Legado
Andrés Orozco, una promesa de la música clásica
A sus 39 años, este talentoso antioqueño ha dirigido las Filarmónicas de Viena, Berlín, Londres y la Sinfónica de Houston. Así logró llegar tan lejos.
Si nació en un barrio tanguero como el Manrique de Medellín, ¿cómo terminó en la música clásica? Me preguntan. La respuesta está en mi mamá, quien buscando el mejor ambiente para su hijo encontró el Instituto Musical Diego Echavarría, de formación clásica, donde enseñaban con respeto y afecto, pero también con disciplina.
Del Medellín de entonces recuerdo el clima. Esos días típicos de primavera, fríos al comienzo, resplandecientes luego y calientes pero acogedores al final. Recuerdo una ciudad verde, con gente muy alegre y vital.
Viví allí una época conflictiva, pero como mi prioridad era el colegio eso me ayudó a estar no solo concentrado sino también protegido, por lo menos emocionalmente, de lo que sucedía alrededor. Supe que tenía que aprender a vivir con eso, sin que “eso” me quitara las ganas de soñar.
Pasé dos años en Bogotá, tenía menos de 17 y estaba solo. Pero un hecho asociado con Medellín me impulsó a dar el salto a Viena. En la Universidad Javeriana me había enfocado en la dirección musical y un día, cuando se iba a realizar el primer gran concierto del programa musical Batuta, la maestra Cecilia Espinoza, que dirigía la Orquesta Batuta Antioquia, se enfermó y quedé yo ahí, frente al público, en plena Plaza de Bolívar, la principal de la ciudad. Allí supe lo que podía y debía hacer.
En Viena (Austria) canté en un coro inmenso con la orquesta Tonkünstler, de la que después fui director titular durante seis años. Al mismo tiempo, con unos amigos de Medellín, vendíamos boletas para conciertos, disfrazados de Mozart. Esa ciudad es el centro de la música clásica, ahí conocí a mi esposa, nació nuestra hija, recibí la nacionalidad austriaca y he podido dirigir, en cinco oportunidades, la Filarmónica de Viena, una de las mejores del mundo.
Mi debut con la Filarmónica de Berlín (2016-2017) fue el resultado de mucho trabajo. Lo disfruté plenamente y tuve a mi ciudad en el corazón. Unos meses antes, la maestra Blanca Uribe me había dicho: “Vamos a ver tu concierto con unos amigos en mi finquita de Medellín” (lo transmitían vía streaming). En la última de las tres noches, pensé en ella, en mi mamá, en mi esposa y en mis amigos en la distancia para regalarles mi mejor concierto. Eso hizo que fuera una experiencia conectada con todo lo que soy, con mis raíces.
PD: Cada cierto tiempo regreso a mi país a cumplir las infaltables citas con mi querido Teatro Metropolitano de Medellín y con la Filarmónica de Bogotá.
*Director de música clásica. Colaboración de Darío F. Patiño.