Imagen internacional
La libertad que regala la lectura
El escritor argentino Mempo Giardinelli explica cómo el Programa Abuelas Cuentacuento transforma comunidades vulnerables en Medellín.
La primera vez que visité Medellín, hace un montón de años, en los noventa, sentí mucho temor. La inseguridad y la violencia eran marcas demasiado poderosas y una mañana me pregunté qué hacía ahí y me prometí no volver. Eran los tiempos en que un narcotraficante llamado Pablo Escobar aterraba a la gente tanto o más que la guerrilla que asolaba a toda Colombia.
Había que hacer algo con la violencia, y los paisas lo hicieron. No sé cómo, pero lo hicieron, y cuando a finales del siglo pasado volví a visitar la ciudad sentí de inmediato en el aire que el cambio estaba en marcha. Lo constaté hace 12 años, cuando la fundación que presido en el norte de Argentina fue galardonada con el Premio Medellín 2005 a las ‘Mejores Prácticas’ por nuestro Programa de Abuelas Cuentacuentos. Otorgado por el Foro Iberoamericano y del Caribe y la Alcaldía de la ciudad de Medellín, me permitió conocer al alcalde de entonces, Sergio Fajardo Valderrama, un político raro que sonreía todo el tiempo y de quien todos hablaban bien.
Aquel premio fue importante para nosotros porque era la primera transferencia internacional de nuestro Programa de Abuelas Cuentacuentos, que desde finales de los noventa sostenemos en mi país y hoy opera en más de 70 ciudades. A través de este, miles de abuelas y abuelos asisten, amorosamente, con lecturas literarias de calidad, a niños y niñas de barrios de escasos recursos de todo mi país.
Nosotros siempre supimos que este programa –basado en dos principios fundamentales: que hay que dar de leer como hay que dar de comer; y que para leerle a un niño no se paga ni se cobra– era capaz de aportar a la solución de problemas concretos como los que padecen ciudades y comunidades urbanas sometidas a la violencia. Pero Medellín fue la primera capital latinoamericana en implementarlo como política de Estado municipal.
Más allá del altísimo honor y el extraordinario reconocimiento a las abuelas de mi tierra, el Chaco salvaje y fronterizo, en nuestra fundación sentimos desde entonces que los paisas le dieron el exacto sentido a nuestra idea y trayectoria.
El programa sigue activo en Medellín, ciudad que visito casi todos los años. Allí he dado conferencias y tengo amigos entrañables con los que después de cada Fiesta del Libro, en el maravilloso Jardín Botánico, salimos a caminar y a comer sin aquella vieja paranoia que esta ciudad preciosa supo dejar en el olvido.
No sé cómo lo hicieron, pero sin duda ayudó a pacificarla y embellecerla, la asociación efectiva entre el sector público, el privado y la sociedad civil, cuyo acuerdo social, cultural y ambiental, además de político y económico, alumbró la que hoy es una de las ciudades más encantadoras no solo de Colombia sino de toda América Latina.
*Escritor.