LITERATURA
La tinta que se escribe desde Girardota
Camilo Betancur es solo uno de los escritores activos en este mágico lugar. En sus tierras y cielos se inspiran autores jóvenes que continuarán narrando al pueblo.
Letrado’ es un adjetivo que describe bien a Juan Camilo Betancur. Desde antes de estudiar comunicación social en la Universidad de Antioquia en Medellín, participaba en un grupo de escritura de su natal Fredonia. Sin embargo, no tardó en darse cuenta de que no sabía escribir. Por eso, aprovechó su pregrado para pulir su producción poética y prosaica, muy necesaria en la labor periodística.
Durante sus estudios, tomó otra decisión que cambió su vida: cansado del ruido y el ajetreo de la capital antioqueña, decidió irse a vivir a un lugar tranquilo que le permitiera alejarse de lo que llama “literatura alterada”, para dedicarse a lo que prefiere hoy, escribir sobre el campo. En Girardota, como repitiendo su historia, tuvo la oportunidad de crear un grupo de escritura con conocidos autores de la región como Juan Felipe Osorio y Mauricio Hoyos. Y, si bien ya no se reúnen con la misma frecuencia, “hay un relevo”, afirma Betancur, “un grupo de muchachos de entre los 18 y los 25 años se encuentran para escribir”. Lo que demuestra que, en Girardota, hay tinta para rato.
Luz antigua uz antig
La palabra ‘cielo’ se tarja en la retina.
La luz entra con las alas abiertas, se acomoda,
se expande, enceguece. Luz implacable.
Implacable ave, ave sin cuerpo, ave sin vuelo, ave de lo lumínico,
ave que abraza el aire, ave que es aire y cuerpo,
ave que alza mi nombre y habita el sueño que despierta.
Luz que se filtra por los poros. Luz, piel y sangre.
Luz que llega al corazón y en secreto quema el abandono,
viento que rompe las hojas del almanaque.
Luz que crece. Luz que acepto. Luz que soy.
Entonces el hombre empuña el bolígrafo
ante la página en blanco,
continente de zozobras,
y suceden las nubes.
Silencio de siempre
Días sin escribir una frase aceptable.
Buscas la belleza en el verso.
Eso que no sabes de dónde proviene.
Tal vez llegues al júbilo por el camino corto.
Y solo unes palabras, huecas, que apenas suenan.
No hay música.
Te alejas de la página.
Vas a la ventana.
Miras la tierra.
Ojos que miran sin mirar.
Ojos que son como orejas porque ves cierta sinfonía,
cierta poesía que florece sin palabras
Y los dedos se mecen a la par que las plántulas.
Un temblor en las yemas de los dedos.