UNIVERSIDADES

Alianzas entre universidades, una solución a para la crisis de las matrículas

Así lo plantea Francisco Cajiao, consultor en educación. Su hipótesis es que, en algún momento, las instituciones de educación superior deben fusionarse para conseguir ventajas de eficiencia y reducción de costos.

Francisco Cajiao*.
22 de septiembre de 2019
La educación debe enfrentar de forma innovadora una crisis que va más allá de la limitación de su presupuesto. | Foto: IStock

La educación superior debe enfrentar de forma decidida e innovadora una crisis que va mucho más allá de la limitación de sus presupuestos. Además de las restricciones financieras, las universidades, en general, están constatando una reducción de la demanda: las matrículas están por debajo de las metas y esto está afectando el presupuesto anual. Adicionalmente, todo el sistema se muestra impotente frente a la deserción, que sigue oscilando entre 40 y 50 por ciento, dependiendo de los programas y de la naturaleza de las instituciones.

Y, con base en lo anterior, no solo se pierden recursos públicos y privados enormes: también se debilitan las instituciones, pues la formación es cada vez más costosa y la matrícula no es suficiente para cubrir los costos de cada institución.

Conocimiento y mercado

En 1998, en un foro organizado por Unesco, me atreví a enunciar la hipótesis de que en algún momento habría que fusionar universidades, de la misma forma que lo hacían las grandes compañías del sector empresarial. Lo anterior con el fin de conseguir ventajas de eficiencia y reducción de costos.

En aquella ocasión planteaba dos visiones contrapuestas de la educación superior: en la primera, la universidad es un patrimonio intelectual y cultural esencial en la construcción de nación; en la segunda es una institución que presta un servicio de formación profesional a las personas individuales que lo demandan. En el primer caso, los estados invierten grandes sumas para expandir la frontera del conocimiento y desarrollar su identidad, mientras en el segundo las instituciones se convierten en empresas comerciales que se rigen en alto grado por las lógicas de mercado. Entre estos dos polos hay, desde luego, muchos puntos intermedios y países en los cuales conviven grandes instituciones públicas fuertemente respaldadas por los gobiernos y universidades privadas que compiten en el mercado de la formación de profesionales.

Colombia se ha inclinado, desde hace años, por el segundo modelo, el mercantil, incluso en la mayor parte de sus universidades públicas. Y si nos comparamos con otros países, nosotros no tenemos más de dos o tres universidades grandes, y nuestra presencia en los rankings internacionales es precaria. En general, no hemos podido soportar los costos de la investigación avanzada, que requiere de profesores altísimamente calificados, infraestructura y equipamientos cuyo costo supera la capacidad individual de cualquiera de nuestros mayores centros de estudio.

Por eso, la mejor alternativa es poder hacer alianzas fuertes y superar los modelos competitivos actuales –bastaría examinar el costo agregado de las inversiones en publicidad y mercadeo– para diseñar modelos colaborativos que permitan optimizar los recursos existentes y obtener otros que de momento no existen.

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En el caso de la educación superior ya hay experiencias diversas en esta dirección. Una interesante es la alianza Suma, en Manizales. Las seis universidades principales de esta ciudad, en el departamento de Caldas, diseñaron un mecanismo que permite que estudiantes matriculados en cualquiera de estas instituciones (públicas y privadas) tomen cursos en cualquiera de las otras, con plena validez académica y sin necesidad de incurrir en costos adicionales.

Y al ser un acuerdo de voluntades también han evitado engorrosos procedimientos legales y administrativos. Los consejos superiores de estas universidades hicieron un uso creativo de su autonomía para armonizar un verdadero sistema de educación superior que permite la movilidad estudiantil, la elección de cursos y el acceso a profesores que ahora pertenecen a la ciudad y no solamente a su institución.

Pero habrá que ir más lejos: cursos completos compartidos, uso de espacios, bibliotecas, redes, proyectos… No hacer nada, esperando a que las condiciones mejoren, creyendo que tarde o temprano los jóvenes y sus familias decidirán gastar más tiempo y dinero haciendo lo mismo que se ha hecho el último medio siglo, puede resultar excesivamente costoso.

En la unión está la fuerza, y eso lo demuestran iniciativas innovadoras como la de Manizales –ciudad universitaria por excelencia–, que prueban que las alianzas son una novedosa alternativa para superar los tiempos difíciles. Una solución que, además, debe ser fácil de implementar en el sector educativo porque ese es, precisamente, el objetivo de una universidad: innovar.

*Consultor en educación.