OPINIÓN
Seguros para las poblaciones más vulnerables de Colombia
Asegurar ciertos fragmentos de la población, que no tienen cómo cubrir pólizas individuales frente a situaciones de riesgo, contribuiría a fomentar la equidad desde el sector asegurador.
Por Manuel Villa Mejía*
El 2020 nos ha dejado claro que seguimos siendo indefensos frente a muchos riesgos, que incluso creemos ajenos o improbables. Sin embargo, y si bien no podemos aspirar a una seguridad absoluta para evitar todo tipo de contingencia, sí podemos buscar reducirlas, gestionarlas y hasta resarcirlas. Podemos asegurarnos. Pero, ¿asegurarnos quiénes? y ¿seguros de qué?
Sin ser experto en el tema, he querido atreverme a más que compartir datos consultados, escribir estas líneas mientras pienso en “voz alta” y expongo una idea que ha despertado mi curiosidad. Tratándose de seguros obligatorios, alrededor del 90 por ciento de los hogares en Colombia tiene algún esquema de protección o aseguramiento frente a bienes fundamentales como la vida y la salud. Pero en seguros voluntarios, la cifra cae drásticamente aproximándose a un 30 por ciento.
El problema es que dentro de esos seguros voluntarios existen algunos que buscan proteger valores que también deberían ser considerados como preciados. Por ejemplo, el patrimonio. Pero no el patrimonio abundante de quienes representan una gran minoría en Colombia, sino el patrimonio escaso de muchos que a duras penas está compuesto por una vivienda. Me refiero a aquellos que con dificultad compran el aire para vaciar una loza y con cartones, maderas o latas construyen un techo. ¿Cómo puede esperarse que aseguren sus viviendas frente a deslizamientos, incendios e inundaciones? O al campesino que tampoco tiene asegurado su cultivo frente a un vendaval. Como en muchos otros asuntos, existe aquí una distancia social, y pareciera que el ser vulnerable implica la condena a tener que soportar más los riesgos.
Y no busco un intervencionismo estatal, pues imagino todo lo contrario. Es una oportunidad para evitar el asistencialismo que por defecto obliga al Estado a llegar después de una tragedia, indebida e inoportunamente, y correr con todos los gastos resarcitorios. Pienso, en cambio, en seguros comunitarios frente a situaciones de riesgo colectivo que afecten a las personas más vulnerables, que no tienen cómo cubrir pólizas individuales, y que sea entonces el mercado el que, de la mano del sector asegurador –y con una regulación que haga viable el modelo–, penetre estos sectores mediante primas colectivas soportadas en el valor de la confianza y la interdependencia de los costos/beneficios que distribuyen los riesgos, financiadas con aportes sociales menores y con ayudas estratégicas por parte del Gobierno o de los entes territoriales, logrando asegurar en masa ciertos fragmentos de la población.
Sería también una oportunidad para avanzar, en procura de la equidad, en formalización, inclusión y educación financiera, así como para contribuir al desarrollo de los recursos humanos y el fortalecimiento de las capacidades de los más necesitados, adoptando medidas que permitan aumentar la calidad de vida, sobre todo, en comunidades con crecimientos urbanos difusos y desarrollos rurales desarticulados, producto de una ausente o indebida planificación.
*Abogado y docente.