DEPORTES

Iván Ramiro Córdoba se formó en canchas rionegreras

El fútbol siempre ha despertado grandes emociones en estas tierras. Por el deportivo Rionegro pasaron jugadores como Córdoba que dejaron huella en el balompié colombiano y del mundo. Un repaso por su historia.

Santiago Hernández*
27 de noviembre de 2017
Bajo el nombre de Leones, el Deportivo Rionegro se mudó primero a Bello, luego a Turbo y ahora está en Itagüí. | Foto: AFP

La imagen de un jovencito Iván Ramiro Córdoba con la camiseta roja, el número 2 en la espalda y la banda de capitán cuando apenas tenía 20 años, simboliza el fútbol de Rionegro. “Nacer y debutar aquí significó mucho en mi carrera deportiva. Fue la primera ilusión de jugar fútbol profesional y empezar un camino largo y difícil, pero que me forjó para llegar a competir bien”, dice Iván Ramiro, el orgullo más grande que ha dado el fútbol del Oriente antioqueño.

Iván, hijo de Martha y Ramiro, un niño gomoso de las canchas del pueblo, debutó en el equipo de su municipio en 1993, y pasó por Atlético Nacional y San Lorenzo, fue campeón 16 veces con el Inter de Italia. Con su gol, la selección de la que fue capitán logró el título más importante para el fútbol en Colombia: la Copa América de 2001. Y se convirtió en un ícono. Su nombre encabeza una lista que incluye a Vladimir Marín (hoy en Sportivo Luqueño de Paraguay) y a Juan Pablo Ramírez (en Deportivo Pasto y Colombia Sub-20), rionegreros, entre otros.

El ‘alma’ del Rionegro es tan antigua como el fútbol en Antioquia. El equipo original era aficionado, y nació en 1944, cuatro años antes de que se diera inicio al balompié rentado de Colombia, y previo al mismo Nacional. Por más de medio siglo participó en los torneos de la liga antioqueña, pero lejos del profesionalismo. Y en 1991, cuando se creó la Primera B, el Deportivo Rionegro tomó forma y se convirtió en el nuevo onceno de la región.

Por más de dos décadas, el Deportivo Rionegro fue el equipo más antiguo en la B sin haber jugado en la A. Desde su debut en 1992, hasta su mudanza en 2014, los ‘leones de Oriente’ participaron en todos los torneos de ascenso, jugaron 25 fases finales del torneo, disputaron la final dos veces, pero nunca dejaron la segunda división. “Hicimos debutar a 25 jugadores de la región, los muchachos de las menores eran del Oriente de Antioquia, y por eso se tenía un gran sentido de pertenencia. Venía gente de los municipios cercanos a ver el equipo. Pero nos quedamos con la deuda de subir a la A”, recuerda Samuel Ospina, quien fue presidente de la institución durante sus primeros 15 años.

Hasta que el apoyo económico terminó. El club no vivía de las taquillas, los derechos de televisión no eran altos porque no estaba en la A, y por eso buscó otra sede y un nuevo estadio. Bajo el nombre de Leones se mudó primero a Bello, luego a Turbo y ahora está en Itagüí. Hasta el rojo y el blanco del uniforme cambiaron por el amarillo y el verde. Para el hincha Juan Felipe Gómez en ese momento desapareció el equipo. “Rionegro no es cualquier cosa. Fue el primer clásico de Antioquia frente al DIM, tiene historia, mucho pasado. Pero este ya no es el Deportivo Rionegro”, expresa.

Vuelo en oriente

Otros 11 cuerpos tomaron el lugar del viejo deportivo. En enero de 2016, el club Águilas Doradas dejó su casa en Itagüí (“desterrados”, según sus directivos) y tras un breve paso por Pereira encontró el apoyo de la Alcaldía de Rionegro para crear el Rionegro Águilas Doradas y así refundar el fútbol de la ciudad. Y paradójicamente, se logró de la mano de un exjugador del antiguo inquilino: José Fernando Salazar. “Hice parte del equipo en 1995, y viví uno de esos 24 años difíciles en los que el club trató de estar en primera división. Ahora, por fin, está en la A”, sostiene el mánager del conjunto que llevó hasta el municipio su primer torneo internacional: la Copa Sudamericana de 2017, frente al histórico Racing Club de Argentina.

El club, junto a la administración municipal, empezó una gestión que incluye el cambio de gramilla (era sintética, ahora es natural), y el duro proceso de enamoramiento del viejo hincha, el acercamiento del nuevo aficionado y la iniciación de los jóvenes de la zona como base de sus divisiones menores.

“Nuestra intención es crear arraigo desde las fuerzas básicas, y que los 500 niños que van a comenzar a ser parte de nuestras escuelas de formación, sean la semilla de un proyecto que dure muchos años en el municipio”, añade Salazar.

*Periodista deportivo.