UNIVERSIDADES Y FINANCIACIÓN

¿Cuáles son los retos para la financiación de las universidades públicas en Colombia?

La inversión en infraestructura universitaria va más allá de construir o modernizar edificios. La financiación también debe contemplar espacios como bibliotecas y laboratorios y, por supuesto, su mantenimiento. Así lo plantea nuestro experto invitado.

Ignacio Mantilla Prada*.
22 de septiembre de 2019
El claustro de la Universidad del Rosario, en el centro de Bogotá, es un ícono urbano de la ciudad. | Foto: León Darío Peláez

La historia de las universidades, especialmente las occidentales, está ligada a la de las ciudades donde nacen y funcionan. Mejor dicho, el desarrollo urbanístico de estas se construye alrededor de los campus y residencias para los estudiantes universitarios. Por ejemplo, los edificios de la universidad en Bolonia, Oxford o Salamanca son íconos con los que se reconoce a cada ciudad.

Así como las catedrales de las ciudades, las estructuras donde funcionan las instituciones de educación superior más prestigiosas son preservadas como joyas arquitectónicas y valoradas como símbolos de la ciudad. Estas se exhiben con orgullo ante los turistas, invitados y visitantes. Los campus de las ciudades universitarias no solamente albergan una comunidad universitaria viva, sino que también logran identificar a las urbes con la vocación o énfasis de sus programas académicos más reconocidos.

Ahora, las ciudades y universidades colombianas guardan también una estrecha relación histórica. Tanto instituciones privadas como públicas son emblemas para algunos lugares y sus edificaciones y campus son parte de la arquitectura que reconocemos como propia. Tal es el caso de Bogotá y su centro histórico, donde están algunos claustros universitarios que son verdaderos íconos urbanos como el de San Agustín o el de la Universidad del Rosario. O la Ciudad Universitaria, sede de la Universidad Nacional de Colombia, con una extensión de más de 100 hectáreas, que no solo ofrece una activa vida cultural, sino que además es un importante pulmón para la ciudad, ya que se destaca como uno de los mejores campus verdes del mundo.

Pero a diferencia de otras organizaciones y entidades, la infraestructura universitaria tiene unas exigencias que sobrepasan los cálculos más generosos. No se trata solamente de construir o recuperar edificios, ni esto se consigue solamente adecuando espacios para la docencia. La infraestructura de las universidades debe contemplar también los altos costos de la dotación para la investigación y el bienestar.

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En el caso de las universidades públicas, la financiación de su infraestructura se consigue con aportes esporádicos e inciertos, pues los costos de su funcionamiento obligan a privilegiarlo en los presupuestos anuales. Y resulta paradójico que una buena inversión para mejorar su infraestructura se convierta en un nuevo dolor de cabeza para atender los gastos que demanda posteriormente. Así, por ejemplo, una nueva biblioteca especializada no solo albergará libros: también revistas y bases de datos que hay que preservar, actualizar y pagar periódicamente al igual que todos los demás servicios que demande, incluso, la nómina misma del nuevo personal que atienda la biblioteca.

Los costos que tiene conservar las colecciones biológicas, el mantenimiento de un observatorio, la dotación de un laboratorio de investigación de física o de química, la actualización de una sala de cómputo, el manejo de un hospital universitario o el mantenimiento y uso de las granjas experimentales son subestimados por quienes creen que solo la docencia y las aulas de clase deben contemplarse en la financiación de las universidades.

Indudablemente, en Colombia estas entidades crecen y se desarrollan al ritmo de nuestras ciudades para atender también necesidades y demandas crecientes de programas. Es evidente y visible, por lo tanto, la modernización de la infraestructura que, con esfuerzo, están llevando a cabo las universidades colombianas, tanto públicas como privadas. Pero grandes instituciones públicas como la Universidad Nacional, con nueve sedes en diferentes ciudades, que contienen más de 300 edificios y con una nómina de alta calificación de 3.000 profesores de planta, con más de 300 programas de posgrado a cargo y 100 programas de pregrado, requiere, entonces, inversiones permanentes. Infortunadamente solo algunos recursos provenientes de una estampilla, algunas donaciones y un pequeño porcentaje de su presupuesto anual pueden destinarse a mejorar su enorme infraestructura, que es también patrimonio de todos los colombianos.

*Exrector de la Universidad Nacional de Colombia.