ECONOMÍA

Labor de las amas de casa equivale al 20% del PIB

La economista e investigadora Cecilia López analiza la contribución del trabajo del hogar para la economía nacional. Un aporte que a pesar de ser muy significativo no se acepta como parte de la actividad económica.

Cecilia López*
22 de noviembre de 2018
Sacar a los hijos adelante, cuando hay pareja, es una labor de ambos. | Foto: iStock

Los chibchas sí valoraban las actividades de las mujeres –agrícolas, artesanales y en el cuidado de su familia– como la fuente principal de su riqueza. Sin embargo, cuando se intenta profundizar en la evolución que ha tenido la carga de trabajo femenina en Colombia (remunerada y no remunerada), lo que se evidencia es la invisibilidad a la que ha sido sometida esa valiosa contribución para el desarrollo nacional.

Los recuentos históricos que inician en 1778 no incluyen las actividades laborales de la mujer. Solo hasta el censo de 1870 se reportan estos trabajos, pero únicamente aquellos productivos que les eran reconocidos: agricultura, artesanía, minería. Por ejemplo, se ignora que durante la Colonia existieron 87 encomenderas; mujeres en la cúspide de la pirámide social de ese momento. Los censos posteriores (1905, 1912, 1918 y 1928) no incluyeron información de la misma naturaleza, y por tanto, la historia laboral de las colombianas solo se consigna a partir del censo de 1938 hasta el de 2015.

¡Se excluyeron 68 años de contribución de las mujeres al desarrollo nacional! Y una vez se retoma esa participación, esta se limita a la que es visible y remunerada. Apenas hasta 2010 Colombia comienza a identificar la carga laboral del trabajo no remunerado de las mujeres –el cuidado–, cuando la Ley 1413 de ese año obliga al gobierno a medir esas actividades, que en su mayoría hacen ellas pero que podrían estar en manos de terceros.

El valor de esa “economía del cuidado” equivale al 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Esta cifra ha sido una de esas grandes sorpresas que se han llevado los hombres colombianos, pero también los mexicanos y peruanos, entre quienes los cálculos son similares. Si solo nos detenemos en la actividad remunerada de la mujer a través de la historia colombiana es posible afirmar tres cosas: 1) Desde el periodo de la Conquista ha sido eje del bienestar de su población; 2) su entrada masiva al mercado laboral se acelera de manera significativa en el siglo XX, a partir de la década de los setenta, y se duplica la proporción de mujeres en edad de trabajar que laboran o buscan activamente empleo al pasar del 23 al 53 por ciento; y 3) a pesar de estos avances y de estar más educadas que los hombres, hoy, cerca de la mitad de las colombianas en edad de trabajar no son parte de la fuerza laboral.

Ahora bien, si se mira el trabajo no remunerado de las mujeres, incluyendo a las que tienen jornadas laborales como las de los hombres, se evidencia que todas siguen asumiendo solas la carga del cuidado. Esta le agrega un poco más de cinco horas a su jornada laboral diaria. Un trabajo invisibilizado que le permite a cada hogar funcionar y le aporta las condiciones básicas para vivir. Así que la contribución de las mujeres al desarrollo de este país, desde su trabajo no remunerado en el hogar es mayor que la de ningún otro sector de la economía. Sin embargo, ese aporte no se acepta hoy como parte de la actividad económica.

El 30 por ciento de ellas sigue sin autonomía económica, en una sociedad donde, según el censo de 2015, el 40 por ciento de los hogares tiene como jefe del hogar a una mujer. ¿Y qué pasa con las más vulnerables, especialmente con las campesinas que están en la base inferior de la pirámide social?

Colombia es un país lleno de mujeres con una carga de trabajo inmensa, y como lo han hecho a través de la historia, sin esperar nada a cambio, se la juegan todos los días por sus familias y su país. ¿Dónde quedó nuestra herencia chibcha que sí veía y valoraba su contribución?

*Economista, investigadora y consultora.