HISTORIA
Para no repetir la historia hay que usar las renovables
En marzo de 1992 comenzaban el programa radial ‘La Luciérnaga’ y el apagón. El primero lleva 26 años al aire. El racionamiento acabó, pero a veces su fantasma nos persigue.
Marzo 2 de 1992. "Se enciende ‘La Luciér-naga‘, la luz de la radio. El nuevo programa de Caracol que enfrenta el racionamiento de energía con un derroche de compañía. ‘La Luciérnaga‘: datos, consejos, noticias, de cinco a diez de la noche todos los días". Esta fecha siempre será recordada en el país. Fue el primer día de emisión del espacio radial que acompañaría a los colombianos durante la oscura época del racionamiento energético, que duraría 13 meses. En ese momento millones de radios y transistores sintonizaban al mismo tiempo al gran ícono del apagón. La sequía se apoderaba de Colombia, no llovía, y los niveles de los embalses generadores de electricidad no eran suficientes para producirla.
El gobierno de César Gaviria Trujillo decidió adelantar 60 minutos la hora oficial del país para tratar de ganar un poco más de luz solar (esa fue la famosa ‘hora Gaviria‘). Los periodistas Hernán Peláez, Yamid Amat y un grupo de imitadores y humoristas se encargaban de acompañar y entretener las tardes de los colombianos, quienes con la luz de una vela o una linterna terminaban sus tareas diarias.
El racionamiento acabó. La Luciérnaga no se apagó y lleva 26 años en la radio, pero el sutil fantasma del apagón sigue rondando a Colombia. En 2016, por ejemplo, el país tenía un déficit de potencia de 130 megavatios y el racionamiento estuvo cerca.
A comienzos de los noventa la mayoría de los colombianos soportaban ocho horas en medio de la penumbra (Bogotá, nueve horas; y San Andrés, 18). Al apagón se sumó una crisis en el interior de ISA y el descubrimiento de varios hechos de corrupción en las electrificadoras del Guavio y TermoRío, agudizaron la situación.
El fenómeno de El Niño de 1992 dejó en evidencia que la matriz energética del país no era lo suficientemente fuerte para mantener encendida la luz de toda Colombia. Sin embargo, tuvieron que pasar más de dos décadas para que el gobierno nacional comenzara a explorar, regular e incentivar el uso de energías renovables provenientes de fuentes no convencionales, como el sol y el viento.
Ahí está la solución
La amenaza de un nuevo apagón apareció a finales de 2015. Según Daniel Fernández, CEO de Siemens para Suramérica, el país rozó una nueva crisis cuando los embalses bajaron al 25 por ciento. Colombia tuvo que poner en funcionamiento todo su parque térmico, incluso utilizando combustibles líquidos de alto costo.
Se hizo evidente, otra vez, la necesidad de incorporar las energías renovables no convencionales a la matriz energética nacional. La Ley 1715 de 2014 impulsaba su expansión. La Upme y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible establecieron los requisitos y procedimientos para aplicar los incentivos de exención de IVA, depreciación acelerada, exención del pago de aranceles y deducción especial de renta y complementarios a quienes las desarrollaran.
La reacción fue positiva, pero los expertos insisten en que la regulación sigue siendo insuficiente. Jesús Eduardo Gómez, gerente de Aprotec S.A.S. afirma que la ley tardó mucho en hacerse realidad. Se firmó en 2014 y solo hasta 2018 se están viendo los efectos. "Estamos atrasados en relación con otros países de la región que han tomado decisiones más interesantes. Nosotros apenas estamos empezando a tocar el tema de subastas. Todo se ha dado para que el crecimiento sea natural, pero con muy pocos incentivos".
Para los inversionistas extranjeros es fundamental la implementación de los contratos de largo plazo para este tipo de energías. Es lo que da estabilidad financiera y posibilita la inversión. Colombia ha construido una política energética desde hace más de 20 años, en la que, según el profesor Corredor, no se han incluido a las renovables no convencionales en la matriz energética, por dar prioridad al mercado. "Este hecho ha impedido desarrollar proyectos con energías más limpias y al mismo tiempo generar una capacidad tecnológica que ya otros países tienen", afirmó.
La altísima dependencia de la generación hidráulica trae consigo un riesgo alto de falla en el sistema, sobre todo cuando el cambio climático está mostrando sus efectos. Es claro que con estas fuentes no convencionales no se atenderá la totalidad de las necesidades energéticas del país, pero es importante iniciar una transición hacia su utilización masiva en el largo plazo y para ello es importante que el Estado dé el primer empujón.