MEDIOAMBIENTE
¿Cómo se combate la deforestación en el Meta?
Huertas urbanas, viveros, paneles solares y apicultura son algunas de las iniciativas con las que Cormacarena trabaja para cuidar el medio ambiente.
Beltsy Barrera Murillo, directora general de Cormacarena hace siete años, tiene claro que hay que crear conciencia de que el medioambiente es un asunto que concierne a todos.
Uno de los grandes problemas que afronta el departamento del Meta es la deforestación. Este fenómeno está asociado a prácticas ganaderas y de colonización en municipios como La Macarena, Vistahermosa, Puerto Rico, Mapiripán, Mesetas, Uribe y Puerto Concordia. La estimación es que para el año 2036 el total de territorio desforestado alcanzará 1.491.283 hectáreas. Aunque no han logrado mitigar esta problemática, sí han podido generar conciencia sobre la importancia del medioambiente a través de distintas estrategias.
Una de las medidas más exitosas fue la creación de una red de viveros en el departamento, con los que se propaga material vegetal para la reforestación dentro de las comunidades locales. Esta iniciativa no solo ayuda a que se reduzcan los costos de transporte para conseguir plantas, semillas y árboles, sino que sirve para adelantar proyectos pedagógicos y de concientización en las comunidades.
Cormacarena cuenta con 13 viveros municipales en Calvario, San Juanito, Vistahermosa, Puerto Rico, Macarena, Villavicencio, Lejanías, Mesetas y Uribe. Gracias a los informes semestrales de actividades que entrega cada municipio, se puede saber a ciencia cierta qué materiales necesita cada uno para su mantenimiento.
Existe una rama dentro del proyecto de viveros llamada Promotores en Restauración Ecológica Participativa. Se refiere a la implementación de viveros comunitarios para la paz, en los que excombatientes de las Farc y otros actores del conflicto adelantan actividades de restauración en áreas estratégicas. Cada vivero de este proyecto llega a producir 50.000 plántulas anuales.
Educar para el futuro
Desde 2015, Cormacarena ha trabajado en zonas de difícil acceso para llevar soluciones a las veredas del departamento. En Puerto Gaitán, en las veredas de Alto Tillavá, El Tigre y Rubiales, los colegios no tenían acceso a redes eléctricas, por lo que trabajaban con plantas de acpm. La corporación, cruzando ríos a lomo de caballo, llevó paneles solares para que las instituciones tuvieran una solución ecoeficiente. Junto con los paneles se les entregaron kits de baterías, sillas, escritorios, computadores portátiles y kits pedagógicos.
Teniendo en cuenta que estas veredas, en su mayoría, se abastecen de redes acuíferas subterráneas, “Cormacarena instaló sondas para recolectar datos que den una idea más clara sobre la calidad de agua que se consume”, explica Víctor Tobar, coordinador del Grupo Bióticos de Cormacarena.
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Apicultura, una apuesta segura
Según Gildardo Franco, ingeniero agrícola que trabaja con Cormacarena, hace cuatro años existían 20 apicultores en el departamento del Meta. A la fecha, después de implementar un proyecto ambicioso, el número ronda los 500 y se ha extendido a todos los municipios. Al implementar modelos de apicultura, los agricultores no solo están ayudando a conservar una especie sin la cual los seres humanos y, en general, la vida en el planeta no podría subsistir. También aumentan la cantidad y calidad de cosechas (de patilla o curuba); pueden vender abejas y miel, y ayudan a conservar el agua, la fauna y la flora del ecosistema.
Huertas urbanas y hortijardín
En palabras de Beltsy Barrera, era necesario cambiar la cultura ambiental dentro de la ciudad. Por esto, Cormacarena llegó a zonas urbanas y suburbanas de bajos recursos con la intención de proveer información y ayudar con un modelo de seguridad alimentaria, con el fin de que estos habitantes pudieran cultivar sus propios alimentos.
Ese es el caso de Luis Alberto, un hombre que sufre de esclerosis lateral amiotrófica, comúnmente conocida como ELA y vive en la ciudadela La Madrid. Luis Alberto se despierta con el cantar de los pájaros para cuidar su huerta. Agarra su bastón y se acomoda en la silla que tiene frente a él. Intenta limpiar el suelo, quitar las hojas secas y ponerles agua. El cilantro, la yuca, la sábila y la cebolla brillan con luz propia. Es una huerta organizada, cubierta por una amplia polisombra, con un huerto tubular y semilleros directos listos.
Gina Suárez, de 54 años, se ha destacado por ser una de las beneficiarias más disciplinadas del programa que ha ayudado a 234 hogares en Cumaral, Acacías, Macarena, Granada, Castilla La Nueva y Villavicencio. Desde hace tres años, Gina hace parte del mismo y, como Alberto, madruga todos los días para regar su huerta.
Sufre de diabetes y se ha convertido en una experta en plantas medicinales. “Esta se llama ibuprofeno, sirve para lo mismo que el ibuprofeno pero yo lo preparo en agua. Esta otra es pronto alivio con limón. La gente del barrio ya me conoce, ahora todos vienen a preguntarme que qué es bueno para qué mal”, afirma.