplo y un aliado.