CULTURA

Así llegaron el BMX y el 'skate boarding' a este municipio de Cundinamarca

En medio de patinetas tiburón y ganas incontrolables por montar en las calles, estos deportes ganaron adeptos en Tocancipá. Ya tienen un parque exclusivo para disfrutarlos.

Laura Navas*
10 de diciembre de 2017
| Foto: Julián Osorio Rodríguez

El skate boarding y el BMX llegaron a Tocancipá a comienzos de los años noventa. Para ese momento el hockey había ganado cierta popularidad entre los niños y jóvenes, así que era común ver patines rodando por las calles. Como en los alrededores del pueblo había buenos lugares para hacer ciclomontañismo, muchas bicicletas y motos paraban en el parque principal antes de subir a las montañas, despertando la curiosidad de los más pequeños. Los deportes urbanos extremos estaban ganando adeptos en todo el país: el fútbol, el basquetbol y el voleibol ya no eran las únicas opciones.

Con el tiempo aparecieron las primeras patinetas tiburón y las ganas de montarlas se contagiaron rápido. A mediados de esa década ya era común ver tablas y bicicletas John Deere y flatland en las calles. Cada vez más jóvenes se dedicaban a saltar y sacar trucos en cualquier andén o morro de tierra que se prestara para hacerlo. Pero la relación con la gente y con las autoridades se fue haciendo problemática. Estos deportes tenían una mala imagen, se los asociaba con el vandalismo y el consumo de drogas y pronto fueron estigmatizados. No ayudaba el hecho de que parecían estar invadiendo todos los espacios públicos del pueblo: los jóvenes montaban en la plaza, el coliseo y las canchas de voleibol. Se convirtió en un problema de orden público.

La Policía estaba requisando a cualquier skater o biker que encontrara y a veces incluso les decomisaba tablas y bicicletas. Los jóvenes no solo se sentían humillados e inseguros con estos procedimientos, sino que cargaban con la frustración de no poder dedicarse con tranquilidad a lo que más les gustaba. Necesitaban un espacio para practicar, sacar mejores trucos, crecer como deportistas y, sobre todo, dejar claro que se trataba de una actividad deportiva y no de prácticas vandálicas.

Por eso pidieron el apoyo de la Alcaldía para la construcción de un parque de skate. Fue posible, entre otras cosas, porque un skater de vieja escuela trabajaba en la Casa de la Juventud. El proyecto se gestionó como parte de un complejo que incluye una pista de patinaje de velocidad, canchas de tenis y zonas verdes, y los mismos deportistas ayudaron a hacerle mejoras al diseño de los arquitectos. El espacio abrió sus puertas a comienzos de 2015.

Es un parque de skate de nivel alto, muy completo, en el que se pueden practicar varias modalidades: tiene un bowl con buenas curvas y bordes, una parte de fly box para las maniobras de rampa y altura, otra con barandas para el street y se espera hacerle una ampliación para la modalidad de piso. Tiene más de 400 metros cuadrados y recibe regularmente entre 150 y 200 deportistas.

Comenzar a montar en el parque significó un proceso de educación tanto para la comunidad como para bikers y skaters. Poco a poco la gente reconoció que estos deportes estaban organizados y empezó a respetar sus espacios, y los jóvenes tuvieron que dejar de montar en las calles y acostumbrarse a las dinámicas del parque. Al principio, todos querían practicar las diferentes modalidades al mismo tiempo y hubo muchos accidentes. Fue necesario conseguir pólizas de riesgo a través del Instituto de Deportes. Poco a poco aprendieron a tener perspectiva de dónde estaban montando los otros y a anunciarse siempre antes de arrancar.

Orgullo sobre ruedas

El parque tiene un bowl, una parte de fly box para las maniobras de ampa y altura y otra con barandas para el street. Foto: Julián Osorio Rodríguez.

Varios de los skaters más antiguos se dieron cuenta de que con frecuencia los jóvenes perdían oportunidades por no estar organizados. Por eso decidieron crear un colectivo de deportes extremos para abrirles el camino a los nuevos practicantes, involucrar a sus familias y cambiar su imagen. En los últimos años han trabajado de la mano de la Casa de la Juventud para buscar patrocinadores y están en el proceso de legalización del club deportivo de skate y roller ‘Orgullo sobre ruedas’. Esto facilitará los patrocinios y es indispensable para que los skaters tocancipeños puedan competir en los X Games como parte de la Liga Colombiana de Patinaje.

El BMX, por su parte, es reconocido por la Federación Colombiana de Ciclismo y ya compite con esa liga. Una vez se constituya el club, el colectivo tiene planes de crear una escuela de skate para que los más veteranos formen a quienes apenas comienzan. Esperan encontrar un punto de equilibrio, no se trata de ejercer un control absoluto sobre el parque y perder completamente el espíritu informal, pero sí quieren ofrecer espacios de aprendizaje guiado para quienes los busquen.

Por otro lado, desde el colectivo luchan contra el microtráfico y el vandalismo, han intentado consolidar una comunidad que entienda que estas prácticas solo perjudican el rendimiento de los deportistas. También trabajan para que montar no sea más peligroso de lo que tiene que ser, siempre están enseñándoles a los novatos cómo hacerlo de forma segura y con artículos adecuados. Se tiene la idea de que hacer maniobras en una tabla o saltar en una bicicleta es riesgoso, pero en realidad lo es menos que jugar fútbol, por ejemplo, las lesiones no son tan frecuentes.

Y el colectivo se esfuerza por desarmar prejuicios que en este punto afectan especialmente a las niñas que quieren montar tabla o hacer BMX. Desde que se abrió el parque se ha percibido un cambio en el interés femenino por estos deportes. Las mujeres skaters siguen siendo minoría, pero han cogido fuerza. Hoy día llegan al parque unas 12 chicas con tablas y una de ellas es la narradora de las competencias.

Basta con ir un rato y ver a todos estos jóvenes montando para comprender que les encanta lo que hacen. No es solo un asunto de adrenalina. Estos deportes los enfrentan a sus miedos y los obligan a confiar en ellos mismos. El objetivo no es competir contra los otros, sino descubrir, pulir y retar sus propias capacidades. Son deportes que forjan el carácter, mejoran la autoestima, la salud mental y el estado físico y enseñan algo de responsabilidad y autogestión. Además, generan comunidad, todos coinciden en que existe una sensación de familia en el parque, y lo que más les gusta es saber que atrás tienen un grupo de amigos que los aconsejan, los ayudan y gritan y aplauden cada vez que hacen bien una maniobra.

*Periodista.

Noticias relacionadas