Análisis
Colombia tiene el potencial para reducir la desigualdad a través de la minería
La minería colombiana comenzó un proceso de transformación en el que los programas sociales y la mitigación de riesgos ambientales son de vital importancia. Este cambio contribuye a crear valor para los territorios.
Por Remi Piet*
En los últimos 15 años se ha venido gestando un cambio de mentalidad en las empresas de minería. Conferencias sobre minería sostenible reciben cada año más asistentes, entre académicos, agencias internacionales y ONG especializadas, que han contribuido a la creación de los conceptos ‘Minería Bien Hecha’ y ‘Ecominería’, con dimensiones sociales, institucionales y medioambientales. En otras palabras, nuevas formas de minería en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible trazados por la ONU.
La participación del sector minero en la lucha contra el cambio climático es evidente: las tecnologías de energías renovables necesitan minerales como el cobre, el cobalto y el litio.
Aunque el potencial económico de la minería es innegable para enfrentar los retos económicos en América Latina, los desafíos a nivel local y regional son diferentes. A pesar de las grandes inversiones, existen preocupaciones legítimas en cuanto a los impactos medioambientales, sociales e incluso de seguridad. ¿Cómo se encuadra entonces la minería dentro del desarrollo sostenible regional en un país como Colombia?
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Este es uno de los pocos sectores ligados ineludiblemente al territorio. Aunque haya un cambio de la Bolsa de Valores o una eventualidad como la pandemia, las empresas mineras permanecerán en la zona donde estén los recursos. No pueden recurrir, como tantas otras industrias, a la deslocalización, lo que forma un vínculo a largo plazo que encauzado correctamente puede ser clave para la reducción de las desigualdades regionales existentes en Colombia.
Urge encontrar, por ejemplo, un freno a la migración de jóvenes a las grandes ciudades. La ONU estima que la urbanización en América Latina podría llegar al 84 por ciento en 2030. Por lo tanto, generar empleos directos en las regiones es imprescindible. Las nuevas formas de minería deben apostar a programas que promuevan la transparencia y el emprendimiento local. Habilidades administrativas, tecnológicas o contables pueden ser transferidas a las comunidades para crear nuevas fuentes de trabajo, no necesariamente asociadas a la industria.
La base de la minería sostenible está en un diálogo transparente con las comunidades. Analizando proyectos en América Latina, y en particular en Antioquia, hemos comprobado que las empresas están realizando cambios en su relación con la población. Esto es especialmente difícil en Colombia, donde años de conflicto han producido una falta de diálogo y confianza entre los actores.
La participación de las empresas mineras en el desarrollo sostenible de los territorios depende de la mitigación de impactos ambientales y también de su contribución a una mejor gobernanza y transmisión de buenas prácticas. Trazar unas metas a largo plazo, conjuntamente con las comunidades, supone una oportunidad para las regiones de poner los grandes recursos de la minería al servicio de sus necesidades.
La minería colombiana debe transformarse para integrar nuevas plataformas de diálogo y programas de desarrollo inclusivos como principales renglones de su inversión; y no solo áreas de la comunicación empresarial. Es hora de que las acciones, no las palabras, comuniquen los vientos de cambio. Es innegable que esta revolución de la minería ya está en marcha en Colombia; así como su potencial para reducir la desigualdad regional en el país.
*Profesor de la Universidad de Miami, asesor de Unep y cofundador de Embellie Advisory.