CUARTA REVOLUCIÓN

Más tecnología para Colombia, más oportunidades para competir

Esa es parte de la filosofía de la cuarta revolución industrial. No solo se trata de la integración de las máquinas y la tecnología en nuestras vidas, con esta llega la oportunidad de innovar desde casa y, con una inversión apenas justa, poder competir contra las grandes empresas.

Orlanado Ayala*
29 de noviembre de 2018
La llegada de la tecnología disruptiva puede transformar el 40 por ciento de los trabajos existentes. | Foto: Getty

Con el gran amanecer tecnológico de la década de los ochenta se democratizó el acceso a maravillosas herramientas como el computador personal y la internet, que menos de 20 años después transformaron todas las industrias. Estos avances serán mínimos en comparación con los que trae la cuarta revolución industrial, que se caracteriza por increíbles convergencias de nuevas tecnologías que tienen la capacidad de generar cambios cuánticos en los modelos de negocio, la geopolítica, la cultura y la historia de la humanidad.

La primera de ellas es la proliferación de teléfonos y sensores inteligentes, que ya triplican a los 7.000 millones de humanos que hoy habitamos la Tierra. La segunda, que es resultado de la anterior, es el torrente de datos masivos, que solo en el último lustro sobrepasó la información creada por la humanidad en toda su historia.

La tercera es el advenimiento del increíble poder de las redes sociales, que inexorablemente han habilitado un debate global en tiempo real, dando voz y voto a miles de millones de personas en todas las esferas de la sociedad. Esto incluso ha transformado leyes y derrocado gobiernos, lo cual era impensable hace algunos años.

La cuarta, combinada con todas las anteriores, es la que realmente supone una oportunidad de cambio poderosa y abrumadora: la actual capacidad y velocidad de cómputo ilimitada (será más sorprendente la computación cuántica que está por venir), con la cual se pueden analizar en milisegundos cantidades ultramasivas de datos, produciendo ideas y brillantes respuestas a grandes problemas, que serían imposibles de conseguir de forma manual, aunque lo intentaran miles de los humanos más inteligentes.

La verdadera maravilla de esta convergencia tecnológica es que tiene el potencial real de estar al alcance de todos a muy bajo costo. De esta manera, cualquier pequeña empresa o individuo podrá innovar desde su casa y competir contra las compañías más grandes en igualdad de condiciones, sin necesidad de invertir grandes sumas de dinero en activos informáticos.

Esta megarrevolución tecnológica creará escenarios que solo eran posibles en la ficción. Ejemplos de ellos son las realidades virtuales que originan mundos altamente interactivos; y la inteligencia artificial, que dará a las máquinas la capacidad de conversar como lo hacemos entre humanos, de detectar y anticipar desastres naturales, pandemias e incluso la predisposición a la demencia senil. También, a través de microsensores inteligentes que navegarán como submarinos dentro de nuestros cuerpos, podremos tener pleno conocimiento de nuestro estado de salud, ampliando las expectativas de longevidad más allá de los 100 años.

Cuestión de principios

Este renacimiento tecnológico implica una competencia directa entre varios países para establecerse como las potencias de áreas estratégicas como la computación cuántica, la ciberseguridad y las criptoplataformas, junto con su extensión a la descentralización del control de los sistemas financieros.

Dado que en los próximos diez años la supremacía económica dependerá de los adelantos tecnológicos, varios países están invirtiendo miles de millones de dólares en fortalecerse en este campo. Por ejemplo, China está destinando diez veces más presupuesto que Estados Unidos y Europa en el desarrollo de la computación cuántica. En este contexto, es posible que se transforme de forma radical el balance geopolítico mundial.

Sin embargo, la cuarta revolución industrial no es un asunto de interés exclusivo de las potencias globales. Este escenario habilitará oportunidades sin precedentes para todos los países, acompañadas de grandes desafíos. Y Colombia no es la excepción.

Para que nuestro país atienda a este llamado del progreso, se deben hacer grandes esfuerzos. Por una parte es fundamental que el acceso a estas tecnologías, que posiblemente transformarán más del 40 por ciento de los trabajos existentes, sea justa y amplia. Por otra, estos cambios deben estar regidos por valores y principios humanistas.

Los colombianos tenemos que sanar las heridas después de un conflicto armado de más de 50 años para reinventarnos y navegar juntos en dirección al nuevo mundo digital. Tal como en su momento lo hicieron Singapur y Corea del Norte, nuestro país debe modificar su modelo económico basado en la explotación desaforada de recursos naturales y cimentar su desarrollo en la educación. Así llegaremos a ser una economía del conocimiento que agregue valor a sus materias primas.

Es urgente abordar el campo cultural y ético de nuestra Nación. Si no se fortalecen la credibilidad de las instituciones, los valores democráticos y los principios humanistas, los poderosos avances tecnológicos supondrán riesgos a gran escala. Un ejemplo de esto es la manipulación de la elección de gobernantes en algunos países, incluso con democracias sólidas, por medio de la difusión de fake news (noticias falsas) y el uso de Twitter para descalificar.

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Para que nuestros ciudadanos puedan aprovechar este momento histórico, solo comparable con la declaración de Independencia en 1810, es necesario mejorar la calidad de la educación en todos los niveles. Además, hay que fomentar desde las políticas públicas el fortalecimiento de las habilidades científicas, tecnológicas y matemáticas.

Territorio de conocimiento

En Colombia hay una cantidad significativa de gente joven con grandes ideas y el interés de impulsar compañías tecnológicas. Pero en el país no hay condiciones para el emprendimiento, especialmente en lo que se refiere a la disponibilidad de capitales de riesgo inteligentes. Se deben estimular este tipo de iniciativas a través de marcos que atraigan la inversión de fondos internacionales, que estén regulados con una visión a corto, mediano y largo plazo.

Así mismo, urge la puesta en marcha de una plataforma tecnológica para facilitar la rendición de cuentas de las instituciones estatales y de gobierno en tiempo real. Estas serán ventanas abiertas que permitirán a todos los colombianos controlar los dineros públicos y atacar la corrupción, un fenómeno que limita la competitividad y las posibilidades de desarrollo del país.

Este tipo de propuestas se han llevado a cabo en otros países y son posibles usando tecnologías de analítica de bases de datos en tiempo real y aplicaciones diseñadas para ese propósito. Por supuesto, deben estar acompañadas de leyes fuertes y el escarnio público para los corruptos.

En el camino habrá muchos desafíos, pero si el país atiende a estas recomendaciones y se prepara estructuralmente para la oportunidad única que significa la cuarta revolución industrial, Colombia será el territorio del conocimiento, la innovación y el desarrollo sostenible. También una Nación con capital humano educado y ético, donde todos los ciudadanos, sin importar su nivel económico o su género, aprovechen su potencial productivo.

*Expresidente global de Negocios Emergentes de Microsoft.