LAS MUJERES EN POLÍTICA
El poder femenino
Es un hecho que la participación política de las mujeres ha mejorado en Colombia, pero todavía falta mucho por hacer.
En Colombia ser mujer y participar en política nunca ha sido una combinación fácil. Los pasos que se han tenido que dar han sido lentos y a veces en falso. Las que nacieron a principios del siglo XX ni siquiera soñaban con el voto. Lo máximo que podían alcanzar era ocupar un cargo público. Fue difícil entrar al Congreso, interrumpir los interminables debates entre liberales y conservadores, para exigir el sufragio. Lo intentaron tres veces y la propuesta siempre terminó archivada. El voto se logró, paradójicamente, bajo la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla el primero de diciembre de 1957.
Cincuenta años después, la lucha por participar sigue. Los espacios tradicionalmente peleados por hombres le abrieron la puerta a trancazos a la mujer. A pesar de que son más de la mitad de la población, apenas ocupan el 20 por ciento del Congreso, con 23 senadoras y 33 representantes. Llegar a cargos populares como alcaldías y gobernaciones es un camino de espinas. En algunas regiones del país todavía persiste el pensamiento de que hacer política es tarea de hombres y que si una mujer alcanza un cargo público es gracias a su parentesco.
El panorama es parecido en América Latina. Aunque la presencia de las mujeres en los espacios de participación ha aumentado, eso no significa que sus intereses se vean representados. A junio de 2014, las mujeres representaban el 25 por ciento de los órganos legislativos del continente y apenas un 10 por ciento llegaron a ser alcaldesas. Para las elecciones de 2011 en Colombia, se presentaron 4.437 candidaturas a las alcaldías de los 1.102 municipios del país y solo un 13 por ciento (583) fueron mujeres. Del total de aspirantes, 108 mujeres salieron elegidas y solo cuatro llegaron a ser alcaldesas de ciudades capitales: Barranquilla, Florencia, Quibdó y Armenia.
Lo mismo pasó con las gobernaciones. De las 130 personas que aspiraron a las 32 gobernaciones, solo 15 fueron mujeres y apenas tres resultaron electas: Cielo Gonzáles en Huila, que en 2013 fue destituida, Sandra Paola Hurtado en Quindío y Aury Socorro Guerrero en San Andrés. Sin embargo, si se compara con otras citas electorales, el porcentaje de mujeres en política va en aumento.
Por silenciosa que parezca, la revolución femenina ha logrado importantes conquistas. La más importante hasta hoy es la ley de cuotas. Actualmente, 97 países utilizan esa cuota para garantizar un mínimo de participación femenina en los órganos de elección popular. En América Latina 15 países lo han hecho, entre ellos Argentina, Bolivia, Brasil, Costa Rica, México y Perú. Entre 1991 y 1997 más de diez países adoptaron la cuota dentro de sus legislaciones.
En Colombia, esa ley llegó 20 años después de Argentina, primer país en aprobarla. La Ley 1475 de 2011, que regula la organización de partidos y movimientos políticos, creó una cuota que se aplica a las listas donde se elijan cinco o más curules para corporaciones públicas y exige que estén conformadas por un mínimo de 30 por ciento de uno de los géneros. Sin embargo y como muestran los resultados de 2011, un aumento en el número de mujeres candidatas no se traduce en un aumento de mujeres electas.
De hecho, en la aplicación de la cuota del 30 por ciento, ha sido frecuente que los partidos políticos, en algunos casos, tomen dos caminos. Decir que no están preparadas o interesadas en participar o llenar sus listas con ‘mujeres relleno’, es decir, mujeres que no son competentes, ni van a hacer campaña y que por tanto no son rivales para los hombres. Aquí hay que aclarar que más que asegurar cantidad en las listas, lo importante es la calidad de mujeres que se interesan por medirse en las urnas.
Entonces, ¿cuál es el siguiente paso? La paridad. La Mesa de Género de la Cooperación Internacional, cuya secretaría técnica tiene en estos momentos ONU Mujeres (la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres) apoya e impulsa iniciativas que contribuyan a garantizar la participación política de las mujeres con igualdad de oportunidades.
La igualdad entre hombres y mujeres no puede reducirse a cuotas. Un ejemplo claro es que la paridad ya ha sido incluida en las constituciones y legislaciones de varios países del mundo, entre ellos Francia (2000), Bélgica (2002), España (2007), Ecuador (2008), Costa Rica (2009), Bolivia (2010), Senegal (2010), Nicaragua (2012) y México (2014). El debate sobre la democracia paritaria cobra cada vez más relevancia y Colombia no es ajena a la discusión. Con el Acto Legislativo de Equilibrio de Poderes, aprobado hace pocos meses en el Congreso, se incluyen ahora los conceptos de ‘paridad’, ‘alternancia’ y ‘universalidad’ y se incluye además la lista cremallera. El cambio no solo es semántico. Se trata de reconocer, por primera vez en un país patriarcal, que las mujeres son una voz trascendental para que una democracia sea completa.
Por eso hay una oportunidad real de que en las elecciones regionales del 25 de octubre las cosas cambien. Ésta vez, y de acuerdo con datos de la Registraduría Nacional, de las 155 personas inscritas para gobernación, 24 son mujeres, es decir, el 15 por ciento. Aunque sigue siendo un porcentaje bajo, es el más alto desde 1991. Y en cuanto a alcaldías, hay 18 inscritas en 13 de las 32 ciudades capitales del país. Aunque algunas de las que aspiran al poder regional han sido cuestionadas, como es el caso de Dilian Francisca Toro en el Valle, Oneida Pinto en La Guajira y Milene Jaraba en Sucre, 2015 puede pasar a la historia como el año en el que más mujeres han llegado a cargos de elección popular.
En todo caso, la participación de las mujeres no es solo un asunto de igualdad de derechos ni es un problema solo para la población femenina. Es un aspecto estructural de la democracia y en ese sentido, visibilizarlas como líderes y ciudadanas plenas contribuye a cambiar los estereotipos de ‘sexo débil’ y de amas de casa. Desde el primero de diciembre de 1957 hasta hoy las mujeres han demostrado que pueden ser amas de lo público. Al fin y al cabo, una democracia como la colombiana no puede ser recordada como la más sólida de América Latina, sin la voz de las mujeres.