El boom de la construcción ha convertido a China en el mayor consumidor de cemento del mundo.
El boom de la construcción ha convertido a China en el mayor consumidor de cemento del mundo. | Foto: AFP

Opinión

China podría ser la única gran economía en cerrar 2020 en números negros

Este año China inauguró dos impresionantes obras: el rascacielos horizontal más alto del mundo y el puente de cristal más largo del planeta. A pesar de las críticas, los reclamos y las presiones políticas, esta nación sigue imparable en su ascenso.

2 de noviembre de 2020

Margarita Rojas S.

Mucho debe molestar a Donald Trump y a los estadounidenses como él, obsesionados por los superlativos, tener que ceder cada vez con más frecuencia a China estos títulos que para ellos dan honra y razón de ser a las cosas, incluidas las noticias: el primero, el mayor, el mejor, el más grande, el más alto, o simplemente “el más”.

Mientras el planeta en pleno luchaba contra la pandemia, China ya del otro lado en la contención del mortal virus que nació o mutó –y según ciertos suspicaces sin pruebas, liberaron o se escapó– en esas tierras, anunciaba un nuevo hito en la arquitectura y la ingeniería: el rascacielos horizontal más alto del mundo, ubicado en la ciudad de Chongqing.

Ocupados enfrentando la emergencia sanitaria o paliando los efectos de la atroz crisis económica, no muchos estaban de humor para admirarlo, pero el impresionante proyecto llamado Crystal, integrado por seis rascacielos y una cuarta moleq ue se acuesta y se extiende sobre cuatro de ellos, que le sirven como pilares a 250 metros de altura, no ha sido suficientemente ponderado. El boom de la construcción ha convertido a ese país en el mayor consumidor de cemento del mundo, con más de la mitad del total de la demanda. China lo logró una vez más.

Y unas semanas después, en agosto, inauguraron otra obra a prueba de vértigo: el puente de cristal más largo del mundo. Con este pasadizo de 526 metros, tendido a 100 metros de altura sobre las Tres Gargantas Huangchuan en Liangzhou, rompían su propio récord.

Difícil de entender la afición china por la escalofriante sensación de pisar en el vacío a gran altura.

Algo debe tener esa nación en su inconsciente colectivo para disfrutarla. Es tan popular que hay más de 2.000 de esas estructuras, de muchas longitudes y calibres, convertidas en atractivo turístico. Tal vez por eso, precisamente, a pesar de las críticas, los reclamos y las presiones políticas, la nación más poblada y la cuarta más extensa del mundo sigue imparable en su ascenso.

En plena debacle global, su producto interno bruto creció 4,9 por ciento en el tercer trimestre y será prácticamente la única gran economía en cerrar 2020 en números negros. La descomunal máquina asiática ya está echando vapor de nuevo y por supuesto también CO2, aunque ahora con la meta de frenar las emisiones y alcanzar la neutralidad de carbono en 2060. Muchos dudan si será alcanzable. De todas formas, con esa sorpresiva bandera que acaba de enarbolar Xi Jinping ante la ONU, China se lava la cara y parece emprender una nueva dinámica. El país más contaminante promete trabajar para entregar, al menos, ese primer puesto.

*Directora de información internacional de Caracol Televisión.