INFRAESTRUCTURA
Una universidad que se integra a la ciudad
Esta es la visión de los directivos del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid. La infraestructura de sus diferentes sedes se integra con la comunidad y su espacio público, promoviendo la sana convivencia.
La sede del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, situada en Urabá, en el norte de Antioquia, tiene una característica casi única en el país. A pesar de no tener cerramiento y de ser vecina de populosos barrios de invasión, jamás ha tenido un solo problema de convivencia. “Es un espacio público donde todos cabemos”, explica Libardo Álvarez, rector de esa universidad.
Su anhelo es que todas las sedes antioqueñas del Poli –como se le dice en confianza al claustro– sean espacios abiertos para el disfrute de la comunidad que las rodea y, en ese sentido, hoy la sede central –ubicada estratégicamente en el barrio El Poblado, junto a tres de las vías más concurridas de Medellín (avenida Regional, avenida Las Vegas y la calle 10)– forma parte del corazón de la capital antioqueña y cumple un rol determinante dentro de ella. La razón es que hoy la infraestructura universitaria no solo debe influir en el desarrollo arquitectónico de la zona, sino ofrecer ambientes que promuevan la cultura y el deporte, impacten y le enseñen a la sociedad.
Esa idea de hacer partícipe a la comunidad de la vida universitaria del Poli, tal y como sucede en Urabá, es una filosofía que pretende replicar Álvarez no solo en la sede central, sino en el Centro Regional de Oriente, en los dos laboratorios del Norte del Valle de Aburrá y en las granjas de Marinilla y San Jerónimo.
En el caso de Medellín, la relación con los vecinos se ha convertido en una prioridad estratégica. Desde hace un tiempo se viene concretando la idea de formar junto al colegio Inem (su vecino por más de 50 años) una alianza que permita consolidar la llamada Ciudadela Educativa del Sur. Una acción encaminada a promover la inclusión y en la que ambas instituciones aportan, al ofrecer intercambio de docentes, un uso compartido de los espacios y convivencia entre los estudiantes, además de volver natural el paso de los jóvenes del colegio a la educación superior.
El rector rescata de esta alianza la búsqueda por unificar los casi 120.000 metros cuadrados que tienen en conjunto las dos instituciones por medio de puentes, lo cual abriría la puerta para nuevas construcciones que compartirían como, por ejemplo, una torre de parqueaderos y canchas sintéticas en el piso superior. De esta forma se atiende el problema de movilidad del sector y se continúa fortaleciendo la línea deportiva que caracteriza al Poli.
Inteligencia artificial
El camino hacia este objetivo no es nuevo. En 2012 se estrenó un bloque de siete pisos que permitió brindarles a los estudiantes y a la comunidad académica un espacio de calidad para que las clases pudieran complementarse con nuevas tecnologías. El edificio también se convirtió en un espacio de intercambio y socialización.
Esta buena experiencia, sumada a las necesidades de movilidad que aquejan a Medellín, los ha llevado a plantear grandes reformas de infraestructura, que hoy pasan por un proceso de aprobación: la demolición de los bloques más antiguos de la universidad que limitan con la avenida Las Vegas para construir bloques de última generación, con laboratorios especializados en robótica e inteligencia artificial, y la implementación de porterías que faciliten el alto flujo vehicular y peatonal para agilizar el ingreso al campus.
Otro de los proyectos pendientes consiste en tumbar las rejas que separan al campus del Poli de la estación El Poblado del Metro y, junto a esta empresa –propone el rector– remodelar la plazoleta e integrarla con unos puentes de madera llenos de flores. “Así será un espacio más vivo y ordenado para el disfrute de la comunidad”, explica.