ANÁLISIS
Que la vivienda esté siempre en el centro de las políticas públicas…
Esta es la propuesta de Roberto Lippi, representante de Onu-Hábitat para los países andinos. También apuesta por construcciones más ecoeficientes que traerán réditos en el largo plazo.
Por primera vez en la historia de la humanidad más de la mitad de la población mundial vive en áreas urbanas. De estos habitantes, aproximadamente una cuarta parte reside en barrios marginales o asentamientos informales. En América Latina, según estudios de la Cepal, la población urbana ha llegado al 81 por ciento del total en 2017. Los efectos de esta rápida y no planificada urbanización se viven ya en muchas de las ciudades.
Para responder a estos desafíos, los líderes mundiales crearon en 2015 el Objetivo número 11 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, que propone avanzar hacia ciudades y asentamientos humanos inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Además, en ocasión de la Tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible, en 2016, 164 países del mundo –entre ellos Colombia– se comprometieron con la Nueva Agenda Urbana (NAU).
Este plan busca reenfocar la manera como se planifican las ciudades de aquí a 20 años. De acuerdo con la NAU, una vivienda ‘adecuada’ cumple con condiciones básicas como la seguridad en su tenencia, la disponibilidad de servicios, facilidades e infraestructura, la habitabilidad y la ubicación. Adicionalmente, este tipo de casas deben respetar las expresiones de identidad cultural y ser asequibles, es decir,que su costo no debe amenazar o poner en peligro el disfrute de otros derechos humanos de sus ocupantes.
En Colombia, desde la Constitución del 91 se ha reconocido el derecho a la vivienda digna. En los últimos años se ha avanzado significativamente en abordar el déficit de vivienda, tanto cuantitativo como cualitativo, a través de robustos programas de vivienda totalmente o parcialmente subsidiada y otros instrumentos para el mejoramiento y acceso.
Construir ciudad
El reto común hoy es cómo producir viviendas que impulsen ciudades más compactas, con espacio público adecuado y con menor presión sobre el entorno rural y los recursos ecosistémicos y que, en definitiva, permitan una mejor calidad de vida para todos sus habitantes, actuales y futuros.
Dónde y cómo se construyen las viviendas (y por quién) no debe ser un aspecto neutral. Ejemplos en México o Brasil demuestran que la producción masiva de vivienda social sin la necesaria planificación previa genera nuevos guetos, produce colapsos en el transporte y en los servicios y desmejora la seguridad. Hoy miles de viviendas de estos nuevos cinturones de marginalidad en las periferias de las metrópolis están vacías, abandonadas o inasequibles hasta para la misma policía.
Por otro lado, las ciudades han ocupado cada vez más suelo, en lugar de renovar y densificar las áreas ya construidas, esto ha tenido consecuencias sobre los recursos naturales, la calidad del aire y la movilidad, entre otros. Por ello, ONU-Hábitat propone volver a poner la vivienda al centro. Al centro de las políticas públicas, sin dudas. Pero también al centro físico de las ciudades, ya que la construcción en las periferias no responde adecuadamente a las necesidades de los grupos más desfavorecidos.
Finalmente, la calidad de las viviendas y de las ciudades depende también de la capacidad de introducir nuevas maneras de construir y nuevos materiales. La ecoeficiencia y ecosostenibilidad en la construcción no solo mejora la calidad de vida, es también un buen negocio para los territorios, pues genera oportunidades económicas, de trabajo y de innovación.
Requiere un renovado liderazgo público y una fuerte concientización por parte de los desarrolladores y también de los ciudadanos. Esto se revierte, al fin, en mayor resiliencia a los efectos del cambio climático y a los desastres, en mayor sostenibilidad de las ciudades y en una vida más digna para todos.
En estos ámbitos los países de América Latina están sufriendo un retraso histórico frente a otras áreas del mundo, con implicaciones también en la competitividad de la región. Sería ideal que los programas públicos de vivienda que casi todos los países de la región están impulsando aborden también estas oportunidades. Los mayores costos iniciales serán rápidamente reabsorbidos por los dividendos sociales y ambientales. Esta tipología de vivienda contribuye sin dudas a construir mejores ciudades.
*Coordinador para los Países Andinos de ONU-Habitat.