Cultura
“Una película para la tropa, no para los comandantes”
La nueva producción de Felipe Aljure es muy fiel a las anteriores. Esta vez asume el conflicto colombiano desde la perspectiva de los combatientes.
Tres escapularios es la película más reciente de Felipe Aljure, una historia de dos combatientes que buscan a una exguerrillera que delató la ubicación de un campamento por lo que fueron bombardeados.
SEMANA: ¿Por qué tardó casi 10 años en volver a rodar una película?
Felipe Aljure: Tardamos 10 años porque nos demoramos pagando deudas de las anteriores películas y esta la hicimos con plata de un premio del Fondo de Cinematografía. Es una película hecha con una cámara de fotos, cine completamente digital desde el rodaje, la edición y el montaje. Algo que acelerará nuestros ritmos de producción. Si bien a Tres escapularios la terminamos en 2015, tampoco estaba dentro de nuestras posibilidades pagar el VPF, Virtual Print Fee -un impuesto sobre la copia digital que deben pagar los productores a los exhibidores-. Algunas salas de circuitos comerciales dejaron de cobrarla desde el 1 de julio de 2018.
SEMANA: ¿El cine que aborda el conflicto colombiano cómo debe estar enfocado? ¿Qué sabrá de esta problemática el público cuando vea ‘Tres escapularios’?
F.A.: En la película, la cámara se mete en la vida de unos personajes que para los colombianos más privilegiados, que hemos visto la guerra por televisión, son una rareza. En lugar de mostrar a 18 dados de baja, vemos que tienen vidas, ideas, sensaciones y, poco a poco, descubrimos que son un colombiano más. Pudieron haber sido mensajeros, un médico rural de algún pueblo en Cundinamarca, el gerente de un banco, un estudiante universitario, pero por las circunstancias en las que nacieron, acaban siendo combatientes. De alguna manera, la intención de la película es darle cara a los combatientes anónimos, a la tropa sobre todo: no es una película para comandantes, pero sí para la tropa.
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SEMANA: Se calcula que, tras los acuerdos de paz, vendrán varias películas que muestren otros rasgos de cómo fue la guerra. ¿Hacia dónde debe estar enfocado el cine en el posconflicto? ¿Cuál debe ser su misión?
F.A.: Empezamos a rodar en 2012 cuando el proceso de paz era un tema mucho más incierto, ni siquiera existían esperanzas razonables para que se concretara alguna firma para la paz. Habrá posiciones polémicas, pues la película se estrenó después de la firma del proceso paz, es decir, de la salida de un gobierno que lo firmó y de uno nuevo que está estableciendo cómo asumirlo. Tres escapularios generará posiciones encontradas, pero eso es parte de la sanidad democrática: las personas pueden expresarse a favor o en contra pero siempre construyendo pensamiento y reflexión y, al final, se decantará el aporte de esta película. El cine del posconflicto debe hacerse desde cualquier arista que considere pertinente cualquier grupo creativo y siempre será bienvenido, porque es mejor hablar que dispararse, que las cámaras reemplacen la guerra y que las pantallas suplan las batallas.
SEMANA: ‘Tres escapularios’ tiene violencia. ¿Cómo define usted qué tanta dosis de violencia o sexo debe tener una película?
F.A.: No creo que esta película enfatice el sexo o la violencia, pues estos elementos se incorporan en la narración como algo cotidiano, cuando es pertinente, es una película para el que esté interesado en asomarse al otro lado de la baranda.
SEMANA: ¿Qué es para usted un escapulario?
F.A.: En el caso de la película, es un ícono de protección cuando la gente está expuesta en situaciones de conflicto y es importante para ellos agarrarse de algo, sentir que no están solos. Y así recurren a lo atávico del amuleto, en este caso un escapulario. El nombre Tres escapularios es por tratarse de un triángulo corrido y de ahí el número tres, muy importante en la dramaturgia de esta película y de las otras que he hecho. El tres es el primer número impar plural que se puede articular desde la escritura dramática con diversa cantidad de conflictos: puede ser 1 y 2 contra 3; 2 y 3 contra 1; o 1,2 y 3 están de acuerdo. Ofrece muchas posibilidades.
SEMANA: ¿Por qué?
F.A.: Siempre quise alejarme de la dramaturgia cristiana, en donde el bien lo representa un personaje y el mal, otro. Tanto en La gente de la Universal (1991) como en Colombian Dream (2006) y ahora en Tres escapularios los personajes son potencialmente buenos o malos y, además, están evaluados desde una óptica mucho más ética que moral y son determinados por la circunstancias. Y eso nos llevó a acercarnos al triángulo, donde las posibilidades dramáticas son más complejas.
SEMANA: ¿Las historias de la película parten de una historia real?
F.A.: Todos los guiones son sobre la vida real, lo que contamos lo escuchamos en las noticias o a los amigos, a los familiares, a los compañeros. Uno en realidad tiene muchas películas posibles en la cabeza y filma las que se concretan, y esta se concretó en un viaje a Pasto, donde el guion estuvo en dos días.
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SEMANA: ¿Cuánto tarda Felipe Aljure en idear una película, ¿cómo se inspira?
F.A.: En La gente de la Universal llegó un amigo que se acababa de separar y me pidió posada. Yo también me acababa de separar y convivimos en mi apartamento: en un mes escribimos el guion; después, en el Colombian Dream, que era tan compleja, me tocó irme a Girardot y aislarme de todo. Y siempre tengo un diálogo con el equipo creativo porque uno nunca hace una película solo, ni uno la dirige, es el cosmos el que da un mandato y uno hace caso, alineamiento cósmico.
SEMANA: ¿Y en Tres escapularios?
F.A.: Fue durante un viaje a Pasto, a la que me imaginaba como un típico pueblo nuestro de los Andes, con arquitectura rural española. Pero de golpe me encontré una urbe, un mini Chicago, luego fuimos a La Cocha y al volcán Galeras, y así empezó la sensación de escribir algo sobre la Colombia olvidada, la remota. Después nos asustamos un poco porque decidimos hacerla con el dinero del premio, 700 millones, y para hacerla con esa plata y con la tecnología digital de cámara de foto, buscamos el Caribe, pues no podíamos tener luces ni equipos sofisticados. Y así filmamos en Santa Marta, en Ciénaga, en Cartagena y en Tierra bomba; es como un Road Movie en realidad.
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SEMANA: ¿Desde su estreno, cómo le ha ido?
F.A.: La verdad no hemos averiguado. Salimos en un circuito pequeño, así que probablemente se va a reflejar un poco todo lo que ha sido el recorrido de esta película: pequeña, de amigos, de cámara de fotos y que le va a hablar a un público en particular.
SEMANA: Hace poco lo nombraron director artístico del Festival de Cine de Cartagena. ¿Cómo asumirá este nuevo reto?
F.A.: Lo primero es atesorar todo lo que ha logrado el festival de Cartagena en 58 ediciones. Y eso le da el valor de ser una tribuna para hablar y reflexionar sobre cine, hablar de las transiciones de un gobierno a otro. Y, especialmente, el desencuentro del público con la marca cine colombiano, que es muy importante.