HISTORIAS

Así renace la ilusión de tres venezolanos en Colombia

Iron, Gregori y Fabiana partieron de su tierra para empezar una nueva vida en nuestro país. ¿Cuáles eran sus expectativas y con qué se encontraron? Aquí se lo contamos.

25 de septiembre de 2018
En diciembre de 2017 Iron Suárez y su familia decidieron dejar Caracas para empezar sus vidas en la capital nariñense. | Foto: Archivo particular

Pasto, tierra querida

En diciembre de 2017 Iron Suárez y su familia decidieron dejar Caracas para empezar sus vidas en la capital nariñense. Con 200 dólares prestados dieron inicio a su travesía. Cruzaron la frontera por Maracaibo y luego pasaron por Maicao, en La Guajira, dentro de un camión que parecía sudar por dentro. En ese vehículo iban Iron, su hija, su suegra y su esposa, quien tenía tres meses de embarazo –pero solo ellos dos los sabían–, “no queríamos que la madre de ella se preocupara”, dice el joven de 23 años.

Después de cuatro días de recorrido llegaron a Pasto. Era víspera de Navidad. “La verdad me llevé una sorpresa”, dice Iron, quien en medio de su inocencia creía que la capital nariñense tendría el mismo clima de Cali, por donde tambien pasaron. “Y justo llegamos en la madrugada”, dice, entre risas.

Estas anécdotas son reconfortantes para alguien que emigró con la ilusión de ofrecerles un mejor futuro a sus hijos, “mi expectativa era darle a mi familia todo lo que no les pude brindar en Venezuela: derecho a la salud, a la educación y estabilidad. La verdad es que muchas personas nos han ayudado a que esto sea una realidad”, cuenta el padre de Julliet y del pequeño Mathías, quien es pastuso.

Hoy Iron puede decir que logró su cometido. Trabaja en una fábrica de colchones y volvió a comprender el significado de la palabra estabilidad. Aunque cuenta que no fue fácil. Antes tuvo tres empleos y no le pagaban lo que merecía, “no sé si era por mi nacionalidad, pero yo hacía lo mismo que los demás. Me parecía muy injusto. La gente debe saber que nosotros nos hemos ido de nuestro país por necesidad, pero somos venezolanos de bien”.

El primer paso

“Esto no es vida”, pensó Gregori Morillo Aristeiguieta cuando notó que lo que ganaba con tres trabajos solo le alcanzaba para pagar el arriendo en un modesto sector de Caracas. Él era supervisor de marca, asesor de servicio al cliente y durante el fin de semana, actor de teatro.

Desde 2015 Colombia no salía de su cabeza. Quería estudiar para empezar a construir su sueño. “Todos queremos dejar un legado, un recuerdo latente. El mío es entregarle el primer premio Óscar a Venezuela”. Gregori es profesional en artes escénicas y quiere recibir el mayor galardón del cine en la categoría de director. “El cine colombiano pasa por su mejor momento. Además tienen buenas universidades y hay mucho talento. Yo sabía que era un gran lugar para aprender”, cuenta el caraqueño de 26 años.

Con la ayuda de unos amigos colombianos llegó a principios de 2016 a Tocancipá, Cundinamarca, para comenzar un nuevo libreto. Fue disciplinado para tramitar sus papeles y pronto lo contrataron en un hotel de ese municipio. En menos de un año ascendió de bartender a coordinador de experiencias. “Obtuve el cargo porque soy muy amable y carismático”, cuenta con timidez.

Aunque todavía no ejerza en el mundo del séptimo arte, en junio de 2018 dio el primer paso para cumplir su anhelo. Empezó la carrera de artes audiovisuales y hasta ahora, su clase favorita ha sido fotografía. “Mientras tanto estoy disfrutando el momento. Y si aquí no está mi destino siempre estaré muy agradecido. Lo que soy se lo debo a Colombia”.

Un lugar de oportunidades

A las ocho de la mañana Fabiana Traboulsi empieza su jornada laboral en una reconocida empresa de retail. Por voluntad de su familia, llegó a Bogotá en 2010 a estudiar Administración de Mercadeo en la Universidad de la Sabana. “Te prefiero sola en otro país, que en Barquisimeto”, le dijo su mamá. Mientras tanto, sus padres se quedaron administrando su empresa en Venezuela. “La crisis nos tocó a todos. La comida ahora es limitada, incluso se hacen trueques”. Lo más difícil para ella ha estar lejos de su familia y ver cómo cada uno tuvo que coger un rumbo diferente y separarse por la situación del país y la falta de oportunidades.

“Pero todo sigue. Colombia sobrepasó mis expectativas No he pasado ni un solo día sin trabajar y me he encontrado con la mejor gente del mundo.”, cuenta la mujer de 27 años. Hace ocho días visitó la terminal de transporte donde se encuentran muchos de sus compatriotas y para ella “ver que los venezolanos tengan que pasar por eso es inaceptable. Podemos salir adelante, representar bien a Venezuela y trabajar para agradecerles a los colombianos las oportunidades que nos dan.”