ALIMENTACIÓN

Está bien regalar flores, pero es mejor comérselas

Colombia es una potencia floricultora, así que, como sugiere el autor de este texto, incluya a los deliciosos pétalos nacionales en su dieta diaria.

Daniel Campo*
3 de mayo de 2018
El uso de las flores en la cocina es milenario. En la Edad Media, por ejemplo, se consumían flores de calabaza y la mermelada de rosas. | Foto: Cortesía Alex Nessim

Las flores han estado presentes en la gastronomía colombiana desde tiempos inmemoriales, pero solo hace 15 años se convirtieron en tendencia mundial. Sus colores, texturas, olores y sabores permiten crear todo tipo de recetas culinarias. Además, se comprobó su alto contenido en biopigmentos, que contienen propiedades antioxidantes y vitaminas A, B, C, D y E, esta última, ideal para el cuidado de la piel.

Hoy existen 300 especies de flores comestibles reconocidas en el mundo, de las cuales 90 por ciento se pueden cultivar en Colombia debido a su variedad de pisos térmicos. Esta lista podría ser mucho más extensa si se considera que hay más de 257.000 plantas florales de las que aún no se ha identificado su potencial alimenticio.

Nuestro país es conocido por la calidad y la variedad de sus flores ornamentales y, gracias a su favorabilidad climática, podría ser la gran huerta del mundo. A partir de este potencial nació Natunova, una empresa enfocada en el cultivo y comercialización de flores comestibles para el sector de hoteles, restaurantes y cafés (Horeca). Comenzamos con el cultivo experimental de tres especies andinas (capuchinas, begonias y marigold), y en 2010 apostamos por obtener la validación del mercado de la mano de chefs innovadores de Bogotá, Cali y Cartagena.

En 2014 viajé a Francia para estudiar Administración Responsable en Audencia Business School de Nantes. Años después regresé al país con mayores conocimientos y proyecciones que me permitieron ampliar el portafolio de las especies. En esa época iniciamos el cultivo de otros vegetales e implementamos un programa de exploración de ingredientes autóctonos para la cocina colombiana en conjunto con la fundación Farallones de Cali, con la que realizamos expediciones regulares para identificar especies silvestres con propiedades gastronómicas, que podían ser reproducidas.

Todos estos esfuerzos permitieron que el cultivo de flores destinadas al consumo sea una alternativa atractiva para el agro colombiano. Con esta iniciativa se benefician familias enteras dedicadas a la producción, cosecha, empaque y comercialización de estos productos. Hoy nos encontramos en proceso de tecnificar nuestras estaciones de cultivo para comenzar pronto a exportar a Estados Unidos, Canadá y algunos países del Caribe.

*Fundador de Natunova.