Inclusión

Perros guía, un compañero que les permite a las personas ciegas tener autonomía

El rol de un perro guía en la vida de una persona con discapacidad visual es inimaginable. Uno de los precursores en Colombia del entrenamiento y entrega gratuita de estos animales fue Pedro Jaramillo. A través de su fundación, su causa sigue viva.

18 de diciembre de 2020
Luisa y Mauricio coinciden en que es gracias a sus perras que pueden tener una mejor calidad de vida por la autonomía que les proporcionan en la calle.
Luisa y Mauricio coinciden en que es gracias a sus perras que pueden tener una mejor calidad de vida por la autonomía que les proporcionan en la calle. | Foto: Semana

Por Juan Montes*

Mauricio Vásquez, 41 años, perdió la visión a los 27 debido a un accidente laboral. Desde entonces ha tenido dos perras guía. Primero Saray y luego Sayumi, una labrador negra que lo acompaña actualmente. “El perro guía es una extensión corporal de la persona con discapacidad visual”, explica. Su esposa, Luisa Moreno, también es ciega. Perdió la visión a los 12 años debido a una rosácea severa y al igual que Mauricio ha tenido la compañía de dos perras guía. Celia, con la que estuvo ocho años, y Asahi, que llegó a su vida en 2014.

Luisa y Mauricio coinciden en que es gracias a sus perras que pueden tener una mejor calidad de vida por la autonomía que les proporcionan en la calle. Por paradójico que resulte, ese acompañamiento permanente se traduce en una libertad que pocas veces se logra con un bastón.

“Con el bastón tienes que llegar hasta los obstáculos para poderlos sentir. No te ayuda a esquivarlos, uno sencillamente se choca; en cambio, con un perro guía ni siquiera te das cuenta si pasaste por el lado de un hueco, por ejemplo”, comenta Mauricio.

Gracias a sus perras guía pueden salir a hacer diligencias por su propia cuenta, y de hecho fue por Celia que se conocieron. “Le podemos echar la culpa de nuestro matrimonio a ella”, bromea la pareja, “y también a la Fundación Colombiana del Perro Guía Vishnú del Cypress”.

Esta organización fue creada en el año 2000 por iniciativa de Pedro Jaramillo. Su interés personal y el de su familia por el entrenamiento de perros coincidió con una propuesta hecha por Juan Carlos Guerrero, que a su experticia en competencias de agility le sumó una habilidad hasta entonces inédita en Colombia: el adiestramiento de perros guía.

Más allá del entrenamiento, esta fundación tuvo como propósito entregar de forma gratuita estos perros a personas con discapacidad visual. No se trata de una adopción convencional. Luego de presentar la solicitud, las personas seleccionadas para recibir a una de estas perras –siempre son hembras– deben realizar un proceso de acoplamiento.

“Hacemos recorridos, no tan largos, pero sí en un camino en el que se pueden encontrar varios obstáculos”, comenta Luisa sobre esta fase de adaptación que es guiada por Juan Carlos en la sede de la fundación, ubicada en la vía Suba-Cota.

Y allí es donde Luisa y Juan Carlos recuerdan que solía estar presente Pedro, hasta junio de 2017 cuando falleció. Sin embargo, su legado permanece y la fundación no ha dejado de cumplir su misión. A la fecha se han entregado más de 200 ejemplares.

“El perro guía es una extensión corporal de la persona con discapacidad visual”
“El perro guía es una extensión corporal de la persona con discapacidad visual” | Foto: Semana

Flores y perros

Ignacio Gómez es otro de los usuarios beneficiados por la fundación. Le han asignado dos perras guía. Cuando recibió la primera tuvo la oportunidad de conocer a Pedro y al igual que muchos de quienes compartieron con él guarda un grato recuerdo. Ignacio se ha dedicado a reconstruir la historia de Pedro de forma escrita. A partir de conversaciones con conocidos ha escudriñado la vida de ese hombre que se dedicó a trabajar por el bienestar de las personas ciegas. Un bienestar que, como Luisa y Mauricio relatan, se refleja en algo que casi todo el mundo da por sentado: la autonomía.

Pedro estudió en Estados Unidos. Al regresar se dedicó al cultivo de flores. “Fue un floricultor aficionado a las exposiciones caninas”, dice Juan Carlos, dos saberes que encontraron un insólito punto común en Pedro, asegura Ignacio. “Las flores océano, por ejemplo, las comparaba con los labradores blancos”, puntualiza.

Ignacio asegura que Pedro vive en cada una de las perras guía que sigue entrenando y entregando su fundación. Tal vez lo mejor que se pueda hacer en su nombre sea que quienes no necesitan de los ojos de un perro guía se pongan en los zapatos de quienes sí.

Guías como Sayumi y Asahi no tardaron en comprender su rol, en anticipar prácticamente cualquier obstáculo en los caminos de Luisa y Mauricio. En cambio, la labor pedagógica que ambos deben ejercer ante personas que les niegan el ingreso a sus perras en establecimientos públicos o servicios de transporte parece no tener fin. Juan Carlos advierte que deberían existir más personas como Pedro. Tal vez solo baste con un poco de empatía.

*Periodista