ALTRUISMO
Así es el comedor que alimenta a los inmigrantes de Venezuela
Se llama La Divina Providencia y está a 100 metros del puente internacional Simón Bolívar. Nació por petición del papa Francisco y da de comer a más de 3.000 personas cada día.
A menos de 100 metros del puente internacional Simón Bolívar, que comunica a Venezuela con el corregimiento de La Parada (a diez kilómetros de Cúcuta), manos desinteresadas sirven sin costo 3.000 raciones de alimentos a inmigrantes del país vecino.
Se trata de la Casa de Paso Divina Providencia, auspiciada por la Diócesis de Cúcuta, que existe para calmar el hambre de niños, mujeres y adultos mayores que llegan a Colombia en busca de un mejor futuro. Sus voluntarios les ofrecen en las mañanas un café con pan o avena; y a mediodía almuerzos completos que se convierten, muchas veces, en la única comida a la que pueden acceder los inmigrantes.
El 5 de junio de 2017 este espacio abrió sus puertas para responder a la petición especial del papa Francisco a la Iglesia. Cuando comenzó sus labores, Divina Providencia de Cúcuta brindaba 100 almuerzos diarios a los venezolanos, “cucharadas de bondad”, les dicen. Esta cifra ha ido aumentando gracias a las organizaciones aportantes de víveres.
El sacerdote David Cañas, director de la organización, afirma que a partir de diciembre del año pasado han ofrecido “café con pan a 1.500 personas en la mañana y servimos entre 1.500 y 2.000 almuerzos a igual número de visitantes. Además, 25 venezolanos trabajan voluntariamente para lograr una tercera comida”.
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Uno de los colaboradores, Diomel López, dejó en Maracaibo a su madre, a su esposa y a sus dos hijas para probar suerte en Colombia. Él encontró en esta organización un lugar ideal para ganarse el sustento diario. Su trabajo consiste en preparar dos bultos de arroz y adobar la carne o el pollo, que posteriormente comparte con sus compatriotas.
“Vendía jugos en el puente internacional y me alimentaba en la Divina Providencia. Luego les pedí trabajo y me gané la tercera comida. Empecé cortando leña y lavando ollas. Ahora tengo desayuno, almuerzo y cena”, cuenta.
Bendito alimento
Tras una corta oración, las mujeres, los abuelos y los niños se disponen a comer. A las ocho de la mañana termina la primera etapa de alimentación y se inicia la logística para el almuerzo. Para acceder a él, los beneficiarios deben presentar una ficha que les dan los colaboradores.
Para los venezolanos es muy importante conseguir el tiquete color verde que les permite acceder al almuerzo de la Divina Providencia. Tanto, que algunos viajan desde poblaciones como San Cristóbal (a 45 minutos de Cúcuta) y de otras ciudades más lejanas, como Barinas, que está a más de cinco horas en bus, para comer el plato de sopa, el arroz, la carne, la ensalada y el jugo.
Entre ellos está Lizbeth Monsa, madre de Dominic, un bebé de 22 días que nació a los ocho meses de gestación. “Veníamos de una semana dura. Tenemos otros cuatro hijos y necesitábamos dinero para darles de comer. La fecha del parto trabajé todo el día, creo que el sol y el cansancio me adelantaron el bebé”. Ahora, mientras su esposo vende en las calles, ella se encarga de asegurar el alimento del resto del hogar.
Entre los aportantes a este y otros 14 comedores más que hay en Cúcuta se encuentra el Programa Mundial de Alimentos (PMA) cuyo coordinador regional es Ricardo Suppo. “En esta ciudad trabajamos con los Misioneros de San Carlos, abastecemos sus cuatro comedores. También proporcionamos alimentos a las organizaciones católicas Papa Francisco, Las Rosas, El Oasis y Hermandad de La Nueva Vida. Desde principios de junio fortalecimos el programa con 5.500 comidas calientes diarias”, afirma Suppo. Además de colaborar en Colombia, el PMA está presente en 80 países donde hay situaciones similares de emergencia migratoria.
Para sostener un comedor se requiere un promedio de 5 millones de pesos diarios. Por eso el Programa Mundial de Alimentos y otras organizaciones como Caritas Colombia, la Iglesia de Chile y Advenia han brindado apoyo a esta causa.
*Periodista.