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La aventura de uno de los mejores exploradores del mundo en el río Samaná

Chris Korbulic, un experto kayakista, se sumergió en este río que lo sorprendió por su biodiversidad.

Chris Korbulic y Jules Domine*
24 de agosto de 2017
Atardecer en elrío Samaná. Los expedicionarios lo han estudiado a fondo para protegerlo de proyectos que afectarían su ecosistema. | Foto: Jules Domine

Chris Korbulic fue elegido como uno de los mejores exploradores del mundo en 2017 por National Geographic. Él, un experto kayakista, siempre quiso viajar por Colombia y navegar por la cuenca amazónica. “Pero ni en mis sueños pensé que el equipo patrocinador de la expedición de kayac, Amazon Unexplored, me llevaría a liderar el descubrimiento de un río inexplorado que acoge tal biodiversidad”.

A tan solo una hora y media en carro de la nueva capital de la aventura llamada Medellín, se encuentra el río Samaná. Su caudal prístino ubicado en medio de las montañas del departamento de Antioquia se abre camino a través de cinco ecosistemas naturales únicos, intactos e interconectados. El río nace en el páramo y baja por las cascadas hasta los valles y la selva primaria creando un refugio seguro para pájaros, pumas, micos y algunas especies de peces amenazados. Los biólogos consideran que el Samaná tiene una importancia crucial para la regeneración de los caminos acuáticos y los corredores ecológicos de Antioquia. Conocido como la ‘joya del Valle del Magdalena’, este es el último afluente, sin represas, del icónico río Magdalena, el más extenso de Colombia.

Que el Samaná haya permanecido en estado salvaje y natural en un departamento que provee casi un cuarto de la energía hidroeléctrica del país es paradójicamente una grata consecuencia del conflicto armado que se ha vivido en la región. Como no se consideraba una zona segura, se mantuvo durante décadas como un territorio virgen.

En años recientes estos lugares recónditos han empezado a ser explorados a la par de la expansión del turismo en Antioquia. En 2012, Jules Domine, el francés líder de Amazon Unexplored, viajó a Antioquia para completar su primer viaje en kayak a través del río Samaná. Cinco años después guió a un grupo de botánicos colombianos en una expedición de rafting operada por Expedition Colombia, un equipo de guías expertos con base en Medellín que promueven el turismo de aventura responsable.

“En las costas del río Samaná hemos encontrado más de diez especies de plantas nuevas para la ciencia que solo existen en esta área del mundo, incluyendo una palma en peligro extremo de extinción”, dice el especialista en palma Rodrigo Bernal.

“Antes de viajar a Antioquia, no sabía que algunas de las selvas con mayor diversidad y los ríos más limpios se encontraban allí”, admite Korbulic después de participar en el Samaná Fest, el evento que la comunidad celebra cada año a favor de la conservación de este cuerpo de agua. Una causa que une a quienes alguna vez, por culpa del conflicto, estuvieron en bandos contrarios. Pero hoy los une el ánimo de proteger su hogar. Incluso han hablado de restaurar la parte urbana del río Medellín y de volver a plantar árboles para estabilizar su costa.

Fluir en la urbe

Como muchos ríos urbanos, el Medellín está delimitado y contaminado; sin embargo, aún es el alma de la capital antioqueña. Sus 32 afluentes proveían de energía a la ciudad. Pero con el paso del tiempo el río se convirtió en otra fuente de inspiración, cuando se desarrolló la campaña más vanguardista de la que se tenga noticia en Colombia, que terminó con la creación del acueducto que ofrece el agua de mejor calidad en el país.

Hasta hoy el río, su arteria principal, dicta la innovadora planeación urbana de Medellín. El premiado metro, que transporta a más de medio millón de pasajeros al día, sigue su cauce. Y cada diciembre miles de personas caminan por sus orillas para presenciar la Feria de las Luces.

Así como el Medellín es el alma de su urbe, los demás ríos son el alma de Antioquia. Son la fuente de la vida de la Colombia rural que nutre a cafeteros, campesinos y pescadores. Los domingos se convierten en el centro de las actividades locales, con enamorados que bailan en sus riberas, niños que nadan en sus aguas y lugareños que cocinan un sancocho familiar en sus orillas. Es una imagen típica y llena de significado. “Pero resulta aún más esperanzador ver cómo estos tiempos de paz han llevado a los paisas a redescubrir estos activos naturales únicos, mientras que las personas del resto del mundo descubren Colombia por primera vez”, concluye Jules Domine.

*Con la colaboración de Tara Davis.