Agro
¿Y los mercados campesinos?
La mayoría de estos espacios, que les permiten a los trabajadores del campo vender sus productos en la ciudades, a buenos precios y sin intermediarios, no están operando. ¿Cómo lograr que regresen? Aquí hay buenos ejemplos.
Desde que Colombia se declaró en cuarentena por el coronavirus, los campesinos han recibido la medalla de “héroes” a través de titulares, portadas de revistas y diarios, y videos inspiradores. Aunque esta pandemia parece haber despertado la conciencia sobre la importancia de su labor, también ha complicado las condiciones para que puedan desempeñarla de una manera digna.
Uno de los espacios que mejores garantías ofrece a nuestros productores ha quedado en un limbo por cuenta de la pandemia: los mercados campesinos. En esta cita semanal o quincenal, decenas de familias rurales llegaban a algún parque de la ciudad más cercana para vender la cosecha de su vereda directamente a los consumidores. Así, al librarse de los intermediarios, lograban fijar precios más justos y ofrecer alimentos frescos.
El confinamiento los llevó a suspender estos encuentros, dejó a los campesinos nuevamente en manos de los mediadores y a los consumidores sin muchas más opciones que comprar en el supermercado más cercano.
Victoria Moyano confirma este retroceso. Ella había encontrado en el mercado campesino de Fontibón, en Bogotá, la mejor opción para vender los amasijos (arepas, almojábanas, mantecadas) que producía con su familia en Arcabuco, Boyacá. Pero desde mediados de marzo la Alcaldía del municipio dejó claro que quienes salieran no podrían volver a entrar “hasta que termine la cuarentena”.
A Victoria ahora no le queda más remedio que vender sus insumos a las empresas de lácteos que llegan al pueblo. “Ya no estamos produciendo nada, nos rebuscamos vendiendo la leche y uno que otro quesito a los grandes, que lo pagan bien barato. Pero lo hacemos para no botarla”, cuenta, resignada.
LAS ALTERNATIVAS
Las organizaciones de base que han trabajado con las uñas durante años para mantener estos espacios campesinos, con muy poco apoyo estatal, no se han quedado de brazos cruzados. En las primeras semanas de la cuarentena, los líderes comunales que se encargan de organizar los mercados campesinos en Bogotá, como los de Fontibón y otras localidades, se las ingeniaron para traer y vender los productos de las familias que no lograron salir de sus veredas.
“Algunos mandaron sus cosechas con camiones que transportan granos o abonos. Acá conseguimos clientes en las tiendas de barrio, en los ‘fruvers’ y con los compradores del mercado pero a domicilio”, cuenta Efraín Villamil, quien lleva 15 años defendiendo los mercados campesinos.
Desde junio dieron el siguiente paso al reactivar los mercados de Kennedy con todas las precauciones sanitarias: desinfección de zapatos, tomas de temperatura, lavamanos portátiles y trajes de bioseguridad. ¿Cómo lograron todo esto?: “Endeudándonos”, responde Efraín, y explica que ahora son pocos los campesinos que pueden llegar a Bogotá, así que entre todos se solidarizan para vender lo que les mandan de Icononzo, Mariquita y Villa de Leyva.
ESFUERZO COLECTIVO
Un ejemplo de que estos espacios pueden sobrevivir en medio de la pandemia sin arruinar el bolsillo de sus organizadores está en Florencia, Caquetá, donde los productores lograron volver a convocarlos cada sábado gracias a una red de aliados. Para hacerlo posible se crearon unos protocolos elaborados de manera participativa por la Red Nacional de Agricultura Familiar (Renaf), estos permitieron la realización de mercados campesinos, étnicos y agroecológicos sin riesgos de contagio. Con dichos protocolos en mano, los productores convencieron a la Alcaldía de que les diera los permisos y la asistencia técnica, mientras que la Policía les facilita el transporte.
Para Yubisa Arredondo, directora de la Asociación de Trabajo Interdisciplinario de la Renaf, este caso es la prueba de lo que se puede lograr cuando las administraciones locales entienden la importancia de los mercados campesinos para asegurar la alimentación de sus comunidades.
El caso de Florencia es casi una excepción. Arredondo explica que, de los 75 mercados vinculados a la campaña Llevo el Campo de la Renaf, solo diez siguen funcionando a través de domicilios y cinco con atención al público. La realidad es que “la mayoría de los mercados en el país están en una incertidumbre muy grande porque no han tenido las herramientas o el apoyo para seguir”. Si Colombia realmente ve a los campesinos como héroes y cree que su trabajo es esencial, debería facilitarles las condiciones para que producir y vender sus alimentos deje de ser un acto de resistencia. Solo así se puede reconocer, de verdad, su heroica labor.
*Periodista de Dejusticia.
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