PAZ Y TERRITORIO

Las abejas impulsan el desarrollo en Ovejas y en sus corregimientos

En estas zonas de Sucre, donde se vivió la violencia de la guerrilla y los paramilitares, se realiza un exitoso proyecto piloto de formalización de tierras. La apicultura es uno de sus pilares. Lo cuentan sus habitantes.

Fabián Mauricio Martínez G.*
16 de diciembre de 2019
La apicultura es una ficha clave en el proyecto piloto de formalización de tierras. | Foto: EZ Fotografía

La noche del 17 de enero de 2001 un escuadrón paramilitar incursionó en el corregimiento de Chengue, al norte de Ovejas, Sucre, y asesinó a 28 campesinos. Tras la masacre, los sobrevivientes huyeron dejando atrás sus tierras. Algunos se fueron de manera definitiva de la región y otros se refugiaron en ciudades y pueblos del Caribe. Julia Meriño perdió a sus tíos y primos en aquella matanza. Se desplazó a la cabecera municipal de Ovejas y su casa, en Chengue, fue carcomida por la maleza. El corregimiento se convirtió en una aldea desolada de los Montes de María que se disputaron con ferocidad los guerrilleros y los paramilitares.

Dos años después Julia regresó a su casa. Quería, junto con su esposo, restablecerse en sus tierras y volverlas productivas, pero miembros de las Farc secuestraron a su marido y lo asesinaron, culpándolo equivocadamente de auxiliador de los paramilitares; así como los paramilitares habían masacrado a sus familiares, culpándolos erróneamente de guerrilleros. A pesar de encarnar la tragedia del conflicto armado, Julia Meriño no se rindió. Gracias a terapias psicológicas y a la fuerza y al perdón de su corazón, se levantó con la misión de sacar adelante a sus tres hijos. Regresó a Chengue en 2014 y encontró su predio, así como el resto de las tierras de la población, en estado de abandono.

Con 49 años, Julia supo que esa fuerza que había encontrado dentro de sí la necesitaban sus vecinos y amigos. Entonces se puso al frente de su comunidad y ahora es una de las lideresas sociales que ha estado en el proceso de formalización de tierras en Ovejas. Ella se ha encargado de empoderar a varias mujeres y hombres en corregimientos como Chengue, La Ceiba, Pijiguay y Canutalito, acompañándolos en el proyecto Piloto de Formalización Masiva y Catastro Multipropósito de Ovejas, a cargo de la Agencia Nacional de Tierras (ANT), y la Agencia del Gobierno de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid).

Este piloto se lleva a cabo en el marco del Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial (Pdet), que busca atender y reparar de manera integral a las comunidades. El caso de Ovejas y sus 11 corregimientos es emblemático por el contexto histórico de violencia y desplazamientos. Este Pdet es una herramienta participativa y de gestión del territorio, primordial para atender el primer punto del Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, firmado por el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las Farc.

El piloto de Ovejas es una iniciativa fundamental que busca dar claridad sobre los derechos de propiedad de las tierras, una de las principales causas del conflicto en Colombia. A la fecha este programa formalizó 42.000 hectáreas, 3.000 predios rurales y logró el ciento por ciento de desminado del territorio, es decir, libró a Ovejas y sus veredas de las minas antipersona. Todo esto ha venido acompañado de estrategias de desarrollo económico, participación social y empoderamiento de la mujer. Uno de los predios rurales formalizados fue el de Julia Meriño en Chengue, donde ella ha liderado semilleros locales.

La miel del conflicto

En uno de esos semilleros locales, donde procuran la gobernanza de la zona, fue donde Julia conoció a Yina Ortiz. La persuadió para que asumiera su papel como lideresa y la alentó para que se pusiera al frente de uno de los proyectos productivos que el Pdet puso a funcionar como reparación integral del corregimiento: los apiarios.

“Nosotras las mujeres tenemos muchas más cualidades que las de ser madres y amas de casa. Somos empresarias y lideresas, somos capaces de organizar la comunidad para llevar a cabo emprendimientos como este”, dice Yina Ortiz, de 32 años, detrás de su casco enmallado que la protege de los aguijones de las abejas, y señala las 50 colmenas que producen miel en este apiario. Solo en el corregimiento de Chengue hay 21 de ellos, que están separados por dos kilómetros de distancia para que las abejas, que suelen realizar 1.500 vuelos al día en busca de polen, no se confundan de colmena y regresen a la propia.

En los terrenos que separan cada uno de los apiarios, rodeados por ceibas inmensas, hay cultivos de maíz, yuca, arroz, aguacate y mango. Las abejas suelen polinizar estos cultivos haciéndolos aún más productivos y conectando de esta manera las distintas cadenas económicas involucradas en este Pdet. Uno de los predios en donde la ANT y Usaid instalaron las colmenas pertenece a José María Ortiz, el papá de Yina. Esta tierra fue abandonada después de la masacre. Con este programa y gracias a la sentencia que ampara a la familia Ortiz como propietarios de estas tierras, los apiarios pudieron legalizarse y ahora hacen parte de la Cadena Apícola de Sucre, lo que les permitirá vender con mayor facilidad la miel y derivados que se extraigan en diciembre, fecha en la que estará lista la primera cosecha de este mielario.

Los apiarios y cultivos hacen parte de los proyectos productivos que funcionan como estrategias de desarrollo económico y participación social, en este proceso de transformación municipal, a través de la formalización y restitución de tierras. En el corregimiento de Canutalito, al oriente de Ovejas, Fabiola Navarro, de 28 años, es una de las lideresas que ha servido como puente entre el programa piloto y la comunidad. Tuvo la difícil tarea de devolverles la confianza a las personas que no creían en nada después de permanecer varios años en medio del fuego y el horror de la guerra.

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Fabiola se tomó la tarea de ir casa por casa para hablar con los vecinos. Les contó que pronto un equipo del programa piloto vendría a hacer mediciones y levantar actas para determinar las medidas de cada uno de los predios. Así sabrían con exactitud el tamaño de sus linderos, la extensión de sus propias tierras y la capacidad de las mismas para sembrar tabaco, desarrollar granjas piscícolas y ganaderas o construir inmuebles. De esa manera, Fabiola les explicó en qué consistía el catastro multipropósito, para luego organizar reuniones con el fin de acercar a la agencia y a la comunidad. A finales de septiembre se habían entregado 140 títulos de propiedad en Canutalito.

Fabiola Navarro es madre soltera de un niño de 7 años, vocera de su comunidad y mujer empoderada que entiende muy bien su liderazgo: “Si quieres lo mejor para ti y para tu hijo, debes buscar lo mejor para el territorio y tu comunidad. Es así de sencillo”. Con esta claridad los habitantes de Ovejas y sus corregimientos trabajan de manera colectiva con sus tierras. Saben que en el trabajo comunitario se fortalecen las cadenas productivas, el desarrollo económico y su propia identidad, las cuales están ligadas con los terrenos que habitan, estos que hoy formalmente les pertenecen.

*Periodista.