Opinión
Minería bien hecha, una oportunidad de oro
El reto está en la tecnificación para mejorar las condiciones económicas, laborales y sociales de los entornos mineros, y en demostrar que puede coexistir con otras actividades económicas y contribuir al progreso sostenible.
Por Manuel Villa*
La minería es una realidad, una necesidad y, sobre todo, una oportunidad. Seamos prácticos y realistas, aunque también cautos y precavidos. No se trata de promover esta actividad generadora de riqueza a cualquier precio. Claro que hay retos de informalidad e ilegalidad por atender. Claro que debe haber exigencias, compensaciones y responsabilidades sociales y ambientales de parte de quienes adelantan labores de extracción. Obvio que desde las autoridades debe haber seguimiento, control y fiscalización, así como también áreas eficientemente protegidas. Y sin duda, en términos de posconflicto, la minería es un reto en aquellos territorios a los que ha de llegar la inversión para ayudar a proteger los ecosistemas y evitar mayores niveles de descomposición social.
Pero no neguemos ni olvidemos: hablamos hoy de 350.000 empleos directos y de 900.000 indirectos. Por cada peso que genera la minería se generan 2,4 pesos en otros sectores. Durante los últimos 20 años ha significado en promedio un 20 por ciento de la inversión extranjera directa. Al año deja cerca de 5 billones de pesos en impuestos y regalías. Y representa un 27 por ciento de las exportaciones del país y alrededor de un 2,5 por ciento del PIB nacional.
En los municipios mineros, que son el 28 por ciento de los municipios del país, se han reducido alrededor de un 50 por ciento las necesidades básicas insatisfechas en las últimas dos décadas. Para 2018, el sector tuvo una inversión social de más de 127.000 millones de pesos y una inversión ambiental de más de 350.000 millones de pesos.
Tendencias
La minería bien hecha es una oportunidad y el potencial aún es inmenso. El reto radica en la especialización y tecnificación que mejoren las condiciones económicas, laborales y sociales de los entornos mineros, que demandan seguridad jurídica y reivindicación para recuperar la confianza y demostrar que pueden coexistir con otras actividades económicas y contribuir al progreso sostenible con beneficios para todos los actores del encadenamiento productivo.
El debate radica entre una debida planeación para mayor beneficio a menor costo, o una actividad que, de facto, termina por incursionar en los territorios con menor beneficio y a mayor costo. O nos terminamos de convencer y llegamos a consensos para aprovechar estratégicamente los beneficios de la minería o, por el contrario y de todas maneras, la minería llegará más fuerte y sin consideración a las preocupaciones o nostalgias de quienes intentan satanizar una actividad económica en la que, aunque no todo lo que brilla es oro, existen réditos importantes para todo un país.
No nos equivoquemos, el enemigo no es la minería: el enemigo, como casi siempre en Colombia, es la corrupción, la ilegalidad, las mafias y los carteles que, mientras cooptan el sistema, distraen y distorsionan el debate para pasar inadvertidos.
*Abogado y docente
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