SANTURBÁN

Santurbán: el tesoro de Los Andes

Este páramo abastece de agua a Santander y Norte de Santander y alimenta las cuencas del Magdalena y del Orinoco. Además, cuenta con una biodiversidad excepcional y unos paisajes espectaculares que hacen de este un verdadero tesoro natural.

Luis Germán Naranjo*
30 de mayo de 2019
El páramo de Santurbán abastece a cerca de 2,5 millones de personas. | Foto: Victor Galeano

Los habitantes del norte de Los Andes somos seres afortunados. Además de disfrutar del privilegio de sus paisajes extraordinarios, gozamos también de unos productos diversos que crecen en las laderas de unas montañas cuya génesis hizo posible el encuentro de formas de vida con múltiples orígenes. Al mismo tiempo, su terreno irregular y pendientes sirvieron para aislar por largos periodos a distintos pobladores, lo que produjo una multiplicidad incomparable de culturas. Y por encima de tantos dones, recibimos también el más preciado regalo que podía entregar una cordillera: los páramos.

Por mucho que se ponderen estos ecosistemas, es preciso vivirlos en su silencio, sus brumas heladas, sus radiantes mediodías y su singularidad biológica. Así se entiende lo que ellos significan. Pero si la lectura se hace desde el agua –ese tesoro que los páramos recogen, guardan y liberan hacia las tierras bajas– es mandatorio aceptar que nuestra vida entera depende de su existencia e integridad.

Esto es lo que los habitantes del área que circunda al páramo de Santurbán han entendido desde hace mucho tiempo. La lucha tutelar de los dos Santanderes por su páramo ejemplifica lo que debe ser el principio de valoración de la naturaleza: el reconocimiento de los atributos tangibles e intangibles que una sociedad identifica en los sistemas de soporte para la vida. Por encima de los recursos minerales que esconde el subsuelo de Santurbán, el valor más preciado de este páramo para los habitantes de 48 municipios es el agua, proveniente de sus numerosas lagunas rodeadas de zonas glaciales.

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En efecto, la oposición a la minería de alta montaña, que para muchos puede parecer un capricho basado en el apego nostálgico a un paisaje campesino del pasado, es una decisión consciente de un colectivo social que entiende su dependencia de los servicios ecosistémicos. El páramo de Santurbán abastece a cerca de 2,5 millones de personas, alimenta la central termoeléctrica Tasajero y hace posible una rica y variada economía campesina, que incluye el cultivo de miles de hectáreas de café y 10.000 hectáreas de arroz, en el distrito de riego del Zulia.

Por otra parte, la defensa de este páramo ha contribuido a la apropiación social de muchos otros valores que por sí solos bastarían para justificar su protección. En primer lugar, la situación geográfica de Santurbán determina que esta estrella fluvial aporte a tres grandes cuencas hidrográficas y, al hacerlo, establece conexiones biogeográficas que enriquecen la composición de sus comunidades biológicas. Al igual que otros páramos de la cordillera Oriental, Santurbán alimenta las cuencas del Magdalena y del Orinoco, pero además aporta 60 por ciento del agua del lago venezolano de Maracaibo, a través del río Catatumbo.

El origen glacial de los humedales de Santurbán es responsable de que algunos de sus organismos evolucionaran en aislamiento durante gran parte de su historia, pues sus hábitats estuvieron separados de otros ambientes de alta montaña durante las glaciaciones. Si bien el conocimiento biológico del área es aún relativamente limitado, la presencia de especies endémicas revela su relación con las zonas glaciales, una razón más para valorar la importancia de este páramo.

Pero por encima de estos atributos, la belleza silenciosa de su paisaje alcanza una expresión que sobrecoge. Las lagunas y los arroyos, que descienden llevando vida a una población sedienta, ocupan ahora las cicatrices dejadas por el avance y el retroceso de las masas de hielo del pasado y reflejan en sus aguas heladas los musgos y los frailejones que arropan las laderas y atrapan la humedad que sube desde las selvas del Catatumbo.

Santurbán es un páramo que habla por sí solo. Y por eso, hoy día, sus pobladores y los centenares de miles de personas que dependen de sus servicios ecosistémicos reconocen el tesoro que representa. Es de presumir que dicha apreciación tenga sus raíces en lo más profundo de la historia, cuando los primeros habitantes de los Santanderes ascendieron estas cumbres.

*Director de conservación y gobernanza de WWF.

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