Vivienda
Cómo vivir mejor en las grandes ciudades
El arquitecto Luis Humberto Duque Gómez, profesor de la Universidad Javeriana y magíster en Planeación Urbana y Regional, explica las ventajas y desafíos para disfrutar de una mejor calidad de vida en estos espacios que hoy, además de la inseguridad, deben superar el desafío de una pandemia.
Por Luis Humberto Duque Gómez*
El hombre necesita espacios en los cuales pueda realizar sus actividades, que lo amparen de la lluvia, el viento y las temperaturas extremas, y en los que estén a salvo sus pertenencias. Ese es justamente el objetivo de la arquitectura. Y en ella, la vivienda cobra especial importancia porque cumple una función esencial: proteger a la persona y a su familia. Es por esto que la escogencia del lugar y tipo de residencia es una decisión trascendental para la calidad de vida.
A partir del siglo XX, la humanidad ha sido testigo de un fenómeno nuevo: la aparición de grandes ciudades, con cientos de miles de habitantes. En Tokio, por ejemplo, viven 37 millones. Y aún estamos aprendiendo a habitar en medio de estas aglomeraciones urbanas que tienen ventajas para su población, como el acceso a servicios de alta jerarquía, hospitales, universidades y teatros –lo mismo que a una economía más fuerte con mayores ingresos y conexión a Internet–, pero que también implican desventajas relacionadas con la inseguridad, la contaminación, el mayor costo de vida y una nueva amenaza: las epidemias, especialmente difíciles de manejar en los sistemas de transporte masivo.
En contraste, vivir en el campo puede tener ventajas y desventajas opuestas a la metrópoli, salvo la inseguridad. En las capitales intermedias y pequeñas se dan condiciones entre la gran ciudad y la zona rural. En general, la mejor calidad de vida en las grandes urbes se logra cuando estas son compactas, mixtas y con suficientes áreas verdes. Compactas, porque los servicios se hacen más eficientes. Mixtas, debido a las diversas actividades que se complementan en el tiempo y en el espacio, con suficientes áreas verdes de reserva y recreativas para mantener un cierto equilibrio entre el desarrollo humano y la naturaleza.
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Durante la primera mitad del siglo XX, los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), influenciados principalmente por el pensamiento de Le Corbusier, propusieron la zonificación de la ciudad, es decir, la separación de las actividades en áreas diferenciadas. Hoy, esta teoría ha sido revaluada, entre otras cosas, porque se evidenció que genera muchos desplazamientos y porque las áreas con un solo uso predominante pierden vitalidad en los momentos en que no se realiza la actividad.
En el libro Mallas urbanas desplazadas, escrito por el autor de este artículo, se recomienda, además de las condiciones enunciadas anteriormente, organizar la ciudad en “células polifuncionales”. Con esta propuesta se plantea un tejido urbano conformado por dos mallas desplazadas entre sí: una ‘malla verde’ de parques lineales a lo largo de la ciudad, que permiten el desplazamiento por entornos con naturaleza, y una ‘malla roja’ que contiene la movilidad primaria. Esta solución presenta muchas ventajas que se traducen en una mejor calidad de vida: se reduce la necesidad de desplazamiento de las personas, hay una menor demanda de transporte masivo y dependencia de medios motorizados, una mayor autonomía de población vulnerable y se logra la vitalidad urbana. El uso de la bicicleta y el desplazamiento peatonal son las formas más eficientes para movilizarse.
¿QUÉ Y DÓNDE COMPRAR?
Con respecto a las condiciones de la vivienda, la pandemia del covid-19 ha puesto de manifiesto algunos requerimientos nuevos como la posibilidad de tener espacios de trabajo, áreas abiertas como balcones o terrazas, cercanía a espacios verdes, áreas donde hacer ejercicio físico y, por supuesto, la conexión a internet. Así que la decisión hoy sobre el lugar y tipo de residencia depende de una combinación de variables que cada familia o persona deberá evaluar y ponderar. Entre ellas se encuentran la composición familiar, la edad, las condiciones de salud, la capacidad económica y la posibilidad de realizar actividades de manera remota, entre muchas otras. No hay un tipo de entorno o vivienda ideal para todas las personas y familias. Esta decisión depende de las características específicas de cada una y estas pueden cambiar en el tiempo.
*Arquitecto profesor de la Pontificia Universidad Javeriana, Magíster en Planeación Urbana y Regional.
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